Ahora que Osama bin Laden está muerto, la pregunta obligada de los analistas internacionales y políticos es: ¿cuánto sabían los funcionarios paquistaníes sobre su paradero? ¿Le ayudaron a ocultarse? Luego de la noticia de su muerte, los legisladores estadounidenses se preguntaban indignados cómo era posible que Bin Laden viviera en una residencia de un millón de dólares cerca de la capital sin que ninguna autoridad local supiera sobre su presencia allí.
Los servicios de inteligencia de Pakistán (ISI, por sus siglas en inglés) dijeron estar “avergonzados” por el fracaso de sus intentos por ubicar a Osama bin Laden. Pero ¿realmente era posible que no supieran nada, considerando que el hombre más buscado del mundo vivía en una fortaleza ubicada a menos de un kilómetro de la principal academia militar del país -el equivalente al West Point estadounidense-, en una población afluente a sólo 100 kilómetros de la capital?”Creo que esto nos dice una vez más que, por desgracia, Pakistán a veces está jugando un doble juego”, señaló el lunes la senadora republicana Susan Collins, miembro de la Comisión de Servicios Armados del Senado.”Creo que esto nos dice una vez más que, por desgracia, Pakistán a veces está jugando un doble juego” Susan Collins, senadora republicana Collins y otros congresistas dijeron que es momento de revisar los miles de millones de dólares en ayuda que Washington le envía a Pakistán para la lucha contra al-Qaeda.
John Brennan, asesor de alto rango del presidente Barack Obama en temas relacionados con terrorismo, dijo que era “inconcebible que Bin Laden no hubiera tenido un sistema de apoyo en el país que le haya permitido estar ahí por un largo período de tiempo”.Sin embargo, luego de horas de silencio, el presidente paquistaní, Asif Ali Zardari, señaló en un texto publicado en el diario The Washington Post que el paradero del líder de al-Qaeda no era conocido por las autoridades de su país y que él no sabía sobre el operativo donde se le dio muerte. La muerte de Osama bin Laden a manos de fuerzas estadounidenses no fue una operación conjunta con Pakistán, agregó el presidente.
El “doble juego” de Pakistán en las relaciones con EE.UU. no es nuevo: mientras que desde el atentado del 11-S el gobierno central le ayuda a Washington a capturar a combatientes de al-Qaeda -a cambio de miles de millones de dólares-, partes de su ejército y su servicio secreto le han dado apoyo a los principales enemigos de Estados Unidos: a saber, los talibanes y su rama más temida, la red Haqqani. Washington es plenamente consciente del doble juego y desde hace una década el papel de Pakistán ha sido una de las grandes paradojas de la “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos.
La revelación de que Bin Laden vivió durante años cerca de una guarnición militar amenaza con empeorar los ya tensos lazos de Estados Unidos con Pakistán. Sin embargo Pakistán dista de estar indefenso en ese juego: su capacidad nuclear y su cercanía a Afganistán lo convierten en un aliado casi obligado para Washington.
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