El personaje se nos ha revelado en toda su dimensión megalómana y macabra. Dejó de aparentar civilidad para mostrar al fin su faceta más primitiva y sanguinaria, más ambiciosa y arrogante. Pretende volver realidad su sueño imperial en el que él encarnaría al nuevo zar o al renacido dirigente todopoderoso del bastión del comunismo soviético. Ha progresado ya en ese camino. Por lo pronto, en Rusia misma, bajo sus órdenes, se ha impuesto, mediante el látigo de una represión brutal, una propaganda oficial que no permite otras versiones de lo que pasa. La cotidianidad rusa se vive hoy como pesadilla inescapable en la que privan el lavado colectivo de cerebros, las delaciones y la prisión.
Completan el cuadro los miles de soldados muertos en territorio ucraniano y las crecientes penurias económicas de las mayorías, engañadas de que la lucha y el sacrificio son para defender y proteger a la patria.
Mientras tanto, en la mayor parte de nuestro mundo, con contadas excepciones, la desaprobación a Putin es abrumadora. Las comparaciones con Stalin y el paralelismo que ofrecen algunos de sus comportamientos empiezan a pensarse y decirse cada vez con más frecuencia. El papel que el presidente ruso está jugando en la promoción de una hambruna que afecte al mundo entero, es homologado ya con la política de Stalin de principios de los años 30, cuando el dictador soviético decidió castigar a Ucrania por sus aspiraciones nacionalistas, desatando deliberadamente una hambruna que, entre 1931 y 1934, produjo 5 millones de muertos.
La invasión rusa a Ucrania ha sido calificada, con razón, como el detonante de la emergencia de un nuevo orden mundial, que se mira peligrosamente amenazante, si el presidente ruso logra salir avante en sus propósitos de tragarse a este país eslavo. La historia y el perfil de Vladimir Putin presagian que su apetito no quedará saciado, como cuando Hitler no se conformó con los Sudetes y ya sabemos lo que ocurrió después.
A continuación, por expresar de manera precisa y visionaria cuál es el proyecto que mueve a Putin a arrasar Ucrania de la manera como lo está haciendo, me voy a permitir citar un fragmento del revelador libro Tierra Negra del historiador Timothy Snyder, editado en 2015, luego de que Rusia invadiera y se anexionara la península de Crimea:
“El presidente ruso, Vladimir Putin, desarrolló una doctrina de política exterior basada en la guerra étnica. Este argumento, ya sea defendido en Checoslovaquia por Hitler o en Ucrania por Putin, anula la lógica de la soberanía y los derechos, y allana el terreno para la destrucción de los estados. Transforma los sistemas de gobierno reconocidos en objetos de agresión intencionada, y a los individuos en objetos étnicos, cuyos supuestos intereses vienen determinados desde el extranjero. Putin también se situó a sí mismo a la cabeza de las fuerzas populistas, fascistas y neonazis de Europa. Al tiempo que daba su apoyo a políticos que culpan a los judíos del mundo de los problemas planetarios y aplicaba técnicas de destrucción del
Estado, Moscú generaba un nuevo chivo expiatorio: los homosexuales. La nueva idea rusa de un lobby gay, culpable de la decadencia mundial, no tiene mucho más sentido que la vieja idea nazi de un lobby judío culpable de lo mismo, pero aquélla es la idea que anda suelta por el mundo”. Y añade: “De la misma forma que el propósito de la alianza (de la URSS) con Hitler en 1939 era supuestamente dirigir la fuerza más radical de Europa contra la propia
Europa, el apoyo ruso a la extrema derecha europea tiene la intención de deteriorar y desintegrar la estructura más pacífica y próspera de principios del siglo XXI: la Unión Europea”.
Hasta el momento, la devastación, el desarraigo, la muerte y el sufrimiento han azotado de forma inclemente al pueblo ucraniano, pero aun así, las fuerzas rusas no han conseguido destruir al Estado, destrucción que era prioritaria para Putin.
El valor de sus dirigentes y ciudadanos, y el apoyo brindado a Ucrania por la comunidad internacional que está consciente del costo que para la humanidad tiene permitir que el dictador de Moscú se salga con la suya, lo han impedido. Sin embargo, quedan aún muchas batallas por librar para conjurar el escenario catastrófico que aspiran imponer las figuras más antilibertarias, represivas y autoritarias de nuestro mundo, las encabezadas hoy por Vladimir Putin.
Me llamo la atención esté artículo porque aparece un político como es Putin como el único verdugo, si fuera verdad esto, es fácil de resolver, usando el diálogo, pero resulta que hay demasiados intereses creados de muchos, para empezar los intereses de Israel. que buscan a como de lugar evitar tener sombras a su alrededor de su país, aunque ellos mismos las causan, es decir si buscan violencia les van a responder con violencia. Yo no hablo de dejarse hablo de tener la sabiduría necesaria para dialogar, sabiendo de ante mano que ningún de las dos partes va a tener el 100% de razón.
Espinosa,todo tu comentario es una redonda estupidez.