Theodor Herzl, por Miguel Truzman

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Escribo estas líneas en el natalicio de quien lleva el título de mi artículo de esta semana, ocurrido un 2 de mayo de 1860 en Budapest, Hungría.

Herzl fue presidente de la Organización Sionista Mundial, promovió la idea central del retorno del pueblo judío a su tierra ancestral, para constituir un Estado libre, autónomo e independiente, en donde los judíos se sintieran seguros y además con raíces profundas y milenarias que fueron, sin duda, el basamento central de dicha plataforma organizacional.

Volver a reencontrarse con sus hermanos en Jerusalén donde, de acuerdo con las estadísticas, para finales del siglo XIX había aproximadamente poco más de 28.000 judíos, 8500 musulmanes y 8748 cristianos.


La demografía de Jerusalén fue variando con la ola inmigratoria judía. Por ejemplo, en 1922 ya eran 33.971 judíos y apenas 13.413 musulmanes; para 1931 había 51.200 judíos y solo 19.900 musulmanes, y con el trascurso de los años la población judía no solo en Jerusalén, sino en todo lo que era llamada la región de Palestina, fue creciendo en forma exponencial.

Gracias a las familias judías más pudientes, como los Rothschild, se pudieron comprar a terratenientes árabes de la región grandes extensiones de tierras, donde aunadas a las propiedades que ya tenían judíos asentados desde hacía siglos, se fueron creando granjas agrícolas o los llamados kibutzim, donde se practicaba el colectivismo, compartiendo el fruto del trabajo y esfuerzo entre todos.

El Movimiento Sionista tuvo un éxito extraordinario en poder concretar una utopía, después de casi 2000 años de exilio de Judea, y regresar con la misma lengua de sus antepasados, las mismas tradiciones y costumbres, una verdadera hazaña.

El hecho de que el pueblo judío tuviera su propio Estado, no iba a ser un impedimento para que la judeofobia mundial buscara una excusa para vomitar su odio antisemita, y eso se tradujo en el llamado antisionismo.

Una vez se concretó el proyecto sionista con la Resolución 181 las Naciones Unidas aquel 29 de noviembre de 1947, con la partición de la región llamada Palestina —la cual había sido previamente dividida un año y medio antes, el 25 de mayo de 1946 con la creación del Reino Hashemita de Jordania, al que se le entregó el 70% del territorio, por lo que ya solo quedaba menos de un tercio para formar un Estado Judío y otro árabe según la resolución de la ONU, que sería el segundo Estado palestino.

Ese segundo Estado palestino no tuvo la buena pro de la Liga Árabe, cuyo liderazgo era el que decidía por aquella época tales situaciones, ya que los palestinos no tenían una organización, un liderazgo, una institucionalidad, banderas o himnos; no fue sino mucho más adelante, en 1964 con la llegada al escenario de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por Yasser Arafat, movimiento que se conformó y se dio a conocer por hechos sangrientos, atentados terroristas, secuestro de aviones, la masacre a los atletas judíos en las Olimpiadas de Múnich, entre miles de actos de terror en las calles de Israel, cafés, cines, discotecas, etc. Fue una época de barbarie, como usualmente ha seguido pasando, siendo su punto cúspide el 7 de octubre pasado, con la incursión a Israel de otros grupos terroristas palestinos, liderizados por Hamás y la Yijad Islámica.

Al día de hoy se estima que hay un número aproximado de poco más de 15 millones de judíos en el mundo, de los cuales la mitad vive en Israel y el resto repartido alrededor del mundo, siendo EEUU el país de la diáspora que más judíos alberga, con casi 6 millones.

El sionismo es visto hoy en día como el apoyo irrestricto a la existencia legitima del Estado de Israel, al respeto a su soberanía, a su integridad territorial y a la seguridad de sus ciudadanos de vivir en paz, de prosperar, de tener una vida normal.

Los movimientos, grupos, personas y países, profundamente antisemitas que se disfrazan con los atuendos de un supuesto antisionismo, de que Israel el único Estado judío entre más de 200 países en el mundo, el único Estado judío entre 27 países musulmanes, no tiene derecho a existir, es un Estado “genocida”, “asesino de niños”, “xenófobo”, “ocupante” en su propia tierra… En fin, son las mismas acusaciones que le decían a los judíos antes de la creación del Estado de Israel.

El antisionismo es una burda fachada moderna del más feroz y virulento antisemitismo. A los que se arropan con este disfraz no les importan mucho los más de 500 mil muertos en la guerra civil de Yemen, los más de 300 mil muertos en la guerra civil de Siria, los millones de cristianos asesinados en el Medio Oriente desde principios del siglo XX hasta ahora, las violaciones flagrantes a los derechos humanos en Irán, Arabia Saudita, Catar, etc. Ni una banderita, ni un gritico en repudio a dichas barbaries.

Hoy rendimos tributo a ese prohombre llamado Theodor Herzl, quien a pesar de haber muerto muy joven dejó un inmenso legado, que hoy portamos con orgullo y admiración.

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