Sismos, ciencia y el pulso de la Tierra

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¿Cómo entiende la ciencia el fenómeno de los sismos? Cuando enfrentamos un desastre de este tipo tenemos dos problemas: uno, el causado por la naturaleza, y el segundo, no menos importante, el que surge debido a la falta de inteligencia, previsión y preocupación por nuestros semejantes. Carlos Monsiváis decía que la indolencia es un temblor repetido.

Para ayudarnos a comprender lo que podemos hacer ante los sismos, más allá de los mitos, platico con el doctor Carlos Valdés González, jefe del Servicio Sismológico Nacional y destacado investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM. Para ello hay que entender la física de los sismos y su vinculación con la vida de nuestro planeta. El doctor Valdés González explica, con imágenes claras y elocuentes, lo que sucede:


Un sismo es una liberación súbita de energía en el interior de la Tierra. Una analogía muy útil para entender este fenómeno nos la puede dar un lápiz: si lo tomamos con las dos manos y empezamos a doblarlo, le estamos aplicando cierta fuerza. Así nos damos cuenta que con un poquito más de presión está a punto de romperse. Cuando finalmente pasamos ese momento, lo que sentimos es una liberación de energía que se transforma en sonido; pero también en nuestras manos hay una liberación. Lo que hicimos fue aplicar fuerza, rebasar el límite de resistencia de la madera, del grafito, para que se quiebre. En el interior de la Tierra ciertas condiciones hacen que las placas tectónicas (que son como piezas de un rompecabezas esférico en la superficie) se muevan. No se mueven libremente, están de alguna manera atoradas, y cuando en los bordes de estas placas se aplica suficiente fuerza (como la presión que hacemos con las manos en el lápiz) finalmente el límite de resistencia (en este caso de la roca) se rompe, se fractura; genera una vibración que nosotros sentimos a una determinada distancia y que le llamamos temblor. Lo que estamos sintiendo es en realidad la transmision de esta vibración.

Y los efectos que tiene, los cuales son devastadores.

Efectivamente. Si en la expresión de este fenómeno no hubiera casas, edificios, construcciones, los árboles se moverían, se sacudirían la tierra y el pasto, pero no pasaría nada además del susto.

Efectos colaterales

El doctor Valdés González salta de la física al problema humano:

Cuando colocamos estructuras que son precarias, que no tienen la capacidad de resistir esa vibración, es cuando el sismo empieza a tener otro tipo de efectos.

Paradójicamente, eso nos muestra que la Tierra está viva; que el calor de su núcleo produce las fuerzas y movimientos que rompen el ‘lápiz’.

Eso es muy importante. Estos fenómenos que nosotros asociamos con pérdida de vidas, con daño, con destrucción, son el pulso de la Tierra. La Tierra dice: “A pesar de lo que se está haciendo en la superficie, soy un planeta vivo”. Produce los sismos, produce los volcanes, pero también es responsable de la atmósfera que finalmente permite que exista la vida. En contraste, por ejemplo, en la Luna no hay sismos. No hay volcanes. Los cráteres que observamos son cráteres de impacto. Tampoco tiene una atmósfera o vida. Entonces, esto es más o menos un impuesto que hay que pagar por vivir en este planeta. Queremos vivir aquí, tenemos que saber qué hacer en el caso de sismos y de la aparición de volcanes.

El doctor Valdés González nos plantea así que los sismos son inevitables.

Los temblores y los volcanes se conectan con el pulso de la Tierra. Irremediablemente tenemos que convivir con esta realidad. Es por eso que debemos desarrollar una cultura de protección ante los sismos, entender nuestro ecosistema: sus desventajas pero también sus ventajas. Entre estas últimas, por ejemplo, el que los volcanes crean condiciones de fertilidad. Junto a un volcán podemos tener una mejor vida.

Valdés González sonríe. Nos dice que eso explica por qué precisamente nuestros antepasados decidieron vivir en medio de los volcanes.

¿Por qué no se fueron a la playa? La razón es que bajo el volcán (recordamos el título de una novela de Malcolm Lowry) se encuentra la zona más fértil. Además, en el caso del valle de México se da también la presencia de una gran cantidad de agua.

El Efecto ciudad de México

Las particulares condiciones hidrológicas de la ciudad generan sin embargo una dificultad adicional en caso de sismos: un terreno blando requiere una física especial a tomar en cuenta en la construcción de nuestras viviendas. El Jefe del Servicio Sismológico Nacional nos comenta:

Se trata esencialmente de una gelatina. Si regresamos a las analogías y hacemos en un recipiente una gelatina grande y lo colocamos en el extremo de una mesa, vamos a ver que al dar un golpe en otra parte de la mesa se transmite una vibración, pero la gelatina no brinca una sola vez, se queda oscilando porque es un medio semisólido o semilíquido que una vez que tiene un movimiento no lo puede contener como lo hace la madera de la mesa. Con un solo golpe hacemos oscilar muchas veces la gelatina. Lo mismo sucedería con el envase de agua. Cuando pasa una onda sísmica ocurre lo que se llama el ‘Efecto Ciudad de México’. La ciudad comienza a resonar y esto hace que aunque los grandes sismos ocurran en la costa del Pacífico (a una distancia considerable de la Ciudad de México) tengamos un efecto de amplificación. Los sismos duran incluso más que en el epicentro y pueden registrar vibraciones o amplitudes muy altas.

Valdés González subraya la paradoja con la misma idea que planteó sobre el planeta, pero aún más particularizada:

Eso es también un impuesto por vivir en un lugar tan extraordinario como la Ciudad de México.

Los antiguos mexicanos sabían de ello porque la palabra con la que designan el lugar donde vivían está dentro de nuestra cultura, tiene que ver con movimiento…

Así es, es la palabra ollin, y tiene un glifo (es decir la representación gráfica de este término). Lo podemos ver en la piedra del sol. En uno de sus elementos hay una cara en el centro y rodeando la cara hay una ‘X’ que parece que tiene orejitas. Es el símbolo de ollin, símbolo de movimiento, que también representa temblores. Cuando los historiadores y los antropólogos se encuentran con el sismo, vemos una carita: si la cara tiene un ojo entrecerrado es que el sismo ocurrió en la noche, y cuando la conectan dos o tres veces, es la réplica, los sismos que siguen después de un sismo mayor. Yo estoy seguro que había sismólogos en el antepasado, y que había también vulcanólogos. Es parte de nuestra cultura.

Ciencia y cultura ante los sismos

Con estos antecedentes y a partir del conocimiento que nos da la ciencia, estamos obligados a desarrollar una ingeniería adecuada a nuestro entorno, una cultura con medidas de prevención y de cuidado colectivo muy específicas. En este marco, el doctor Valdés González nos habla de las medidas de construcción necesarias:

Cuando a nuestros ancestros les encargaron la edificación de la ciudad en medio de un lago, en un suelo muy blando que se hunde, los ingenieros y los arquitectos se debieron rascar fuertemente la cabeza. Lo que hicieron fue construir pirámides que después iban ampliando. Probablemente la primera pirámide se hundía y comenzaba a compactar el terreno abajo. Se volvía un cimiento mejor. Continuaban con la siguiente superestructura, con la misma forma piramidal. Al conocer lo que hacían nuestros antepasados, nosotros tenemos que aprender a construir en forma adecuada. Sí se puede hacer. Debemos conocer la información que produce la ciencia; la sismología, la ingeniería sísmica, saber cómo vibra el terreno y qué tipo de estructura debo tener en la superficie para que pueda absorber este movimiento y no se destruya o se colapse; en otras palabras, que nos permita seguir viviendo aquí.

Aquí es donde interviene la ciencia. La capa blanda de la que hablamos tiene espesores de 40 o 50 metros de profundidad. La zona en donde el lago y la capa blanda eran más profundos se encuentra por el aeropuerto. Una de las técnicas para construir en esas condiciones es atravesar el suelo con pilotes. Un pilote es como un palillo. Al meterlo en un pan sobre una mesa, lo atraviesa, y cuando toca la parte de la mesa, ya no atraviesa nada más. De manera similar, los pilotes atraviesan la parte blanda del suelo y se hincan en el terreno duro. Sobre la parte superior de los pilotes se colocan los edificios. Entonces, aunque se mueva la parte de la gelatina, yo estoy anclado en una parte dura. Eso es válido para edificios muy altos o edificios muy grandes. Los edificios más pequeños tendrán que vivir sobre la parte de gelatina y lo que tenemos que hacer es entender cómo se mueven.

Después del terremoto de 1985, nos dice el doctor Valdés González, hemos aprendido mucho sobre lo que debemos hacer en términos de construcción. Esto debe formar parte del desarrollo de una cultura contra los riesgos sísmicos. Sin embargo, la negligencia, la indiferencia y la corrupción pueden ser más dañinas que el mismo temblor. Los sismos son inevitables. La falta de prevención y de inteligencia para tratar de mitigar sus efectos no lo son.

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