“Siento el dolor que he causado, por favor no odien. Que esto les otorgue la compensación emocional que están buscando, dijo mirando a las familias de las víctimas -antes de dirigirse al policía que le custodiaba- con sus últimas palabras, estoy listo.”
José Medellín, mexicano, fue sentenciado hace poco a la pena de muerte en el estado de Tejas por un horrible delito que si cometió y finalmente aceptó su culpa.
Me llamó la atención las palabras “por favor no odien” pronunciadas al final de su corta vida de 33 años de edad antes de recibir la inyección letal que acabaría con su ser.
Después de haber estado preso quince años de su vida y ya en sus últimos momentos pide a los familiares de sus victimas “Por favor no odien.”
Pienso que quince años en prisión son muchos. Se piensa, se reflexiona, durante ese cautiverio. Este joven convicto llega finalmente a la conclusión de que no odiar, es el camino correcto.
Quiero pensar por un momento porqué lo dijo. Atando cabos llego a la sencilla conclusión de que el odio, la envidia, tan pronto como aparecen en el ser humano al poco tiempo se apoderan de ese ser envenenado sus días y a veces hasta su vida completa. Dicho de otra manera al sentir odio hacia otra u otras personas se malgasta el precioso tiempo de vida siendo uno la 
primera y única víctima de este sentimiento.
Muchos no nos damos cuenta que al malgastar la vida odiando desperdiciamos un tiempo que no volverá; de esto nos damos cuenta para desgracia nuestra, al final del camino.
La vida es muy rica en posibilidades que lejos de limitarnos nos ofrece siempre oportunidades de realización personal sin fin. El Arquitecto del Universo así lo pensó sin duda antes de crear al ser humano.
El odio es un sentimiento que polariza hacia la negatividad al ser humano. Lo limita en su visión general de la vida. Lo fanatiza hacia conceptos totalmente irreales y negativos. Reduce las opciones que puede tener el ser. Es una limitante a la inteligencia.
Se odia por ejemplo a una determinada raza. Se llega a odiar a quien no comparte nuestras creencias religiosas. Se llega a odiar al que no es judío por no serlo, y al judío por serlo. Sin tomar en cuenta que a los pueblos no se les puede juzgar de manera general porque están compuestos por seres individuales.
Si alguna vez la ocasión lo amerita, perdonar, pero no olvidar, sería la práctica saludable.
Pienso que es muy importante fomentar la toleranciadesde la niñéz,para de esa manera erradicar el odio– que es como mostruo con tentaculos y garras que corroe el alma .