Judíos expulsados de países árabes, “borrados de la escena histórica”

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Las imágenes de refugiados que inundan en estos días Europa, cuando familias completas y niños pequeños duermen en las calles sin agua ni alimentos, y recorren a pie miles de millas hacia un futuro desconocido, colman los principales noticieros y medios de comunicación del mundo entero.

Se suele decir que una imagen vale más que mil palabras, y de hecho la amplia cobertura mediática plantea en la agenda pública el tema de los refugiados e influye en todos los países occidentales. Esta cobertura de los medios no estaba disponible para los refugiados y desplazados judíos que fueron deportados de los estados árabes e Irán en el siglo pasado, y así sus historias se mantuvieron al margen de la conciencia y el debate público.

Los refugiados judíos de los países árabes – en su gran mayoría – debieron abandonar los lugares donde habían nacido y vivido sin bienes ni posesiones materiales. Se trata de un proceso que comenzó en los años 30 del Siglo XX, que fue creciendo y se intensificó por decisión de la Liga Árabe en la época de la creación del Estado de Israel y continuó en los años 50 y 60. Durante estos años los judíos sufrieron pogromos, persecuciones, detenciones y ejecuciones, y a medida que se intensificaba el proceso dejaron de existir comunidades con una historia de cientos y miles de años, en lo que se definió como “limpieza étnica” de la población judía de los países árabes.


Todos ellos se convirtieron en refugiados, muchos encontraron refugio en Israel, y hoy esos refugiados y sus descendientes constituyen más de la mitad de su población.

Sin embargo, a pesar del alcance y la intensidad de estos acontecimientos, las voces de los refugiados judíos de los países árabes, son prácticamente inaudibles, mientras que su historia y experiencias están en gran medida ausentes del discurso público y la narrativa histórica de Israel. Los gobiernos israelíes no se ocuparon de exponer uno de los temas más dolorosos de la historia judía, que constituye una parte fundamental del legado de más de la mitad de la población del país.

Desde el punto de vista histórico, éste es el segundo éxodo de judíos de países árabes, a pesar de que nadie lo reveló durante todos los años en los que tenían lugar los pogromos y agresiones a estas comunidades y el hecho de que, después de 2500 años de historia llena de vida, esas comunidades se vaciaron por completo en un lapso de 25 años.
A excepción del ministro de Educación, Naftali Bennet, que muestra gran disposición a exponer el tema, el sistema educativo no ha hecho lo suficiente durante décadas para que los estudiantes comprendan y aprendan estas historias.

Esto creó una situación absurda en la que los adolescentes se identifican con lo que los palestinos llaman “Nakba”, sin ser conscientes de la Nakba real y proactiva que tuvo lugar hacia los judíos en los países árabes, cerca de la mitad de los cuales son sus descendientes.
En un intento por rectificar esta situación, en 2014 se promulgó una ley – por iniciativa del ex legislador Nissim Zeev – de establecer un día en el que se recuerde la expulsión de los judíos de los países árabes e Irán. Sin embargo, hoy, cuando conmemoramos este día por segunda vez, lamentablemente la exposición pública del tema y el homenaje a sus protagonistas aún no es suficientemente digna y tampoco hay consenso respecto de la forma cómo el Estado de Israel debería conmemorar este día.

Se trata de un capítulo importante en la identidad como pueblo de Israel en el Estado de Israel y ha llegado el momento de que ocupe el lugar que le corresponde en la historia judía y en la conciencia pública de nuestro pueblo.

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