Abraham observo al gato por unos segundos, y seguido lo llamo con los dedos haciendo un ruido de regadora reguilete con los dientes moviendo los labios como un lagarto.
Fuera de maullar, el gato blanco de manchas doradas tipo cebra puntiaguda no hizo caso.
Sara no perdía su tiempo, y ya estaba eligiendo un accesorio de moda entre un multicolor de collares, pulseras y aros…todos en cuero genuino con un estilo nativo americano y europeo.
Los felinos por naturaleza eran solitarios y no admitían a extraños. A los gatos domésticos les resultaba más fácil, sin embargo llevaban en la sangre el carácter de sus parientes salvajes. Cuando querían descansar se retiraban y no les agrada que se les moleste. A pesar de eso no se les debía dejar solos demasiado tiempo.
Abraham llamo al gato y este maulló, Sara compro dos pulseras doradas con plumas de colores amarillas y anaranjadas con azul príncipe y un paliacate tipo hindú.
Intento acercarse al gato y este huyo velozmente girando en la esquina como un automóvil de carreras. Al buscar al gato vio que había un Música Room, y entro a mirar la nueva música del momento. Madonna nunca había dejado de ser la más popular, y más aún ahora que eran estudiantes de Kabbalah.
A pesar que el pasaje de Polanco parecía una locación rustica, siempre estaba lleno de jóvenes que buscaban lo mejor y más moderno.
Junto a los CD’s de Madonna se encontraba Britney Spears, Shakira, Celina Gómez, Cristina Aguilera, Regine Velásquez, Beyonce, April Lavigne, Maria Carey, Duffy, Whitney Houston, Lady Gaga, Celin Dion, Jennifer Lopez, Pink, Adele e incluso cantantes de mayor calidad como Sara Brightman, Agnes Monica, Amy Winehouse o Carrie Underwood.
Después de años de popularidad constante Madonna ya se veía mayor, pero aun actuaba como una chiquilla. El secreto de su éxito era el estudio de la Kabbalah en el centro. Cada nuevo disco de Madonna se hacía acompañar de un consabido escándalo. American Life no había sido la excepción, pero ¿y la música?, ¿quién hablaba de la música?
Abraham se centró por un momento y leyó de reojo en una revista de Letras Libres un artículo de un tal Nicolás Alvarado. Sabía que cuando Sara se ponía a comprar podía tardar horas. Leyó el artículo.
“Madonna lanzo su primer álbum en tres años (American Life, Maverick / Warner Bros., 2003), protagonizándola el acostumbrado escándalo concomitante y el disco termino vendiendo millones pero moralmente sepultado por una cauda de críticas desfavorables cuyos criterios valorativos se antojaban más políticos que musicales.
Con American Life, el disco que nos ocupa, clasificado como “secuela innecesaria” por la publicación musical más importante de Gran Bretaña y razón aparentemente válida para que la publicación musical más importante de Estados Unidos Rolling Stone acusase a su creadora de que “su fuerte, al parecer, no sea ya hacer discos”.
Alan Braidwood, locutor de BBC Radio y colaborador del sitio del conglomerado mediático británico en internet: “Como Erótica”, apunta Braidwood escribía, “este álbum podría pasar inadvertido si la gente lo juzga por su primer sencillo. Y, como en el caso de Erótica, sería una verdadera pena.”
Vayamos, pues, a Erótica. Disco osadísimo que busca tender puentes entre el house, el jazz y el primer apogeo del sampleo, es suma de canciones que ponderan las amarguras inherentes al juego de la seducción, que revelan la imposibilidad de establecer una conexión emocional real en un baile de máscaras sin fin y sin finalidad. Aquí Madonna se burla en vano del tipo que la hizo llorar (“Bye Bye Baby”), allá se esfuerza en derribar el muro simbólico que la separa del amor (“Words”), para terminar en un “Secret Garden” al que no podrá acceder hasta conocer cuál es su lugar, cuál su rostro, cuál el verdadero color de su
cabello (la traducción es literal). Aun así, “Erótica”, canción en que la autora se nos presenta bajo el disfraz de Mistress Dita, la dominatrix que nos golpeará como un camión para después ponernos en trance (la traducción es, otra vez, literal), fue la carta de presentación —mejor aún: de debut y despedida— de un álbum que no llegó a los hogares de quienes lo imaginaron a partir de tales frases como una colección de frases obscenas y gemidos orgiásticos.
Lo mismo pasaba con American Life, tercera incursión de Madonna en el universo de la música electrónica. Madonna se queja de la “vida moderna” y lamenta lo vacuo de su propia existencia mientras repite, con minucioso rigor, “I live the American dream”.
Tan falso lo uno como lo otro. Jamás ha sido Madonna una gringa promedio; jamás —y, desde luego, no ahora— una guerrillera empeñada en desequilibrar al sistema, por más que lo declare en otro track del disco (la jamesbondiana “Die Another Day”). De hecho, basta citar otra estrofa de la misma “American Life” para desentrañar de qué trata este disco en realidad:
I tried to be a boy
I tried to be a girl
I tried to be a mess
I tried to be the best
I guess I did it wrong
That’s why I wrote this song.2
En American Life, Madonna hace acto de contrición. Autobiográfica como todo narrador (que es el oficio, a fin de cuentas de todo músico pop), comenzaría a relatarnos su saga personal en Like a Prayer, álbum considerado “su primer disco serio”, particularmente en virtud de su neurótico tono confesional. En ese 1989,
una Madonna recién divorciada lloraba la pérdida de su madre, espetaba reclamos a su padre, dibujaba la violenta pesadilla de su matrimonio fallido. Y así habría de seguir, haciéndonos partícipes de su amargor amoroso (Erotica), de su rencor social (Bedtime Stories, 1994), de su aferramiento obstinado a las disciplinas espirituales (Ray of Light, 1998). Hasta llegar a American Life, donde opera la cura (la referencia a Freud en una pista dista de ser gratuita) y una Madonna sensata y serena purga sus problemas familiares (“Mother and Father”), reniega de su propia obsesión por la fama (“I’m So Stupid”), huye del bullicio de la falsa sociedad (“Nobody Knows Me”) y hace mofa de su antiguo protomisticismo (“This metaphysic’s shit is dope”, rapea en “American Life”), para terminar feliz en casa, con hijos (“Intervention”) y marido (“X-Static Process”), dispuesta a cerrar el círculo con una “Nothing Fails” en que el amor la impele a rezar pese a su agnosticismo, mientras la aclama un coro de gospel que es referencia directa a esa “Like a Prayer” primigenia.
American Life, dice Madonna, en que un buen chico es seducido por las luces de la gran ciudad y termina cegado por el falaz fulgor del éxito y el placer. No es el caso, sin embargo, de esta chica, autora de su propia tragedia, diosa ex machina que ha decidido coronar las primeras dos décadas de su vida artística con un hollywoodense final feliz. No faltaba más. –”.
Por un segundo Abraham pensó, quizás podría escribir un guion de cine sobre una pareja que camina en la cultura pop, consume, se sientan a tomar café y habla de la última moda en todas las áreas. Simultáneamente discuten sobre que se tratara su guion de cine.
Una chica se le acerco a Abraham por detrás, y rodeándolo le pregunto por la revista.
-Terminaste con la revista?
-Sí, si quieres tómala, hay un artículo muy interesante sobre Madonna.
-Ah no, es que escribí allí el teléfono de un amigo, y me gustaría copiarlo.
La hermosa chica rubia de redonda cabellera dorada, abrió una página donde había un anuncio de chocolates, y leyó una nota escrita a mano por algún chico, apunto un número en su mano como si escribiera un código del cual dependiera su futuro.
-Es tuyo el gatito allá afuera?- pregunto la chica coqueta.
-Eh…no, no es mío, a donde esta?
-Allí, está maullando, quizás quiere un poco de leche.
Abraham entendió la indirecta, era la nueva forma de comunicación mediante indirectas con que las nuevas chicas se comunicaban.
-Sí, buena idea, le voy a traer un poco de leche.
Abraham volvió a Capuchino’s y compro un vaso de leche, que trajo en un vaso de plástico y lo coloco detrás de una maceta. La chica ya se había ido, pero había dejado abierta la revista en la página de un anuncio de Nivea donde escribió allí su nombre y su teléfono. Abraham iba a arrancar la página cuando vio a Sara detrás de él.
-No sabes lo hermoso que esta todo, a este ritmo vamos a tener que regresarnos en metro.
-Porque?- pregunto Abraham a quien le pareció graciosa la idea.
-Ya no me va a quedar ni para la gasolina.
Abraham dejo la revista en el suelo con un bonche de revistas, fue a la caja a pagar unos headphones blancos que compro, y salieron a conquistar Mazaryk.
-Qué te parece si vamos a dar una vuelta en Mazaryk?-
-Si, a ver si vemos a los cuates- contesto Sara alegre.
Mientras caminaban a Abraham se le ocurrió una gran idea para un guion de cine de ficción. Un fantasma que recorre las calles de Polanco y desea comprar todos los artículos de moda en su camino, pero como no puede, mata a los dueños de las tiendas y se lleva sus espíritus llenos de moda y olor a dólares. Quizás una combinación de thriller, y película policiaca de fantasmas.
Un sano viento comenzó a soplar y las hojas de los arboles titiritaban como cascabeles en una ópera china.
Abraham y Sara se sintieron muy bien. Al pasar junto al puesto de periódicos Abraham logro leer de reojo en los titulares: “Viento y lluvia en la Ciudad de México dejan a más de veinte lesionados”.
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