El próximo mes de septiembre los palestinos intentarán obtener el reconocimiento internacional de un Estado palestino en el seno de la Asamblea General de la ONU.
Tanto los derechos nacionales palestinos, así como la visión de dos Estados para dos pueblos, han sido reconocidos y aceptados por los diferentes gobiernos israelíes, incluyendo al actual gobierno. Hay que admitir también que en los últimos tres años, el primer ministro de la Autoridad Palestina (AP), Salam Fayyad, ha liderado un serio esfuerzo de construcción, desde las bases mismas, de la infraestructura y las instituciones que dan sustento a un Estado. Quienes visitan los territorios bajo el control de la AP en Cisjordania pueden observar el mejoramiento de la economía y de la seguridad, así como los cambios sociales positivos que se han dado. Entonces, ¿por qué Israel se opone a esta iniciativa palestina de votación en las Naciones Unidas?
Desde la formación de la AP, en el marco del proceso de paz de Oslo, Israel y la OLP, como representante de la AP, han firmado acuerdos que sientan las bases de la cooperación económica, legal y administrativa que existe hasta hoy en día entre nosotros. Estos acuerdos permiten la constante cooperación entre ambas partes en cerca de cuarenta esferas de la vida cotidiana, como lo son asuntos en materia de agua, impuestos y de seguridad. Es evidente que, después del voto en la ONU, la situación in situ no cambiará para los palestinos y, por otro lado, puede impedir la continua colaboración en el marco de dichos acuerdos.
Además, el voto en la ONU no va a resolver los asuntos primordiales que permanecen en la mesa de negociación entre las partes. Estos incluyen elementos cruciales como son el establecimiento de fronteras, la institución de arreglos de seguridad, la determinación del estatuto de Jerusalén, la clarificación de la cuestión de los refugiados y la repartición de los recursos acuíferos, entre otros.
Otro asunto que demanda claridad es el rol de Hamas en un futuro Estado Palestino. Ciertamente incluir a Hamas como un elemento clave en un futuro gobierno palestino sería muy problemático, ya que no concuerda con las condiciones establecidas por el Cuarteto para el Oriente Medio (Estados Unidos, ONU, Unión Europea y Rusia) como son: el reconocimiento de Israel, la renuncia a la violencia y el respeto a los acuerdos previos entre Israel y los palestinos. Contrariamente a ello, Hamas sigue buscando la destrucción del Estado de Israel. De este modo, el reconocimiento por parte de la ONU de un Estado Palestino podría endurecer la posición palestina durante años y hacerla extremadamente difícil para negociar un acuerdo de paz.
El paso más efectivo sería, entonces, regresar a las negociaciones directas. En este sentido es muy interesante revisar las negociaciones, al menos desde Campo David en 2000 hasta hoy en día. Hace dos semanas, el periódico israelí Ha’Aretz publicó parte del diario del ministro Dan Meridor, quien participó en el equipo israelí de negociadores. Meridor revela los debates dentro del equipo israelí, encabezado por el entonces primer ministro Ehud Barak, quien reconsideró y ofreció concesiones sin precedentes en cuanto a sus repercusiones y su alcance para ser aceptados por la población y el gobierno de Israel. Como sabemos, también de distintas fuentes publicadas, el entonces primer ministro Olmert estuvo listo para conceder, en 2008, a Mahmud Abbas casi toda la superficie de los territorios —con cambios necesarios—, pero el lado palestino nunca volvió con una respuesta definitiva a la oferta israelí.
Aunque parece que los palestinos están interesados en imponer una solución unilateral, dado que el diálogo directo bilateral es el único marco en el que se puede solucionar el conflicto, no es tarde para volver a la mesa de negociaciones y lograr un acuerdo de paz duradero.
* Artículo publicado en la columna “Ideas mediterráneas” en Excelsior el 18 de agosto, 2011. Rodica Radian-Gordon es Embajadora del Estado de Israel en México.
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