Vivir entre dos mundos

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Noam Aiziczon, de 20 años, pertenece a dos mundos, aunque tiene claro que hoy, su lugar es Israel. Nació en Israel, creció en México desde los 5 años, a los 18 volvió a su país natal y hoy es soldada en las Fuerzas de Defensa de Israel.

A esta mexicana-israelí, con una historia singular,la encuontramos en una base del ejército donde esta semana finalizó —orgullosa, por cierto— un curso poco común: instructora de ABAJ, una sigla que en hebreo significa: atómico, biológico y químico.

Se trata concretamente de la preparación que le permitirá, en caso que sea necesario ayudar a la población civil y a los diferentes cuerpos de rescate (policía, bomberos y demás), a minimizar los daños en caso que Israel sufra un ataque de armas no convencionales.


Para ello, durante tres meses ha tenido que digerir un gran caudal de información, aprendiendo mucho sobre un mundo que desconocía, tomando conciencia sobre el peligro de una amenaza no convencional sobre Israel.

“El desafío es saber cómo reaccionar si hay un ataque químico”, nos cuenta. “Si bien aprendemos de todo, hoy en día nos concentramos más en el tema químico porque sabemos que esa es hoy la mayor amenaza”. Sus comandantes le explicaron dónde están hoy los focos más problemáticos al respecto, pero Noam no puede entrar públicamente en detalles.

De todos modos, no es secreto que el mayor arsenal químico de Medio Oriente está en Siria, donde su proceso de desmantelamiento está lejos de haber concluido.

Lo que Noam sí está dispuesta a comentar sobre Siria, es que los horrores de la guerra en el país vecino, que incluyeron repetidamente reportes sobre uso de armas químicas, llegan también a sus oídos y son dolorosos.

Noam habla con gran satisfacción sobre lo interesante del curso que acaba de terminar y sobre lo importante de estar preparados para cualquier eventualidad, aunque no se tenga nunca certeza de si en algún momento va a usar lo que estudió. Cuenta sobre el buen nivel de sus comandantes y sobre la responsabilidad que capta en el ejército por el hecho de que tiene en sus almacenes todos los equipos necesarios para lidiar con la necesidad de mitigar los efectos letales de un ataque químico. “Hemos ido a los depósitos, veo que están revisando todo el tiempo las fechas de caducidad de cada cosa”, asegura.

strong>Llegó a olvidar el hebreo

Al escuchar lo inmersa e interiorizada que está en su realidad actual, resulta un tanto difícil de concebir que, aunque nació en Israel, llegó a olvidarse del hebreo —que tuvo que volver a aprender al decidir radicarse en el país— y que durante años juró que más que a visitar, no vendría jamás. Estaba muy bien viviendo en Culiacán, en Sinaloa, al noroeste de México, y esa era su realidad desde que cuando tenía 5 años la familia se desplazó hacia allí acompañando al padre, que fue enviado por la empresa Netafim como asesor de riego.

Dado que cada año pensaban que volverían y al final seguían quedándose, ella y su hermano menor tuvieron una desconexión, una especie de mecanismo de protección emocional.

“Claro que me siento mexicana. Fui muy feliz toda la vida en México. Todos los lunes cantaba el himno mexicano, mientras que el israelí ni lo sabía… y hasta llevaba orgullosa la bandera en la escuela”, cuenta. “Pero cuando estaba terminando la secundaria y tenía que tomar decisiones acerca del futuro, sentí que necesitaba volver a mis raíces. Y aquí estoy”, cuenta a EL UNIVERSAL.

El retornar al país en el que nació también implicó para Noam una etapa de mayor independencia y nuevas experiencias. A los 18 años, por primera vez salió sola al mundo y en Israel no sólo disfrutó de la experiencia de tener cerca a muchos familiares (“en Culiacán estábamos solo nosotros y me faltaba estar con abuelos, tíos, primos…”) sino también de valerse por sí misma.

Y ahora, en el curso que acaba de terminar en el ejército israelí, de hecho ha aprendido lo que le permitirá ayudar a otros en caso de necesidad.

“La primera etapa, cuando hay una amenaza, es saber cómo preparar a la población, a las bases. O sea qué prevenciones tomar”, explica. “Hay equipos de protección, tanto para poder respirar bien como para evitar que la piel se vea alcanzada por sustancias peligrosas, y nosotras tuvimos que aprender bien cómo usar todo para poder luego enseñarle a otros”. Uno de los grandes desafíos es purificar lo más rápido y seguro posible la zona contaminada por sustancias químicas, tratando por ejemplo de hacerlo antes de que lo que llega como líquido alcance a evaporarse.

Eso depende, entre otras cosas, del estado del tiempo, del viento, la humedad, por lo cual muchos elementos deben ser evaluados por patrullas especiales, lo cual ella y sus compañeras del curso entrenaron estos últimos meses, inclusive con simulacros hechos de modo que quedaban activados los aparatos registradores de las sustancias químicas, como si realmente hubiera habido un ataque.

Buscar siempre protegerse

En el centro de la preocupación está la gente. “Supuestamente la gente ya está protegida desde antes de que se produzca el ataque, si la amenaza era conocida”, indica Noam. “Pero aunque se indique a la gente estar en una habitación sellada y ponerse más de una capa de ropa para proteger la piel, lo mejor es tratar de desalojar lo antes posible ya que el cierre no es absoluto y en algún momento las sustancias entrarán”.

El gran problema en todo esto, es que el ejército prepara instructores sin haber podido aprender directamente lecciones de ninguna situación concreta, ya que se trata de ataques no convencionales, que Israel nunca ha sufrido.

“Es algo que nunca nos ha pasado, en lo que no hay ninguna experiencia. Y uno puede hasta preguntarse por qué no estoy enseñando sobre algo que en este momento es más crítico”, señala. “Pero mi punto de vista es que si algún día algo así llega a suceder —y sabemos que la amenaza siempre existe—, no tendremos que preguntarnos por qué no nos preparamos debidamente”.

Agrega sus esperanzas. “Tal vez ahora durante mi servicio, con la ayuda de Dios, todo esté tranquilo, pero es importante estar prontos y saber lo necesario para seguir pasándolo de generación en generación”. Con sus 20 jóvenes años, Noam ya dice que “toda mujer desea que cuando tenga hijos, no necesiten hacer el ejército”, pero combina la esperanza con la conciencia de que hay que prepararse para cualquier eventualidad.

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