Rico como Creso

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Casi todo lo que sabemos de Creso es gracias a las Historias de Herodoto. Este historiador vivió en la época en que se disputaban las últimas guerras médicas (490-479) a.e.c.); testigo esencial del conflicto entre los griegos y el imperio persa de Jerjes, su objetivo es rastrear la génesis de este enfrentamiento. Remontando el tiempo a través de leyendas y testimonios recogidos durante sus viajes, evoca la vida de Creso, primer rey de Asia Menor que trató de someter a los pueblos griegos. Según Herodoto el origen de las guerras médicas reside, efectivamente, en la pretensión por parte de los persas de controlar Jonia, es decir la costa (con las ciudades como Efeso o Mileto) y las islas (Quío, Samos) al sur de Asia Menor.

El reino de Creso, ubicado en Lidia, es vecino de esa región y por supuesto, el rey desea extender su poder. Por ello es considerado por Herodoto como “el primer bárbaro en haber atacado injustamente a los griegos, en haber obligado a algunos a pagarle tributo y en haber convertido a otros en sus vasallos”.

A estos hechos objetivos se agrega el relato de una leyenda. Si Creso se convierte en rey de Lidia en 561, se debe a que su tataratatarabuelo Gyges, guardia del rey Candaulo, asesinó a su amo y usurpó el poder desposando a la reina. Pero el oráculo de Delfos reveló que los descendientes de Candaulo se vengarían en la quinta generación: esta generación es la de Creso.


Éste parece no temer a la predicción, que no puede ignorar. Su ambición devoradora sólo es comparable a sus capacidades: emprende una serie de expediciones exitosas contra las ciudades griegas jónicas e insulares. De este modo, logra anexar inmensos territorios a su reino. Pillajes, tesoros, tributos, impuestos, venta de ciudadanos como esclavos: así comienza la fortuna de Creso.

Su capital Sardes, se convierte en una ciudad prestigiosa. Ordena construir palacios suntuosos y distribuye a destajo subsidios y prebendas para atraer a gran cantidad de artistas, filósofos y poetas. Las riquezas de Lidia parecen inagotables: en materia financiera, Creso impone su ley en toda la cuenca mediterránea. Acuñar moneda en el mundo antiguo es una prerrogativa especialmente política, que manifiesta la soberanía de cada estado. Las finanzas de Creso son tan superiores a las del resto de las potencias, que su padrón monetario se impone en todas partes. De este modo, se consagra su reputación de hombre poderoso y especialmente como el más rico de su época.

Creso se considera el más grande y el más feliz de los hombres y lo proclama. Sin embargo recibe su primera advertencia cuando se presenta en Sardes un personaje atraído por los fastos de la corte: el famoso legislador Solón, considerado el padre fundador de la democracia ateniense. El rey lo invita a conocer su palacio y le muestra sus tesoros y riquezas. Luego le pregunta: ¿Conoces al hombre más feliz del mundo?, el sabio ateniense le responde: “Puedo ver que eres sumamente rico y ejerces tu reinado sobre numerosos soberanos; pero no puedo responderte sin haber sabido antes que tu muerte fue bella. Ya que el hombre rico no es más feliz que el hombre que vive el momento, si el destino no lo acompaña para que termine su carrera en plena prosperidad. En todas las cosas es necesario considerar el fin, ya que a gran cantidad de hombres el cielo les mostró la felicidad, para luego aniquilarlos completamente”.

Luego de este episodio el destino parece ensañarse con Creso. Primero, un sueño le advierte que su hijo Atys, comandante de su ejército, morirá de un golpe de espada; a pesar de haber tomado todas las precauciones, la predicción se cumple y Atys muere en un accidente de cacería.

Creso se ve obligado a tomar una decisión esencial. Frente al auge del imperio persa de Ciro, duda entre la negociación y la lucha. Finalmente consulta al oráculo de Delfos, no sin haber cubierto antes el santuario con ofrendas: vasos y copas de oro, vestimentas y túnicas de púrpura, jarras de plata e incluso 117 ladrillos de oro puro. Con esta ostentación de regalos, piensa que debe recibir la gracia del dios Apolo. Sin embargo, el oráculo es extremadamente ambiguo, ya que anuncia solamente que un poderoso imperio será vencido. ¿Cuál de ellos será? Creso se imagina de inmediato que se trata del imperio persa y lo ataca.

Le va mal ya que poco después de los primeros combates en Timbrea, los persas toman sorpresivamente Sardes y Creso es hecho prisionero. Condenado a la hoguera, asistiendo al saqueo de su capital, puede meditar acerca de la advertencia del sabio Solón con respecto a la fragilidad de las fortunas humanas. Sin embargo Ciro, intrigado al ver a su víctima murmurar el nombre de Solón mientras las llamas suben a él, ordena apagar el fuego para que le cuente la historia. Impresionado por este relato, Ciro salva a Creso por piedad, luego por amistad. Por supuesto que no le devuelve su reino, pero lo convierte en su consejero.

El hombre más rico del mundo tuvo que pagar muy caro por la usurpación cometida por su antepasado.

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