Tras más de 40 años tratando de identificar si Israel tenía petróleo en su territorio, las frustraciones del estado judío llegaron a su punto de evaporación en 2010 con el descubrimiento del yacimiento de gas Leviatán en la costa del Mar Mediterráneo. Israel, quien ya previamente había descubierto gas natural en 2009 en sus aguas mediterráneas, se coloca así en una posición de privilegio y de fortaleza en materia económica. Este yacimiento, el cual fue descubierto por una empresa de exploración rusa, es sin dudas uno de los yacimientos más grandes del mundo. Dicho descubrimiento ha desembocado en que Israel haya firmado un contrato de 3 billones de dólares con esta empresa para realizar la explotación de este depósito. Gracias a este hallazgo, Israel ingresará más del 60% del valor obtenido por la venta del gas natural (el cual será realizado por la empresa rusa) y se estima que ya para 2017 pueda depender a nivel nacional de este gas en un 50% para alejarse así del permanente consumo gasífero ruso. Además, Israel ha comenzado ya a exportar dicho gas natural a Egipto y a Jordania (con quien en 2015 firmó un acuerdo de 10 billones de dólares para exportar este gas natural al reino hachemita).
Pero no solo se estima que Israel tiene 3 billones de metros cúbicos en gas natural, sino que también posee 6 billones de barriles de petróleo en sus aguas mediterráneas. De hecho, lo más prometedor de esto es que solo se ha estudiado menos del 7% de sus aguas en las que se entiende que la cantidad de oro negro antes mencionada pudiera ser más alta. Con respecto a su petróleo, Israel deja en el pasado las palabras de negativismo de Golda Meir al demostrar que incluso (aunque su petróleo en el Mar Mediterráneo tenga que ser mayormente a través del “fracking para ser exportado, por lo que es más caro su explotación) los Altos del Golán también pudieran ser un tesoro petrolífero con mucho potencial. De modo contextual, este panorama se une al escenario tan prominente que demuestra ser el ingreso del mercado de construcción chino (con la creación de un puerto en Ashkelon) y el ingreso del mercado militar griego, ruso e indio en el país. Este entramado tan maravilloso que vive Israel hoy día, es clave para que este pequeño estado pueda converger en materia económica y diplomática con sus vecinos. O al menos empujarles en esa dirección. Ante las recientes expresiones del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no cabe la menor duda de que Israel volverá a tener un aliado incondicional tanto en la ONU (y cualquier foro internacional) como a nivel económico y militar.
Pero también, un aliado que está abierto a buscar la paz de cualquier modo. Ya sea a través de una solución de dos estados (la cual hoy día no es una opción viable a menos que se prohíba el que grupos terroristas como Hamas participen en los procesos electorales de dicho futuro estado palestino) o una solución de un estado (la anexión de Judea y Samaria, ya sea el área C o todo el territorio, implicaría que haya choques violentos a corto, mediano y largo plazo entre Palestinos e Israelíes). Dicho eso, la realidad pautada por el presidente Trump demuestra que existe compromiso con respecto a este tema, pero también demuestra que este asunto es uno muy complicado al que considero Israel tendrá ventaja no por su nueva luna de miel con Estados Unidos, sino por sus recursos naturales. Este nuevo mercado, hará que la paz (sea como sea lograda; a pesar de los balances negativos que he mencionado previamente ante dos escenarios totalmente diferentes) esté más cerca que nunca.
Por ejemplo, hoy día los Palestinos dependen en un 65% y 73% de la electricidad y agua, respectivamente, israelí. El amenazar a los Palestinos (y a sus aliados árabes) con perder esos privilegios, para así hacerles sentarse a negociar directamente, es clave. Sí, algunos apelarán a los sentimientos y denunciarán la “crueldad de la entidad sionista, etc.” Sin embargo, esta ventaja que Israel está adquiriendo gracias a sus recursos debe ser usada como un arma vital en su lucha diplomática y en su lucha por lograr la paz. Por otro lado, es tan grande este poder a largo plazo que Israel adquiere con los recursos naturales previamente discutidos que si los Estados Unidos moviera su embajada a Jerusalén, y la Autoridad Palestina (apoyada por Jordania) decidiera dejar de reconocer al estado judío como ha propuesto, amenazar a Jordania con detener la provención del 7% de su agua potable y el acuerdo gasífero (previamente discutido) debe ser una idea a considerar cabalmente. Solo así Israel podrá lograr solidificar, ahora y por siempre, su poder y su derecho a existir en Eretz Israel.
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