La bendición de Adam consistía en amarse a sí mismo, y por lo mismo, amar su desnudez, sin tener consciencia alguna sobre los que estaban a su alrededor, los animales y las plantas, sin pudor alguno en su sueño y oculto amor, a lo que le devendría.
Tenía el sueño pesado, a pesar de dormir desnudo como lo acostumbrado según costumbres religiosas de la zona, sudaba y gemía, como si lo persiguieran en algún sueño infinito. Cuando se perdió en el estudio en Jerusalem, le habían impuesto el valor de la vergüenza, una especie de formula entre odio y esperanza. Cuestión que le mantenía de mal humor. Durante la Segunda Guerra Mundial habían llegado al último escaño, Hitler los había llevado a la mella de su vergüenza, desvistiéndolos, hombres y mujeres juntos, y haciéndolos sentir, la culpa de Adam, y su castigo final, vergüenza de su propio cuerpo, de su naturaleza, de su pudor.
A partir de allí nacerían tres generaciones de judíos bien educados y vestidos, cuyo fuero interno consistiría en los buenos modales y la ropa de firma, de marca, los mejores trapos del mundo, atavios, formas, diseños y colores mas elevados que las nubes mismas. Pero años atrás los Tanaitas, con poderes curativos alcanzando el poder poco clásico de resucitar muertos, habían enseñado la importancia de dormir desnudos, sin obstáculos entre ellos y el Creador.
I
David, el viejo Rab de barbas doradas, finalmente de setenta años de edad como bestia su profecia, retorno de su viaje a través del tiempo, a advertir al padre de Java, la pequeña de la cual hablamos en Polanco I, Abraham de Polanco, sobre las primeras señales del fin del mundo, la sexta ola, no una película Hollywoodense, sino una realidad oculta por siglos, entre los balbuceos y el alboroto de los famosos en los medios de comunicaciónn masivos y populares.
David no había hallado otra forma de expresar el Judaísmo sino que viajando en el tiempo, para descubrir su esencia, y develando así verdades ineditas, alguna vez cifradas en el Libro del Zohar y los libros de Cábala, así como el Libro de la Creación de Abraham Avinu. Su primera misión había sido fortuitamente imposible causando una regresión para tratar de la máquina del tiempo mental que habían inventado, a los tiempos del Holocausto, junto con un grupo de alienígenas, tratando con su máximo poder de evitar la catástrofe que devendría sobre la humanidad. Pero esta maquina del tiempo no era física, era medicinal, y era una especie de regresión en la memoria, y una curación para el Alzheimer.
El Holocausto sentaría las bases de la nueva cultura de la oscuridad, y la respuesta y la resistencia, el nuevo mundo de la luz, la iluminacion, la enciclopedia, el raciocinio, la ilustracion, la era científica de la convivencia social, negando una profunda vergüenza de la verdad, como una intoxicación del alma que quedaría desterrada en libros de historia, pariada con la fascinación por el asesinato. Sin embargo, la raza humana dejaría de ser pura e inocente para siempre.
Abraham paseaba con Sara en el parque Polanco, en la zona de los columpios junto a otros juegos infantiles, cercanos a algunos árboles quienes parecían ser actores representando alguna escena del Rey Lear o de Hamlet. Java, la hija de Abraham, estaba abalanzándose divertidamente en el columpio, sintiendo la ráfaga de aire entre los árboles prorrumpiendo con sus risas de muñequita entre sus trenzas y mejillas, cuando vio una luz lejana, como un remolino de brillos.
Lograron comprar un departamentito en Polanco, la zona con más confort para el comercio de lujo de la ciudad de México, donde vivían las altas esferas de los intelectuales extranjeros: franceses, italianos, alemanes, japoneses, españoles, americanos y judíos. Los extranjeros que venían a abrir nuevos negocios y hacer dinero, y a convivir con los locales morenos y sumamente agradables y amables, paseaban entre bancos y arboles, parques y restaurantes de lujo, galerías de arte y altos edificios cristalinos de oficinas cuyos ventanales mostraban una vista panorámica de la ciudad de México desde un punto de vista de un panorama periférico, ademas de las mejores cadenas de hoteles de la Ciudad y del mundo.
Polanco, un mundo cosmopolita para los amantes de la buena vida.
Ella estaba a punto de cumplir los ocho años y su cumpleaños sería muy pronto. Se seguiría columpiando sin conciencia alguna sobre la desesperanza que se sobrevendría en el mundo como una sombra para su padre, en su memoria, una sombra como película de la cual su padre era un personaje principal imprescindible, simplemente por el hecho de haber sido el rimer ser humano en llegar a La Tierra.
A Abraham y a Sara se les veía felices, como siempre, y finalmente cómodos en su nueva vida en Polanco comenzaron a especular sobre sus finanzas, y conspiraban para hacerle a la pequeña, el mejor regalo que hubiesen recibido nunca, una fiesta sorpresa con payasitos y magos verdaderos tipo Harry Potter o princesitas de Disney. Cuando de pronto sonó el teléfono celular de Abraham con el Ringtone de la Novena Sinfonía de Beethoven. Abraham únicamente deseaba que su hija Java estudiase música cuando fuese mayor en el Instituto Suzuki, puesto que consideraba que la música era la mejor educadora del espíritu. De modo que ya sabía que la música era la más efectiva medicina existente en el universo y por algo Dios la habría inventado. Entre otras cosas, por ello había amado al cine, por la música de film, y sobre aquello escribió su tesis.
Java llamó la atención de su padre mientras volvía en el columpio hacia atrás haciendo con sus gestos un ángulo de menos de veintiocho grados.
-Papi…papi…- grito – Míra…Míra papa!-.
-Si princesita
Hasta que Abraham vio al Tío David, y se quedo esposado con la mirada.
-Espérame un momentito, voy con tu tío David- contestó Abraham con su eterna complacencia, pero pareciendo sentir una nueva especie de exasperación y pasmosidad.
-¿Me regalarías un smartphone en mi cumpleaños?- dijo la niña alegre.
Abraham estaba con una cara pálida y simuladamente solo el aire escucho la voz suave de Java mientras que de frente veía el holograma de David, el Rey David. No podía creer que su hija ya conocía la palabra smartphone como si fuese la piedra angular de la nueva historia de la humanidad.
-Si- continúo Sara- y así aprovechamos para ir de compras al mall a comprarte unas buenas prenditas que te hacen falta. ¿Vendrás a Pabellón Polanco con nosotras esta tarde verdad?- le dijo a Abraham a quien amaba con todo su corazón.
Abraham se preguntó dónde habría aprendido la palabra “smartphone” tan pequeña, ¿sería de lo que los niños hablaban en la primaria?, y que sería de su futuro, cuando vio que Sara y Java observaban ansiosas su rostro, estaba sucediendo otra vez, se estaba desfigurando en una teleconferencia holograma como si su imagen estuviese a punto de desvanecerse o desintegrarse molecularmente, como una especie de parálisis espiritual producto de un dolor indescifrable.
David solo había dicho “Te necesitamos urgentemente”- Urgente! – Eso le dolió, como si le fueran a extirpar nuevamente una parte de su higado, como una espada laser atravesándolo o una estrella ninja entrando en la clave de su corazon.
David le hablo con su voz grave de ciencia ficción, cuando vieron que su marido y padre se desvanecía en el aire como si siempre hubiese sido un holograma y nunca un ser humano real, como si fuese a perderse para siempre en una dimensión extraña y desconocida, The Twilight Zone o The X Files, para ellas, quizás de luz.
Al menos, las memorias de Abraham, el Padre.
POLANCO 2
Una novela cinematográfica
Abraham Nissan
David había hecho nuevas alianzas con criaturas de todas las galaxias, y su objetivo no había cambiado, detener a Hitler (Que su nombre sea Borrado). Parecía imposible; pareciera imposible cambiar el pasado, el destino cruel de la raza humana y el pueblo hebreo, pero no lo era, no con las maquinas del tiempo que tenían los alienígenas amigos de la Tierra en estos tiempos, -quienes podían borrar el pasado y cambiarlo, resetearlo e integrarlo a un nuevo futuro.
Finalmente David había logrado congregar a un grupo de alienígenas que merodeaban al planeta para advertir sobre las desventuras que este sufriría y para explicar porqué había que anular los genocidios del siglo Veinte. Les había enviado un mensaje y ellos le habían contestado.
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