Ucrania: La joya de la corona

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Desmadejar la maraña de Ucrania nos obliga a enfrentarnos con algunos puntos clave de su historia, un recuento que no puede pasar por alto la década de los años noventa, la cual inicia con un proceso arrollador de transformaciones, producto del fin de la Guerra Fría y el desmembramiento de la ex Unión Soviética. Ucrania, al igual que muchas repúblicas soviéticas accedió a su independencia en 1991, tras un referéndum que consiguió un respaldo abrumador del más del 90% de la población.

Como territorio soviético, Ucrania fue la segunda república más poderosa. Su extensión territorial y densidad demográfica la han colocado como el segundo país más grande de Europa y entre los diez más poblados del viejo continente con 46 millones de habitantes. Desde el colapso de la URSS mantuvo el ejército más grande después de Rusia y su posición al centro europeo le ha permitido puentear el gas que desesperadamente importa la Unión Europea (UE) de Rusia. De ahí, proviene su atributo geoestratégico, gracias a la red de oleoductos y gasoductos que se encuentran en su territorio es que Rusia puede exportar el 66% del gas a la UE, según datos del Chatham House.

La situación calamitosa en Ucrania se asocia a una preocupante problemática económica que incluye una deuda externa creciente y una dependencia cada vez mayor de la energía rusa. El 58% del consumo de gas de Ucrania es importado de Rusia, un puntapié que capitaliza la nomenclatura moscovita para alcanzar objetivos políticos y disuadir un mayor acercamiento de Ucrania a la UE y sobre todo a la OTAN. La campaña de hostigamiento se palpa bajo todo tipo de represalias: desde la prohibición a la importación de chocolates ucranianos hasta utilizar el gas como arma política suprema. Toda una serie de artimañas orientadas a impedir que Ucrania y otras exrepúblicas formen parte de la órbita geopolítica occidental comandada por EE.UU.


El detonador de la crisis política en Ucrania está ligado indiscutiblemente a la Cumbre de Vilna sobre la Asociación Oriental que se desarrolló el pasado mes de noviembre, cuando el entonces presidente Viktor Yanukovich rechazó firmar un Acuerdo de Asociación con la UE, un hecho que definitivamente ancló a Ucrania a la “unión aduanera” que busca forjar Rusia con sus exrepúblicas del Cáucaso y Europa Oriental, el episodio que incendió las protestas sociales y obligó a la dimisión de su presidente que había sido elegido democráticamente.

Las protestas antigobierno en la Plaza de la Independencia o “Euromaidan” -como se les conoce- no parecen tener motivaciones democráticas o aspiraciones libertarias como otras manifestaciones populares y masivas. En esta ocasión el móvil se coloca en la Ucrania dividida, una nación calzada simultáneamente por aspiraciones paneuropeas ligadas al Este del territorio en contraste con las pretensiones prorusas que se despliegan más hacia el Oeste. En otras palabras, el mundo está atestiguando la batalla entre Rusia y Alemania (leáse la UE) por controlar los espacios postsoviéticos.

La partición de Ucrania

Las relaciones de Rusia con las exrepúblicas soviéticas se mueven alrededor de intereses, posiciones y coyunturas diversas. Mientras que cada espacio exsoviético teje una relación distinta con Rusia bajo la divisa de la colaboración o el alejamiento que se practica según los niveles de dependencia económica y militar que posee con el gigante rojo, el verdadero temor de Rusia reside en la pertenencia a la OTAN, un paso natural y casi automático que se fragua después del ingreso a la UE. Exactamente eso fue lo que sucedió con los países bálticos, cuando ingresaron a la UE en el 2004 y luego aceptaron su pertenencia a la alianza militar euroatlántica. Trátandose de Ucrania, un escenario inadmisible para Vladimir Putin.

Siguiendo al autor Zbigniew Brzezinski, Ucrania no se puede entender sin los determinantes geopolíticos y la lucha entre centros de poder que practican la industria de los intereses estratégicos y las zonas de influencia. En su libro “El gran Tablero Mundial: la Supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos” Brzezinski dejó un mensaje implacable: Rusia con Ucrania es un imperio pero sin Ucrania es un país. Desde este punto de vista, la crisis política en Ucrania puede desatar una segunda guerra fría. ¿Vladimir Putin aprovecha el momento de incertidumbre política en Ucrania para hacerse del control de Crimea, la península que formó parte de Rusia hasta 1954 y que hoy es habitada por el 59% de rusos?

Georgia no es Ucrania y Rusia moverá todas sus fichas hasta convertir a Crimea en un enclave propicio para sus designios, tal y como lo hizo con Osetia del Sur y Abjasia con el enfrentamiento militar en contra de Mijeíl Saakashvili en 2008. En esencia, Rusia está presionando para la ruptura territorial de Ucrania y recuperar a Crimea, por lo tanto su primer paso fue inducir el referéndum del pasado 16 de marzo para pronunciarse en torno al estatus político de Crimea. Sorprende que con resultados preliminares más del 97% de la población haya votado a favor de la anexión a Rusia, sellando así su independencia de Ucrania y abriendo un nuevo capitulo de su historia que no contará con el reconocimiento de EE.UU. y la UE.

Mientras que el Kremlin se propone adueñar de Crimea y acrecentar su rol en los asuntos internacionales, EE.UU. y el mundo occidental han respondido con una cascada de sanciones económicas y diplomáticas que poco harán por disuadir al Moscú. De entrada, la amenaza de boicotear la Cumbre del G8 en Sochi y hasta expulsar a Rusia del mismo grupo.

La prueba del ácido para el segundo mandato de Barack Obama será detener al “hombre fuerte de Rusia”, una batalla perdida cuando EE.UU. está enfrascado en la retirada de sus misiones de combate en Afganistán e Irak al tiempo de enfrentar un presupuesto austero y una restructuración de su ejército.

 

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Acerca de Rina Mussali

Internacionalista con Maestría en “Estudios Latinoamericanos” en la FCPyS UNAM. Soy miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI) y mi experiencia laboral destaca en áreas de planeación, investigación y comunicación integral vinculada al quehacer del gobierno federal, de asesoría sobre asuntos internacionales del Poder Legislativo y en la coordinación de proyectos de comunicación internacional. Fui líder de Comunicación Nacional e Internacional del IV Foro Mundial del Agua y Coordinadora de Comunicación de México en la Tribuna del Agua en la Expo Zaragoza 2008, España. Actualmente soy analista y conductora del programa de televisión “Vértice Internacional” y de la serie “2013:Elecciones en el mundo” en el Canal del Congreso. Asimismo, soy autora de varios libros y artículos, así como comentarista sobre asuntos políticos globales. La gente me describe como una persona responsable, disciplinada, innovadora y visionaria, así como enfocada a la consecución de metas.

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