La Guerra Civil Española adquirió una dimensión internacional desde el mismo momento en que se inició. La intervención de la Alemania nazi y la Italia fascista en favor de los sublevados del bando nacional, así como el apoyo que recibió el gobierno republicano por parte de la Unión Soviética—aunque este fuera vacilante y no inmediato—, transformaron rápidamente la lucha fratricida ibérica asimismo en un conflicto internacional. La guerra desató intensos debates en todos los países occidentales. La opinión pública liberal y de izquierdas se alineó y movilizó en favor de la Segunda República Española y los valores que esta supuestamente representaba: democracia, progreso y justicia social. A su vez, las fuerzas conservadoras y la derecha en general demostró públicamente su simpatía hacia la “Cruzada anti-comunista” de los insurgentes nacionales liderados por el general Francisco Franco.
El apoyo a la República se manifestó en la forma de campañas de recogida de fondos, alimentos y medicinas en su favor. Pero también quedaba expresado en la decisión de decenas de miles de jóvenes de todo el mundo de viajar a la Península Ibérica para defender a la República desde las trincheras españolas. Las estimaciones sobre el total de voluntarios oscilan entre 35 y 60 mil, inclinándose los estudios más recientes hacia la primera cifra. Sin embargo, se puede asegurar sin duda alguna que un mínimo de 35 mil voluntarios llegaron a España provenientes de más de 50 países distintos. Entre ellos, el número de voluntarios judíos que se incluyeron en el marco de las Brigadas Internacionales (BI) para combatir a los rebeldes del bando nacional fue extremadamente alto. De acuerdo con la mayoría de las estimaciones su número habría sido de entre 4 y 7 mil1. Es difícil concluir una cifra más precisa debido a que se encontraban dispersos entre las distintas unidades, organizadas en base a las nacionalidades de los voluntarios, y en muchos casos sus apellidos no revelaban sus orígenes étnicos. De cualquier modo una cosa está clara: el número de judíos entre los voluntarios de diferentes nacionalidades fue, en la mayoría de los casos, enormemente desproporcionado respecto del total que conformaban los judíos en cada una de los países de los que procedían.
Martin Sugarman ha propuesto las siguientes estadísticas, que probablemente son algo exageradas. De 5 mil voluntarios polacos, 2.250 —es decir, el 45 por ciento— habrían sido judíos. En esa época los judíos representaban tan solo un 10 por ciento de la población en Polonia. Para el caso de los Estados Unidos, Sugarman estima que hubo 1.250 voluntarios judíos, un 38 por ciento del total de los voluntarios estadounidenses, siendo los judíos tan solo un 4 por ciento de la población. Los 1.043 judíos franceses constituirían según estas estimaciones el 15 por ciento de todos los voluntarios franceses, en un momento en el que la población judía francesa se limitaba al 0,5 por ciento. Entre 200 y 400 judíos habrían dejado el Reino Unido para viajar a España, esto es entre el 11 y el 22 por ciento de los voluntarios británicos, cuando los judíos suponían igualmente el 0,5 de la población2.
En diciembre de 1937 se creó una compañía judía dentro del Batallón Palafox de la polaca 13ª Brigada Dumbrowski. La compañía recibía el nombre de Nafatali Botwin, un comunista judeo-polaco que había sido ejecutado por el gobierno de Pilsudski en 1925. La Compañía Botwin se convirtió inmediatamente en un símbolo de la participación judía en la Guerra Civil Española, aun cuando la mayor parte de los brigadistas judíos combatieron en otras unidades. A pesar de ser denominada oficialmente como una unidad judía, dio cabida a varios voluntarios no judíos, principalmente polacos, alemanes y españoles, e incluso dos árabes lucharon en sus filas, uno de ellos un panadero palestino que hablaba ídish3. La Compañía Botwin publicaba un periódico desde el frente, llamado igualmente Botwin, que enfatizaba constantemente la contribución judía al esfuerzo de guerra republicano y a la lucha antifascista. Una propuesta inicial para dar el nombre a la compañía de Bar Kojba (en honor del dirigente judío que lideró la revuelta contra el imperio romano en el siglo II) fue rechazada en favor de Botwin, quien había sido sentenciado a la pena capital tras disparar a un oficial de policía que se había infiltrado en las filas del Partido Comunista en Lvov. Botwin se convirtió en símbolo del sacrificio revolucionario de los miembros del partido, judíos y no judíos por igual.
Muchos de estos voluntarios albergaban ideas internacionalistas y la cuestión de enfatizar su identidad judía era ajena a ellos. Pero en realidad —como se desprende, por ejemplo, de las cartas que enviaban desde las trincheras españolas a sus amigos y familiares, o de sus memorias de guerra— también participaban del mandato judío del tikkun olam, una frase en hebreo que significa “reparando el mundo” o, alternativamente, mostrar responsabilidad para reparar y transformarlo. Muchos voluntarios aspiraban a detener, aun con sus propios cuerpos si se hacía necesario, la oleada nazi y fascista que recorría Europa, defendiendo así tanto una causa judía como una universal. Según Ethel, la esposa del doctor canadiense Aaron Magid, la persecución antisemita desatada en Alemania era uno de los motivos que habían impulsado a su marido hacia España: “Bueno, oíamos todas esas cosas sobre Alemania y lo que sucedía allí a los judíos, y queríamos luchar contra los fascistas, y eso es lo que hicimos”4.
Obviamente, sería un error hacer generalizaciones sobre los voluntarios judíos que provenían de diferentes países y que tenían unas trayectorias muy diversas. La decisión individual de cada uno de ellos de emprender el viaje a España dependía de varios factores —políticos, sociales, económicos y psicológicos. Aún así, la conspicua presencia de judíos en las BI contribuyó a intensificar los estereotipos antisemitas presentes en el bando nacional, donde generalmente se identificaba a los judíos con el bolchevismo5.
Mientras que existe una amplia bibliografía acerca de las BI, menos atención se ha dedicado a la participación judía en su seno durante la Guerra Civil. Más allá de memorias de guerra escritas en ídish y de piezas periodísticas, algunos estudios pioneros en este sentido incluyen al de David Diamant, Yidn in Shpanishn Krig, publicado originalmente en 1967, del cual se publicó una versión en francés en 1979, y el libro de Arno Lustiger Shalom Libertad! Juden in spanischen Burgerkrieg (1989). Con todo, estos libros, y algunos estudios posteriores, se centran en voluntarios judíos europeos o en judíos estadounidenses, existiendo una clara ausencia de obras que traten de voluntarios argentinos de origen judío en el conflicto español. Este artículo se centra en estos voluntarios y las motivaciones que tuvieron a la hora de tomar parte activa en la Guerra Civil.
Ecos de la Guerra Civil Española a orillas del Plata
La historiografía judía ha ignorado a los argentinos-judíos que acudieron a luchar en suelo español. En su mayor parte la bibliografía sobre las experiencias judías en América Latina ha puesto la atención sobre los judíos afiliados a las instituciones comunitarias, ignorando a menudo a los judíos no afiliados, como eran estos voluntarios. Después de todo, se trataba de judíos que se identificaban con el Partido Comunista Argentino o con el socialismo y anarquismo. Por su lado, la historiografía argentina que ha tratado las reacciones que causó el conflicto español en su país tampoco se ha hecho eco normalmente de estos argentinos-judíos. Esta ausencia tiene mucho que ver con la tendencia entre un gran número de intelectuales en el continente de rechazar la importancia de la categoría analítica de etnicidad, salvo en estudios relacionados con poblaciones indígenas o de origen africano6.
La Guerra Civil polarizó a la sociedad argentina de forma similar a lo que hizo con la sociedad española en conflicto7. Mientras que en Europa Occidental y los Estados Unidos se veía la contienda como un enfrentamiento entre fascismo y democracia, los latinoamericanos la observaban en términos más complejos, a través del prisma de sus propios problemas internos que, en muchos casos, se asemejaban a los de España en la década de 1930: el accidentado camino hacia la modernización y los obstáculos para lograrla; la necesidad de reconciliar, tanto en lo social como en lo político, constituciones del siglo XIX con formas de vida modernas; los problemas vinculados a la reforma agraria; la intervención de las fuerzas armadas en la vida política; las relaciones Iglesia-Estado.
En la Argentina, quizás en mayor medida que en otros lugares de América Latina, la opinión pública se inclinaba a favor de los Republicanos, aunque había elementos influyentes en la sociedad que simpatizaban con los rebeldes. Esto pudo notarse durante las presidencias de Agustín P. Justo y Roberto M. Ortiz, quienes apoyaban en mayor o menor grado la rebelión nacionalista liderada por el general Francisco Franco, albergando la creencia de que era el mejor servicio que podían dar también a los «intereses nacionales» de la Argentina. No obstante, la mayor parte de la opinión pública no estaba convencida de la «necesidad» de tal apoyo y continuó expresando cierto desagrado por la cooperación con Franco, incluso en los años que siguieron a la finalización de la contienda fratricida.
La postura oficial del gobierno argentino fue de neutralidad, siguiendo los ejemplos de Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos, con el fin de evitar protestas públicas, aunque el régimen no tenía que temer un posible daño electoral derivado de su actitud, ya que las elecciones por aquel entonces se llevaban a cabo mediante fraudes y falsificaciones. En la práctica, no obstante, adoptó varias medidas que dañaron los intereses del gobierno de la República española. El canciller Carlos Saavedra Lamas estuvo involucrado en diversos intentos de mediación para resolver el conflicto, ayudando así a fortalecer la posición internacional de los rebeldes. En el mismo sentido actuó el embajador argentino en Madrid, Daniel García Mansilla, durante las primeras semanas de la guerra. En su calidad de presidente de la Asamblea General de la Liga de Naciones en Ginebra, Saavedra Lamas abortó varios intentos de tratar la violación del Acuerdo de No Intervención por parte de Italia, Alemania y Portugal, los aliados de los rebeldes nacionales.
En el frente doméstico, las autoridades argentinas obstruían las actividades de organizaciones pro-republicanas. En septiembre de 1936 se prohibieron todos los mítines políticos y manifestaciones en espacios abiertos. Las reuniones se aprobaban solo en caso de ser en interiores y con autorización policial. En noviembre, el Senado sancionó una ley que prohibía el comunismo y fue formulada de manera tal que podía utilizarse asimismo para impedir actividades en apoyo de la República Española. En varias ocasiones fueron dispersadas manifestaciones de solidaridad con el bando republicano, incluso en ocasiones en que habían obtenido todos los permisos exigidos por las autoridades correspondientes. Se produjeron detenciones, bajo distintos pretextos, de mujeres que hacían colectas en las calles porteñas. También se obstaculizó de varias formas la distribución de publicaciones pro-republicanas. En cambio, los simpatizantes del bando franquista no veían sus actividades obstaculizadas, al menos hasta la presidencia de Ortiz.
La mayor parte de las fuerzas políticas opositoras simpatizaban con la República, incluyendo la Unión Cívica Radical (UCR), representante de la clase media; el Partido Demócrata Progresista (PDP); el Partido Socialista Argentino (PSA); el Partido Socialista Obrero (PSO) y los sindicalistas de la Confederación General del Trabajo (CGT). No obstante, fue el Partido Comunista Argentino (PCA) quien tuvo un papel principal en la movilización de apoyo, fondos y voluntarios para la causa republicana. Hay que tener en cuenta que tras el golpe militar de 1930, el PCA había sido declarado ilegal. Contaba con menos de 5.000 afiliados, muchos de ellos inmigrantes. Sin embargo, disponía de un número creciente de simpatizantes y adherentes en organizaciones vinculadas al partido. Los comunistas encabezaron el movimiento de solidaridad con la República española y de hecho dicha actividad se convirtió en el eje central de sus actividades. En este sentido, los comités de ayuda a España sirvieron a la vez como un escudo bajo en cual podían refugiarse y una plataforma para ganar apoyo de las masas en la arena política local.
Cientos de voluntarios, la mayor parte de ellos comunistas, salieron de la Argentina para combatir en España, a pesar de que la embajada de la República en Buenos Aires no participó activamente en la campaña de reclutamiento y de que el gobierno argentino les impuso innumerables dificultades para viajar8. Victorio Codovilla, líder del PCA y estalinista intransigente, incondicionalmente leal a Moscú, había actuado como enviado del Comintern en España en la década de 1930. Trabajó para los republicanos utilizando el alias ‘Medina’, e intentó promover la cooperación entre comunistas y socialistas españoles. Durante el primer año de la Guerra Civil, Codovilla fue de hecho el líder del Partido Comunista Español (PCE). Dolores Ibárruri (la Pasionaria) lo elogió en sus memorias por su aporte al movimiento. Otra figura destacada del PCA, Juan José Real, combatió con las Brigadas Internacionales desde fines de 1936 hasta la rendición final de la República, momento en que regresó a su país, donde se desempeñaría como secretario de organización del Comité Central del partido.
Argentinos-judíos y el conflicto ibérico
Mientras que muchos argentinos simpatizaban con la República como parte de su lucha por una sociedad democrática, pluralista y socialmente justa en su propio país, los argentinos-judíos tenían razones adicionales para justificar su apoyo a la causa. Por un lado, estaban preocupados por el destino de sus parientes que se habían quedado en Europa y lo que podría ocurrirles en caso de surgir otro régimen tiránico con la ayuda de la Alemania nazi y la Italia fascista. Simultáneamente, buscaban proteger su situación en la Argentina, en tiempos de una creciente influencia de los nacionalistas de derecha en los círculos políticos, militares e intelectuales, tal como lo expresó elegantemente Samuel Glusberg, firmando con su seudónimo Enrique Espinoza, en un artículo titulado «Por qué los judíos deben ayudar al pueblo español», publicado en el mensuario Judaica, que dirigía Salomón Resnick, en julio de 1937:
Ante todo: por una razón de justicia, que en eso consiste ser hombre y ser judío. Después, en defensa propia, porque el enemigo número uno del judío es el mismo del pueblo español. Finalmente, porque en la convivencia histórica durante siglos, solo la segunda república se apresuró a reconocer en forma oficial a los judíos.
Contra esta República se levantaron precisamente, a los pocos meses de proclamada, los generales facciosos del rey, con Sanjurjo a la cabeza, para reducir al pueblo español a la misma condición que sus muy ilustrísimos antepasados habían logrado reducir al judío…
Ahora bien, ¿puede el judío que, como el criollo, ha sentido por así decirlo en carne propia, los extremos a los que es capaz de recurrir la casta feudal y militarista en defensa de sus privilegios más odiosos, adoptar una actitud contemplativa frente a la guerra totalitaria que los últimos generales borbónicos están llevando hoy a sangre y fuego contra el pueblo español, en complicidad con las huestes negras del Duce y del Führer? De ninguna manera. El judío, para ser consecuente consigo mismo, debe de ponerse cuanto antes de parte del pueblo español en ese definitivo juego de vida o muerte y echar el resto, según la profunda expresión de nuestro idioma, en su favor. De lo contrario, tarde y temprano le ocurriría lo que al judío alemán que no supo sumarse a tiempo a la campaña contra Hitler9.
El Comité Israelita pro Ayuda al Pueblo Español (CIAPE) tenía 15 sucursales a lo largo y ancho de la Argentina, que distribuían los panfletos que el Comité editaba en ídish, convocando a los judíos a apoyar a la sitiada República Española y logrando recolectar no menos de 100.000 pesos en la comunidad10. La CIAPE explicaba que solidaridad, democracia e idealismo eran los móviles del apoyo judío a la República. Caracterizaba a los rebeldes nacionalistas como antisemitas. Las publicaciones en ídish del PCA tenían una extensa cobertura del conflicto ibérico, al que dedicaban más espacio que a la cobertura de sucesos antisemitas en Europa o la Argentina11. Desde sus páginas llamaban a los lectores a donar dinero, alimentos y medicinas, pero también a enrolarse para combatir en España. Jóvenes judíos, varones y mujeres, juntaban hojas de aluminio, ropas y contribuciones económicas para la defensa de la República. A los agricultores judíos en las colonias se les pedía donar parte de sus cosechas al pueblo español.
Destacados comunistas argentinos-judíos tuvieron un papel importante en el Comité de Ayuda a la España Republicana (como fue el caso de Iosif Grigulevich hasta que fue arrestado por la policía argentina y posteriormente enviado a Madrid12) o en Socorro Rojo, que contaba con una militancia femenina activa de unas 3.000 mujeres (por ejemplo, Elsa «Lola» Rabinovich). La solidaridad con la República y el apoyo a la causa no se limitó a los judíos de Buenos Aires o a los judíos askenazíes. Alberto Cohen, nacido en San Miguel de Tucumán a comienzos de 1927, hijo de padres nacidos en Esmirna, recuerda la atmósfera en su ciudad natal a fines de la década de 1930: «Claro, nosotros seguíamos sintiéndonos Republicanos a pesar de todo, y por eso, como éramos consecuentes con nuestras ideas… nos afiliamos a la Juventud del Partido Socialista»13.
Numerosos judíos que hasta entonces no habían participado en política, se afiliaron a diversos comités de ayuda. La socialista Rosa Scheiner creía que la Argentina se dirigía a un enfrentamiento intestino similar al español. Como muchos otros, temía que una victoria rebelde pudiera fortalecer a los nacionalistas argentinos. La comunista Fanny Edelman compartía militancia con su marido Bernardo, lo que llevó a ambos a participar en la Guerra Civil Española. Fue un enfrentamiento transnacional, librado a ambos lados del Atlántico e intensificado por el movimiento de gente e ideas hacia una y otra orilla. Otra argentina-judía que se identificó con la causa republicana fue Berta Singerman. Comenzó su carrera en el teatro en ídish y adquirió fama nacional e internacional como recitadora. En el apogeo de su carrera llegó a declamar ante un público de 70.000 personas en Córdoba. En su autobiografía, Mis dos vidas, da testimonio de su amor por la poesía española y su simpatía por el proyecto republicano de justicia social y de libertad14. Berta actuó junto con su hermana Paulina en actos a favor de la República y se negó a visitar España después de que se consolidara allí el régimen nacionalista.
Muchas mujeres judías ayudaron a la República mediante la CIAPE u otras asociaciones, en el marco de la Federación de Organizaciones de Ayuda a la República Española (FOARE), cuyo secretario general era el argentino-judío Abraham Schuckman. Este último viajó también a España y se transformó en uno de los combatientes argentinos en la Península. Las expresiones de solidaridad con la República por parte de mujeres argentinas-judías se dejaban sentir tanto en la Capital Federal, como en el conurbano y el interior. En Quilmes, Once y Villa Crespo, o en Villa Domínguez y Moisés Ville, estas recolectaban fondos y organizaban reuniones sociales de diverso tipo para ayudar al pueblo español.
A menudo la policía reprimía manifestaciones favorables al gobierno de izquierda en España. Muchos simpatizantes prorrepublicanos, judíos y no judíos por igual, fueron víctimas de una política que consideraba tales actividades como una amenaza al orden social establecido en la Argentina. Al fin y al cabo, para muchos políticos, oficiales estatales y militares, policías y periodistas, ser judío, comunista y prorrepublicano era prácticamente lo mismo.
Entre Moisés Ville y Madrid: voluntarios argentinos-judíos
En lo que respecta a la movilización de apoyo material para la República Española, la Argentina se encontraba entre los primeros países del mundo en términos proporcionales a la población. En cuanto al número absoluto de voluntarios que combatieron en España, fue el segundo de América Latina, después de Cuba y por delante de México. Investigaciones recientes han establecido que el número de voluntarios argentinos osciló entre los 600 y 900. Al menos cien de ellos eran de origen judío15.
Cuando se pasa revista a los apellidos, resulta evidente que más del 10% de los voluntarios argentinos eran de origen judío. Obviamente, había también judíos en la Argentina, como en todas partes, que adoptaron apellidos no típicamente judíos. Un estudio detallado de todos los voluntarios y sus antecedentes se hace necesario y podría indicar que la proporción de argentinos judíos entre ellos era mayor aún. Según una importante autoridad en demografía judía, el número de judíos en Argentina en 1930 era de 191.400 en una población total de 12 millones, o sea el 1,6%16. Su presencia entre los voluntarios (más de 10 por ciento) significaba una más que notable sobrerrepresentación.
Varios de los judíos que pudimos identificar en esta lista y sobre los que tenemos alguna información eran argentinos de primera generación nacidos en su mayor parte en Europa Oriental (como Benzión Abramson, Baumkoler, Davidoff, Fijtman, Lipovetzky, Prince, Radowitzky, Sosnowski, Steinmetz o Yaselman). La provincia de Santa Fe (Feldman de Etchebehere, Grunfeld y su compañera Ana Piacenza, Maguid, Segal) y la ciudad de Córdoba (Bermann, Corach, Edelman, Mochkofsky, Ostrowski, Serebrinsky) estuvieron claramente sobrerrepresentadas como lugar de origen de los voluntarios argentinos judíos. Gobernada por el radicalismo, en la provincia de Córdoba las agrupaciones de ayuda a los republicanos españoles funcionaban legalmente, sin obstáculos ni restricciones para el desarrollo de sus actividades ni persecuciones por parte de la policía.
Carlos Corach, el Ministro del Interior en los años noventa, asigna a su tío Luis un lugar importante para explicar su propia pasión por la política:
A los antecedentes políticos debo agregar a mi tío Luis Corach, que peleó en la Guerra Civil Española. Había sido reclutado en Córdoba y, siendo estudiante de medicina, se enroló en las Brigadas Internacionales y terminó la guerra en Barcelona; a través de sus vinculaciones socialistas mi padre consiguió trasladarlo a París, de donde regresa a la Argentina…17
Igualmente, la misma afirmación acerca de una notable representación puede hacerse para determinadas profesiones, como médicos y enfermeras (como Bermann, Corach, Feldman de Etchebehere, Fijtman, Goldstraj, Jungman, Matkovich, Ostrowsky, Serebrinsky, Sukaite, Topolevsky y Marie Langer)18, y traductores (como las hermanas Abramson, Baumkoler, Joucovsky, Rosen, Steinmetz, Yaselman) en la Guerra Civil Española. Esto refleja que el PCA logró movilizar apoyo entre estudiantes y docentes judíos en las universidades de Buenos Aires y Córdoba, y en lo que se refiere a traductores, muchos argentinos judíos eran bi- o incluso trilingües. En la España Republicana, con numerosos asesores rusos y miembros de las Brigadas Internacionales provenientes de Europa Oriental, el poder comunicarse en español y también en ruso/polaco/alemán/ídish era algo muy apreciado.
Gregorio Bermann, uno de los pioneros del psicoanálisis en la Argentina, se volcó de inmediato a participar en actividades pro-republicanos en la provincia de Córdoba, una vez que estalló la guerra en España19. Nacido en 1896, Gregorio fue el menor de ocho hermanos de una familia judía que había emigrado de Polonia para evitar el servicio militar de sus hermanos mayores en la Rusia de aquellos años. Como joven estudiante fue presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires y participó activamente en la dirigencia de la Reforma Universitaria de 1918. Luego ejerció la cátedra de Medicina Legal de la Universidad Nacional de Córdoba, hasta que las autoridades surgidas del golpe de 1930 lo expulsaron por razones políticas. En 1932 fue candidato a gobernador de la provincia de Córdoba por el socialismo y la Alianza Civil. Para mediados de los años treinta ya se había alejado del socialismo y estaba próximo al Partido Comunista, sin que llegara nunca a afiliarse sin embargo. Organizó la Junta Argentina de Médicos de Ayuda Sanitaria a la España Republicana y la estructura solidaria sanitaria en todo el país. Al poco tiempo entendió que podía ayudar mejor a la República estando en la Península Ibérica y ofreció sus servicios como médico psiquiatra al gobierno republicano español. Su experiencia española duró poco más de un año, y sobre sus impresiones al respecto publicaría su libro Dialéctica del fascismo en Madrid en 1937.
Entre las voluntarias argentinas, la presencia judía fue sobresaliente20. Sara Segal dejó la ya por entonces mítica colonia agrícola Moisés Ville rumbo a España, junto con su pareja Samuel Joukovsky21. Raquel Levenson, casada con el secretario de organización de la Federación Juvenil Comunista, Juan José Real, fue por varios años responsable del frente de educación de la Federación. Curiosamente, el primer secretario de la Fede en 1921-1922 fue el argentino-judío Luis Koiffman; diez años más tarde se nombró Abraham Kandel a este cargo; y en los años 1934-1936 Jacobo Cosin era el secretario general. Con solo veintiún años Raquel Levenson se encargó de organizar la solidaridad con España en Córdoba. Según el testimonio de su hermano Gregorio:
Nuestra actividad era de agitación y, desafiando el terror de Justo, organizábamos mítines callejeros, en los que mi hermana Raquel era la oradora infaltable, subida a un cajón, custodiada por una guardia de autodefensa integrada por rusos y polacos. Improvisábamos nuestros actos a la salida de las fábricas o en las esquinas concurridas. Antes de que llegara la policía, ya habíamos desaparecido. Aunque siempre fue así, más de una vez nos sorprendió a mitad del acto y la ‘guardia’, con una fidelidad a toda prueba, contenía a los esbirros mientras nosotros huíamos como podíamos22.
Poco después se fue con su marido a España, y su embarazo no fue obstáculo para que continuara trabajando para el partido23. Salió de España en un barco inglés el día en que finalizaba la guerra, dirigiéndose después a la Unión Soviética. Allí quedaría atrapada durante la Segunda Guerra Mundial. Regresó a la Argentina solo a finales de los años cuarenta.
A Fanny Edelman (1911-2011) le cupo un papel de liderazgo en el Comité Argentino de Mujeres Pro Huérfanos Españoles. En sus memorias, Banderas, pasiones, camaradas, cuenta que en España se dedicó a trabajar para el Socorro Rojo, organización auspiciada por los comunistas24. A su regreso a la Argentina, Fanny fue promovida a ser miembro del Comité Central del Partido y responsable femenino del mismo. Las hermanas Abramson, Paulina y Adelina, nacidas en Buenos Aires en el seno de una familia de inmigrantes judíos de Rusia, regresaron con sus padres a Moscú en 1932 y de allí fueron a España pocos meses después del comienzo de la Guerra Civil25. Berta Baumkoler ya había llegado a España en 1934 con su marido Mendel. En su libro La lucha es vida cuenta que no se limitó a enseñar en escuelas para soldados revolucionarios o a organizar comedores26, sino que también cumplió guardias en cuarteles comunistas. Al finalizar la guerra fue tomada presa y enviada a la cárcel de Ventas, dejando a su hijo recién nacido a cuidado de una compañera. Logró salir de España recién en 1941.
La legendaria figura de Mika Feldman (1902-1992), sin embargo, ha provocado mayor atención en los últimos años. Nacida en Moisés Ville, Provincia de Santa Fe, a comienzos del siglo XX, era hija de padres rusos judíos que habían llegado a la Argentina huyendo de los pogroms. Tras llegar a la Argentina, su padre había enseñado ídish en la colonia patrocinada por el Barón de Hirsh. Micaela «Mika» Feldman se convirtió en dentista y tuvo una larga trayectoria de actividad revolucionaria. El año 1919 y los episodios antisemitas de la Semana Trágica fueron decisivos para la carrera revolucionaria de Feldman27. Tras un breve período en círculos anarquistas en Rosario, se sumó al ala izquierda del PCA en 1923, en parte por su relación con Hipólito Etchebehere, un estudiante de ingeniería que militaba en el Partido. Así, participaría en el Comité Comunista Femenino que bregaba por la sanción de leyes laborales en protección de las mujeres trabajadoras, aunque no pasó mucho tiempo antes de que Feldman y Etchebehere fueran expulsados por su radicalización e “inclinaciones trotskistas”. Fue una de las fundadoras del Partido Comunista Obrero, organización que también terminó dejando para recorrer la Patagonia con un consultorio odontológico ambulante.
En su autobiografía Mi Guerra de España, cuenta cómo a principios de la década de 1930 llegó con Hipólito primero a Alemania y Francia, y luego a la Península. Una vez allí se sumaron al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), de orientación trotskista. Mika cobró fama cuando, tras caer Etchebehere, asumió el mando del regimiento y obtuvo el rango de capitán. La mayor parte de los artículos y sitios web dedicados a Feldman y a su carrera revolucionaria omiten su condición de judía. A lo sumo mencionan que sus padres eran inmigrantes de Europa Oriental y que nació en Moisés Ville28. Feldman mantuvo su postura antifranquista muchos años después de la derrota de la República.
Entre los voluntarios argentinos judíos, los más famosos son Simón Radowitzky (1891-1956) y Benigno Boris Mochkofsky (1911-1975). Nacido en el seno de una familia judía de trabajadores en Ucrania, Radowitzky estuvo muy involucrado en la política revolucionaria desde edad muy temprana. Llegó a Argentina en 1908, y pronto se unió a un grupo de anarquistas exiliados rusos. Después de la brutal represión de la manifestación del 1 de Mayo de 1909, Radowitzky decidió eliminar al jefe de policía Ramón Falcón, de infame reputación reaccionaria y antisemita, un asesinato por el que sería sentenciado a cadena perpetua. En 1930 fue expulsado de Argentina como resultado de una larga campaña para asegurar su liberación. Cuando estalló la Guerra Civil Española partió inmediatamente hacia la Península Ibérica. Ingresó en la división anarquista en el frente de Aragón y, más adelante, trabajó en Barcelona para la división cultural del sindicato anárquista CNT. Con la victoria de Franco, tuvo que huir a Francia, desde donde partió a México29.
Mochkofsky, mejor conocido como Comandante Ortiz o Miguel Ortiz Mora, puede servir como ejemplo de numerosos comunistas argentinos judíos comprometidos con la lucha internacional para establecer una sociedad más justa30. A comienzos de la década de 1930, tras haber sufrido torturas en el penal de Ushuaia durante el breve gobierno de Uriburu, fue enviado por el PCA a Bolivia, donde fue nuevamente arrestado por participar en actividades revolucionarias. Liberado en 1933 gracias a la intervención de dos oficiales españoles, llegó a la Península y allí se encontró con Victorio Codovilla, el líder del PCA que tuvo que dejar su país en 1930 y había sido nombrado delegado de la Internacional Comunista en España durante los años treinta. Mochkofsky trabajó para el Comité de Ayuda a los Prisioneros Políticos tras la fallida rebelión de octubre de 1934 en Asturias y en vísperas de la Guerra Civil se sumó a las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas. Durante la contienda llegó a comandar la XXIV Brigada del Ejército Republicano y participó en la defensa de Madrid y otras batallas de importancia. Tras la caída de Cataluña, partió hacia Francia y allí fue arrestado con muchos otros exiliados republicanos. Recién en 1940 regresó a la Argentina, donde continuó su actividad militante.
Conclusiones
El apoyo a la República durante la lucha fratricida movilizó en la Argentina de aquellos años mayor participación que cualquier otro movimiento político. En parte, esto se debió a las raíces españolas de muchos argentinos, pero también a la sensación de amplios sectores de que la República confrontaba desafíos similares a los de la sociedad argentina, que a la sazón veía la creciente influencia de grupos nacionalistas, de la Iglesia católica como institución y de los círculos militares.
La presencia judía entre los argentinos que apoyaron al bando republicano fue muy notoria. Muchos de los judíos participaban en movimientos sindicales y de izquierda del país desde hacía años, y en los años treinta consideraron que era vital enfrentarse y resistir a todo aquello que se pareciera al fascismo, dentro y fuera de la Argentina. No debe sorprender, por consiguiente, que se sumaran a una variedad de manifestaciones de solidaridad con la República Española, luchando por su supervivencia contra sus enemigos nacionalistas que contaban con el apoyo de la Alemania hitleriana y la Italia de Mussolini. Al combatir la causa fascista defendían sus propios espacios en la Argentina y creían defender un mayor pluralismo, democracia y justicia social. Para ello, como para tantos otros judíos en muchos países, se trató de una lucha transnacional con metas nacionales (argentinas, francesas o estadounidenses).
Numerosos voluntarios en la Guerra Civil, independientemente de sus países de origen, albergaban tendencias internacionalistas y no enfatizaban el componente judío de su identidad. No obstante, hay un punto que queda claro: la proporción de judíos entre los voluntarios de cada país fue, en la mayor parte de los casos, muy superior a su equivalente en la población general de ese país.
Incluso las biografías, escritas por los familiares, de destacados comunistas argentinos judíos, hubiesen luchado o no en España, han eludido por lo general la dimensión étnica, quizás por no parecerles políticamente correcto resaltar ese aspecto. Tales son los casos de Tío Boris de Graciela Mochkofsky o El camarada Carlos de Alicia Dujovne Ortiz31. Yo diría que, lo hayan admitido o no, muchos de estos militantes de los años treinta manifestaban todo tipo de prácticas judías en sus vidas diarias, tales como el uso de palabras en ídish o su mero acento al hablar, sus hábitos alimenticios o de bebidas e incluso su selección de amistades. O bien que sencillamente podían ser reconocidos como judíos, igualmente por otros congéneres o por no judíos, por sus rivales ideológicos o por sus camaradas.
En la actualidad tenemos una idea más aproximada a la realidad sobre la cantidad de voluntarios argentinos que combatieron en suelo español, los nombres de la mayor parte de ellos, lugar y fecha de nacimiento, profesión, organización política que los reclutó y la función que cumplieron durante la guerra. Sobre su etnicidad, en cambio, se sabe menos. Este artículo pretende despertar la conciencia de la necesidad de debatir la dimensión étnica de estos voluntarios32.
Notas
1 Sobre los voluntarios judíos en la Guerra Civil, ver el excelente libro publicado recientemente por Gerben Zaagsma, Jewish Volunteers, the International Brigades and the Spanish Civil War, Londres: Bloomsbury, 2017; Arno Lustiger, Schalom Libertad! Juden in Spanischen Burgerkrieg, Ko?ln: Kiepenheuer & Witsch, 1991; David Diamant, Combattants juifs dans L’Armée Republicaine Espagnole 1936-1939, París: E?ditions Renouveau, 1979; Josef Toch, “Jews in the Civil War in Spain, 1936–39,” Basha’ar 17.6 (1974): 456–66 [Hebreo]; Isidro González, Los judíos y la Guerra Civil Española, Madrid: Hebraica Ediciones, 2009.
2 Martin Sugarman, “Against Fascism-Jews who served in The International Brigade in the Spanish Civil War”, p. 2, en: https://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/History/spanjews.pdf, última visita el 5 de febrero de 2016.
3 Ver Gerben Zaagsma, “Die Botwin Kompagnie,” en Enzyklopädie jüdischer Geschichte und Kultur, ed. Dan Diner. Band 1: A-Cl, Stuttgart, Weimar : Metzler, 2011, pp 393–397, así como su “Jewish Volunteers in the Spanish Civil War: A Case Study of the Botwin Company”, tesis de maestría, University of London, 2001; Albert Prago, “The Botwin Company in Spain, 1937-1939”, Jewish Currents (Marzo 1992), 7-11.
4 Citado en Michael Petrou, Renegades: Canadians in the Spanish Civil War, UBC Press, Vancouver 2008, p. 38.
5 Gonzalo Alvarez Chillida, El antisemitismo en España, Madrid: Marcial Pons, 2002, Parte IV; Isabelle Rohr, The Spanish Right and the Jews, 1898–1945: Antisemitism and Opportunism, Brighton, Sussex University Press, 2008, cap. 3.
6 Sobre nuevas aproximaciones en el estudio de las experiencias judías en América Latina, ver Jeffree Lesser and Raanan Rein (eds.), Rethinking Jewish-Latin Americans, Albuquerque : University of New Mexico Press, 2008; Raanan Rein y Edna Aizenberg (guest editors), “Contra la corriente: nuevos estudios sobre los latinoamericanos judíos”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe (EIAL) (2012); Adriana Brodsky and Raanan Rein (eds.), The New Jewish Argentina: Facets of Jewish Experiences in the Southern Cone, Boston: Brill 2013.
7 Ver, entre otros, Raanan Rein, “Otro escenario de lucha: Franquistas y antifranquistas en la Argentina, 1936-1949”, Ciclos, No.9 (1995): pp. 31-52.; Mónica Quijada, Aires de república, aires de cruzada: la guerra civil española en Argentina, Barcelona: Sendai, 1991; Silvina Montenegro, «La Guerra Civil Española y la política argentina» tesis doctoral inédita, Universidad Complutense de Madrid, 2002; Lidia Bocanegra Barbeco, «La República Argentina: el debate sobre la guerra civil y la inmigración», en Ay de los vencidos. El exilio y los países de acogida, Abdón Mateos (ed.), Madrid: Editorial Eneida, 2009.
8 González, J. Boragina, G. Dorado y E. Sommaro, Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española, Buenos Aires: Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2008. Entre los voluntarios argentinos había también anarquistas. El argentino judío más conocido entre ellos fue José Grunfeld, nacido en Moisés Ville. Ver su autobiografía, Memorias de un anarquista, Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 2000.
9 Enrique Espinoza, «Por qué los judíos deben ayudar al pueblo español», Judaica, Julio 1937. Entre los poemas y novelas sobre la Guerra Civil Española escritos por argentines-judíos durante el conflicto se pueden mencionar “La novia del mundo” de Bernardo Kordón (septiembre de 1937); “Para los poetas perdidos en la noche Española” de César Tiempo (Israel Zeitlin, 1937); “La Balada de la madre del miliciano de las Brigadas” del voluntario Juan Goldstraj; “Nño español asesinado” de Rubén Sinay (junio 1937).
10 McGee Deutsch, Crossing Borders, Claiming a Nation, pp. 181-182; González, Boragina, Dorado y Sommaro, Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española, p. 47.
11 Silvia Schenkolewski-Kroll, «El Partido Comunista en la Argentina ante Moscú: deberes y realidades, 1930-1941», Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe (EIAL), vol. 10:2 (1999), pp. 91-107.
12 Nacido en Vilnius en 1913, parece que sus padres se trasladaron a la Argerntina cuando era niño. Según algunas versions, recién en 1934 llegó a Buenos Aires. En los siguientes años era agente de la NKVD y lueo de su successor KGB.
13 Elisa Beatriz Cohen de Chervonagura, La Comunidad Judía de Tucumán, Hombres y Mujeres, Historias y Discursos 1910-2010, Tucumán: Kehilá de Tucuma?n, Sociedad Unión Israelita Tucumana: Universidad Nacional de Tucumán: CONICET, 2010, p. 245.
14 Berta Singerman, Mis dos vidas, Buenos Aires: Tres Tiempos, 1981.
15 Ver L. González, J. Boragina, G. Dorado y E. Sommaro, Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española, pp. 175-201; Jerónimo E. Boragina y Ernesto R. Sommaro, Voluntarios judeoargentinos en la Guerra Civil Española, Buenos Aires: Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2016.
16 Los datos cuantitativos pueden encontrarse en Sergio DellaPergola, “Demographic Trends of Latin American Jewry”, en The Jewish Presence in Latin America, ed. Judith Laikin Elkin and Gilbert W. Merks, Boston: Allen & Unwin, 1987.
17 Carlos Corach, 18.885 días de política, Buenos Aires: Sudamericana, 2011, p. 18; entrevista del autor con Carlos Corach, Buenos Aires, octubre de 2013.
18 La inclusión de Marie Langer en esta lista puede ser problemática. Langer, una conocida psicoanalista, nació en Viena y en su juventud se afilió al Partido Comunista Austríaco. Después de haber participado en la Guerra Civil, al finalizar la década, huyó de Europa y los nazis hacia América Latina y se asentó en Argentina hacia 1942. Pude consultarse su autobiografía, From Vienna to Managua: Journey of a Psychoanalyst, London: Free Association Books, 1989.
19 Sobre Bermann, ver José Luis Fitó, «Gregorio Bermann: Reformista, pensador y psiquiatra», Red Iberoamericana de Historia de la Psiquiatría, http://www.investigacion.cchs.csic.es/rihp/Temas6/bermann; Silvina Montenegro, «La Guerra Civil Española y la política argentina», pp. 151-156. Véanse también sus libros: Dialéctica del fascismo (Madrid 1937) y Conciencia de nuestro tiempo, Buenos Aires: Editorial Herna?ndez, 1971.
20 Jerónimo E. Boragina, «Mulleres arxentinas na Guerra civil española», Estudos Migratorios. Revista Galega de Análise das Migracións, Vol. III, No. 1 (2010): pp. 117-137.
21 Ver Samuel Joukovsky, Uno de tantos. Un argentino en la guerra civil española, Buenos Aires: n.p., 1998.
22 Gregorio Levenson, De los bolcheviques a la gesta montonera, Buenos Aires: Colihue, 2000.
23 Ver Comisión de Redacción de PCA, Raquel Levenson, ejemplo de una mujer revolucionaria, Buenos Aires: Frente Unido, 1972.
24 Fanny Edelman, Banderas, Pasiones, Camaradas, Buenos Aires: Dirple, 1996.
25 Ver sus memorias: Paulina y Adelina Abramson, Mosaico roto, Madrid: Compañía Literaria, 1994.
26 Ver sus memorias: Berta Baumkoler, La lucha es vida, Buenos Aires: Cuandernos Marxistas, 2000.
27 Horacio Tarcus, “Historia de una passion revolucionaria. Hipólito Etchebehere y Mika Feldman, de la reforma universitaria a la guerra civil española”, El Rodaballo. Revista de Política y Cultura, No. 11/12 (2000).
28 Ver sus memorias: Mika Feldman, Mi guerra de España, Madrid: Plaza y Janés, 1987. Una biografía de publicación reciente sobre Feldman, es la de Elsa Osorio, La Capitana, Madrid: Siruela 2012.
29 Alejandro Martí, Simón Radowitzky: del atentado a Falcón a la guerra civil española, Buenos Aires: De la Campana, 2010.
30 Graciela Mochkofsky, Tío Boris. Un héroe olvidado de la Guerra Civil Española, Buenos Aires, Sudamericana 2006.
31 Alicia Dujovne Ortiz, El Camarada Carlos. Itinerario de un enviado secreto , Buenos Aires: Aguilar, 2007. Carlos Dujovne estudió en la Universidad Estatal de Moscú y durante la Guerra Civil fue secretario del comité regional del PCA en Córdoba (Argentina), donde intentó alistar voluntarios para ir a España a combatir.
32 Un paso en esta dirección son los libros de Daniel Kersffeld, Rusos y rojos: judios comunistas en tiempos de la Comintern, Buenos Aires: Capital Intelectual 2012; Jerónimo E. Boragina y Ernesto R. Sommaro, Voluntarios judeoargentinos en la Guerra Civil Española, Buenos Aires: Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2016.
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