En esta época del año es común que se planten pensamientos (viola tricolor), tan variados y grandes como se puedan. En mi caso, y mientras lo hacía, recordé unos versos del poeta francés Jaques Prévert: ´´Hombre: tú has visto la flor más triste de la tierra y la llamaste pensamiento´´. Cuando la leí por vez primera, reconozco, se me encogió el corazón, pues ninguna flor-excepto la cala, una variedad de lirio blanco que en Sudamérica se ofrece a los muertos-, me produce tristeza. Pero el poeta jugaba en sus palabras con el pensamiento humano, que quizá fuera triste para Rodin y su famoso Pensador que sostiene, melancólicamente, con su brazo derecho creo, el peso fúnebre de su esculpida cabeza. Para Occidente, y desde los latinos en adelante, pensar ha sido duro, una labor ardua casi. Tanto que existe un sutil parentesco entre penso, pesar, juzgar y nuestra actual palabra pensamiento. Pero en otros ámbitos ha sido diferente, sutil, divertido incluso, por ejemplo entre los chinos, que denominan al acto de pensar sy y lo esquematizan con un cuadrado por encima del signo del corazón.
El cuadrado, en el que se inscribe una cruz, es el ideograma llamado t’ien, campo, que a su vez alude a la racionalidad del arado, que trabaja por surcos paralelos. Considerando que está por encima de hsin, el corazón, cuyo perfil es por completo asimétrico, los sabios chinos consideraban y consideran aún que pensar es una actividad conjunta de la cabeza y del corazón, y no una mera operación intelectual a la que se entrega nuestro esforzado cerebro. Algo más hondo que la mera razón. La excrecencia sutil pero maravillosa de la mente humana. En todo eso cavilaba mientras plantaba pensamientos en mi pequeño jardín, interrogándome otra vez acerca de si los colores centrales de las flores, los más fuertes, ascienden o descienden, y el aire era nuevo a mi alrededor. Entonces, confieso, vinieron en mi auxilio, como tantas otras veces, el Buda y luego Spinoza que, sin saberlo, dijeron lo mismo: ´´Eres y serás lo que piensas´´. Y más tarde san Pablo, con aquello de que se siembra en corrupción pero se cosecha en incorrupción. Sin flores a nuestro alrededor, nos volvemos ciegos a los matices, extremistas en nuestros sentimientos, burdos en nuestras emociones. Un día después estaba en Mallorca, viendo los primeros almendros en flor en compañía de una amiga que detuvo el coche en medio de la carretara para recordarme un haikú o pequeño poema del escritor griego Nikos Kazantzaki: ´´Le dije al almendro que me hablara de Dios/ y el almendro floreció.´´ Ese sí que es un buen pensamiento, me dije, y el aire era nuevo a mi alrededor. Hoy por la mañana he vuelto a leer en los pensamientos plantados que la variedad nos hace ricos, y las buenas ideas mejores actores. El rocío había amplificado la suave textura de los pétalos y me pareció ver en ellos un remedo lejano de nuestra propia piel.