Desierto

Un punto de luz es el desierto

un rostro ajeno y anegado
una voz diminuta que nos mira
un fuego profundo y apagado.

I

Y caminaron los hombres su desierto, en la boca sedienta de sus almas, y murieron, una y otra vez, signo entre la arena, pozo del tormento. Un eco de luz para sus piernas.

Detrás de su máscara ondulante, Dios atravesaba el tiempo. Ahí estaban los hijos del desierto, heridos de preguntas, rotos de mares y de incendios.

Infinitamente diálogo, (la zarza aún ardía entre sus ojos), ciegos de blancura. Vér/ti/go del pacto. Silenciosos.

Eran vientre anegado; la joroba: libro entre sus hombros, espasmo de un Dios ilegible aún para sus almas.

Años y años peregrinos, que el desierto les borrara el verdugo y las cadenas. El gesto del vacío en sus miradas ANDA. La sombra reptando en sus enigmas. NADA. Las edades y los días, anda, pliegue de la arena; errática palabra, hondo/nada.

II

En los bordes del libro, vislumbrado, preguntaron ¿Dónde está la tierra?

Y siguieron caminando, en el rostro inmenso del desierto, gestos de luz, estrías, el ojo de la arena, oasis del reflejo, se miraron, habían envejecido como el agua. ¿Dónde está la tierra?

Y prosiguieron. Ya eran el océano y la sombra, la nube y la tristeza, la coma, la huella, el punto suspensivo al infinito. ¿Donde está? Y los montes crecían entre sus piernas, guaridas del tiempo que contaban como al polvo.

Levantaron la mirada, cielo entre los cielos, y lloraron, paso a paso blandieron sus cadenas, rotas por la luz de los desiertos. ¿Donde está la tierra?, exigieron. Y sus ojos henchidos de nostalgia vieron nacer entre lágrimas la letra.

III

El pueblo despliega su camino en las palabras, fuego de la sangre y la agonía, repite en sus pasos el designio: “Conocerás a Dios en tu errancia por el Libro”. La lectura es el camino; rasgar la transparencia. Ver a Dios en el grano de polvo que te s/c/iega.

IV

El Nombre en el Sin Fin se oculta, en combinaciones infinitas piensa el mundo, y se vuelca, rostro de la arena, en la lectura de Sí mismo.

V

Entre los pliegues de una página danzan la criatura y su Creador. En el número infinito del sentido, giran el encuentro, bajo el signo de una pregunta que no hallan. Se tocan Dios y el hombre en sus virajes, sus desvíos. En la curvatura de la letra, la espiral de un No/ho/mbre ausente. Y se besan, en la cóncava abertura de la Huella, en esa órbita que han creado sus deseos. Y se funden, Rostro a rostro en el séptimo segundo de la llama. Y se ausentan.

VI

Van pueblo y Señor dibujando paso a paso la caída.
preguntan a los soles y a los vientos,
a esa letra que ha nacido en el desierto
¿Dónde está la tierra prometida?

VII

La Escritura te ha soñado en el exilio de la mano con tu Dios.