Comunidades conversas en México

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“En todas partes hemos tratado sinceramente de fundirnos en la comunidad del pueblo en cuyo seno vivimos, conservando tan solo la fe de nuestros padres. No se nos permite hacerlo. En vano somos patriotas, y en algunos países hasta patrioteros; en vano sacrificamos vida y hacienda al igual que nuestros conciudadanos; en vano nos afanamos por aumentar la gloria de nuestras patrias en las artes y en las ciencias, y su riqueza en el comercio. En nuestras patrias, donde nosotros también vivimos ya desde hace siglos, somos tachados de extranjeros; a menudo por aquellos cuyas familias aún no habitaban el país cuando nuestros antepasados ya sufrían allí.” — TEODORO HERZEL[1]

Las primeras ciudades que albergaron a judíos conversos y que vieron crecer a sus comunidades en la clandestinidad, sobresaliendo (principalmente), México, Guadalajara, Puebla, Oaxaca, Pachuca, Acapulco, Mérida, Zacatecas, Sombrerete, (Orizaba, Veracruz y Campeche, así como algunas pequeñas poblaciones que cobijaron en su seno a familias hebreas, sin llegar jamás a la formación de una comunidad.

Principalmente y por razones políticas de la Colonia, el tema nos obliga a introducirnos inicialmente con la comunidad de la ciudad de México. Dicha comunidad para mediados del siglo XVI estaba perfectamente integrada, contando incluso con los elementos indispensables para su funcionamiento (dentro de lo que las circunstancias les permitían).


No poseía por supuesto los extremos que exige Solange Alberro,[2] quien establece que las comunidades judías (en la diáspora) deberán contar con dos elementos para ser viables. En primer lugar, apunta: la vida religiosa del grupo. Y en segundo término, deberá existir la libertad de culto y el respeto social.

Gran verdad encierra lo anterior. Sin embargo, el pueblo judío ha sido capaz de superar estas y otras limitantes, y el caso de los judeo-cristianos[3] en México y en algunos otros países de Latinoamérica, principalmente en Perú, Brasil y Colombia, demuestra lo anterior. Ya no se diga lo sufrido por comunidades europeas y algunas otras enclavadas dolorosamente en países musulmanes, en donde a pesar de tanta adversidad y rechazo social han permanecido (recordemos el caso típico de Siria, país en el que matar un judío no es considerado siquiera delito).

Respecto a los conversos de la capital de la Nueva España, se integran de tal forma, que logran tener un gran rabino, además de un numeroso cuerpo de creyentes. Tenemos que abonar en favor de su situación, que durante el lapso de los años 1541 a 1571, existió gran tolerancia en la colonia; debido en buena parte al retiro del fanático Zumárraga del cargo inquisitorial, y a la debilidad o desconocimiento de la realidad por parte de sus sucesores.

El haber llegado a contar ocasionalmente con rabinos que les guiaran en circunstancias tan adversas, demuestra históricamente la negación del grupo a su asimilación; así como su franca intención de no abandonar su identidad hebrea.

Además del crecimiento natural de las comunidades, no podemos perder de vista que la corriente migratoria no se detenía, trayendo de vez en vez, a cripto-judíos que habían visitado algunas sinagogas libres de otras naciones europeas, enriqueciendo a los locales con literatura (escasa por cierto), relatos y sus personales puntos de vista. A todo esto podemos agregar en benefício de los conversos, una nueva y numerosa migración de judíos portugueses, misma que tiene sus inicios en 1571 y termina hasta el primer cuarto del siglo XVII (1625).

Si pretendemos ser más objetivos y entender las razones de las migraciones masivas, tendremos, por tanto, que atender a teorías como la expresada por Simón Wiesenthal, quien afirma en su más reciente libro, Las naves de la esperanza, que los viajes de Colón, buscaban en realidad (en América) la Tierra Prometida. Sostiene que toda la empresa naviera de Colón, obedecía a razones puramente religiosas y de supervivencia.[4]

Además, afirma Wiesenthal: “…que Colón llevó en su travesía un traductor judío porque había leído que las 10 tribus perdidas del antiguo Israel vivieron en India, el destino que pensaba alcanzar cuando soltó amarras en el puerto de Palos.” Agrega:”… Alrededor de la tercera parte de su tripulación era de origen judío.”

Si atendemos la teoría de Wiesenthal en forma aislada, pudiera parecer a simple vista un tanto fantasiosa, pero si la enmarcamos en el momento histórico que se vivió, entenderemos mejor a Wiesenthal y, por supuesto, al querido Rabino holandés, Menassehben Israel, quien evidencia en su obra una sinceridad probada.

Procurando sintetizar el asunto, todo parece indicar que la dura persecución a los “marranos” en España y Portugal, alentaron en la judería sefardita la quimera de la Tierra Prometida y el reencuentro con las “extraviadas 10 tribus”, concluyendo todo esto en un nuevo éxodo a la Nueva España (y algunos otros puntos de Sudamérica).

La entrada a la Nueva España no resultaba difícil para estos conversos, ya que mediante el soborno, la compra de licencias y la hispanización de sus nombres, el asunto quedaba arreglado, puesto que ahora ya podían pasar desapercibidos, tanto en lo legal, como por el uso de su nuevo nombre (siempre y cuando observaran exterior-mente un catolicismo más o menos practicante; aunque lo rechazaran internamente).

Por ello es que podemos encontrar entre los judíos-conversos, apellidos tan españoles como, Carbajal, Treviño, Millán, Rodríguez, Pérez, Hernández, Gómez, Ortiz, Alonso, Garza, Rojas, Salinas, Torres, Benavides, Navarro, Machado, Sevilla, y muchos otros más, que como menciona Alicia Gojman:[5] “…De estos (conversos) surgieron familias destacadas que formaron parte de los forjadores del México actual.”

Aunque reconocemos la necesidad de aclarar al respecto, que no por llevar un apellido de estos la persona necesariamente es ascendiente de conversos, puesto que aquellos judeo-cristianos que llegaron a enriquecerse durante la Colonia, tenían el derecho de conceder su apellido a los esclavos de su preferencia. Además de que otros hispanos también llevaban tales apellidos. De ahí pues, que la persona interesada en el asunto, deberá estudiar primeramente sus orígenes por varias generaciones: la zona donde ha vivido su familia los últimos 200 ó 300 años, y procurar conocer la ciudad o zona de España de donde vinieron sus antepasados; además de indagar sobre costumbres familiares inexplicables, como prender velas la tarde del viernes, celebrar alguna fiesta judía con su nombre en español (como lo mencionamos más adelante) o tener objetos familiares que se sucedan de generación en generación que contengan o indiquen motivos hebraicos.

Antes de continuar, y queriendo abundar sobre esto de los objetos, en cierto poblado de España, habitado en su totalidad por hijos de varias generaciones de conversos, las familias tienen la centenaria costumbre de poner en el dintel de la puerta una flor, cuyos pétalos forman discretamente una estrella de David, recordando y supliendo la “mezuzah”.[6] Encubriendo de manera orgullosa y temeraria su origen israelita a través de tan singular “flor”.

Pretendiendo enriquecer el asunto de las costumbres hebreas, tenemos el caso típico de Los Altos de Jalisco,[7] zona poblada en su mayoría por familias conversas, que como apuntan Espín y De Leonardo:167 “..Alo largo de la temporada de trabajo en el campo había y sigue habiendo una serie de fiestas religiosas para asegurar la cosecha, como la velada de las espigas; que no viene a ser otra cosa que la fiesta judía de «Shavuoih» (Pentecostés).”

Sin entrar todavía en su estudio, hemos de adelantar al asunto que las comunidades conversas más grandes del país (y las que más tiempo permanecieron “puras”), fueron las del Nuevo Reino de León (Monterrey), la de Nuevo México (Santa Fe y Albuquerque),[8] y la de Los Altos de Jalisco, en el llamado Reino de la Nueva Galicia.

No obstante, resultaría perjudicial al tema si olvidásemos algunos otros casos sobresalientes, como resultó ser el de una sinagoga situada en la calle de Santo Domingo (Ciudad de México). Esta sinagoga es denunciada en el año de 1622 y enjuiciados varios de sus miembros por la Inquisición local, cuyo perverso trabajo llegó a ser muy activo durante todo este siglo.

Abundando sobre las principales ciudades pobladas por conversos, Jonathan I. Israel, afirma: “…Habla tres principales centros judíos en la Colonia: la ciudad de México, donde vivían aproximadamente la mitad de todos los judíos de la Nueva España, Veracruz y Guadalajara, con alrededor de los dos tercios restantes.”[9]

El autor de referencia, reconoce en un tal Simón Váez Sevilla, la máxima autoridad judía en la Nueva España. Sin poder confirmar lo anterior, el escritor pasa por alto demasiados hechos y circunstancias del judaísmo en México. En primer lugar olvida que poco tiempo antes, la comunidad de Nuevo León había sido sacudida fuertemente y sus líderes consumidos por la intolerancia inquisitorial. En segundo término, ignora las comunidades conversas que buscaban la asimilación voluntaria ( incluyendo la numerosa colonia conversa de Nuevo León)y por último, pasa por alto, la enorme cantidad de procesos que culminaron en la hoguera, intimidando a los cripto-judíos y haciéndoles cada vez más indefensos e inseguros. Además, debemos de recordar que si España les quedaba lejos de Eretz Israel o de Italia, Turquía o Grecia, la Nueva España les alejaba para siempre del resto del mundo; situaciones que en conjunto, hicieron que el judeo-converso se tornara temeroso y desconfiado, procurando pasar inadvertido ante el resto de la sociedad colonial.

También las ciudades mineras o portuarias fueron a su vez polo de atracción para los conversos, no únicamente para los de origen hispánico; sino además -como ya lo hemos mencionado- para sus vecinos portugueses, arribando a la colonia un número muy considerable de estos últimos (a partir de 1571), encontrando en la minería o en el comercio, la actividad idónea para el tan anhelado escalamiento social; objetivo que en demasiados casos es logrado.

Para su desgracia, su encumbramiento social les atraía la envidia de los otros peninsulares, pero sobre todo de sus enemigos y competidores. Por si fuera poco, una casta oprimida (los indígenas) daría muestra de un antisemitismo atroz. Gran parte de los procesos enderezados contra “judaizantes” (cargo bajo el cual se enjuiciaba a los conversos), fueron denunciados por esclavos indígenas, quienes en realidad se desquitaban del hombre blanco en la persona del judío, resultando no pocas veces falsas sus acusaciones (según consta en los archivos de la Inquisición).

Los reales del Monte en Pachuca y Atotonilco, así como Zacatecas, Taxco, Guanajuato (y otros sitios más), fueron ciudades atrayentes para los hijos de Sefarad durante el siglo XVI, sólo que las continuas delaciones; al igual que la dureza de los procesos inquisitoriales, condujeron a las diferentes comunidades a la búsqueda de nuevas formas que les permitiesen conservar su identidad, situación que les dio resultado, pero sólo por un corto período de tiempo. El caso típico lo podemos encontrar en la comunidad que formaba el Nuevo Reino de León.

Este reino queda representado en la actual ciudad de Monterrey, misma que fuera fundada en 1582 por don Luis de Carvajal y de la Cueva bajo el nombre oficial de Villa de San Luis Rey,[10] el cual le fuera cambiado en su asentamiento definitivo por el de “Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey”, correspondiendo al tesorero Diego de Montemayor el mérito en definitiva, puesto que los procesos inquisitoriales contra la familia Carvaj al y sus allegados; además de una insurrección indígena de los lugareños, había forzado a los habitantes de la ciudad (en su mayoría judeo-conversos) a abandonarla y buscar refugio en poblaciones cercanas, sobre todo en Saltillo, situación que se resuelve para siempre cuando Montemayor decide retomar la ciudad y repoblarla (aún sin orden real).

Para entender mejor todo este asunto de la comunidad del Nuevo Reino de León y su ciudad capital, nos vemos obligados a citar brevemente la historia de don Luis de Carvajal y de la Cueva, conocido comúnmente como “el Viejo” (para diferenciarlo de su sobrino). Este hombre, originario de Mogodorio, en el reino de Portugal (n. en 1537), era hijo de judíos recién convertidos al catolicismo. Llegó a ser hábil político y valiente militar, méritos que en última instancia le valieran para ser nombrado gobernador del futuro “Nuevo Reino de León” (en la Nueva España), colonia a la que arriba por vez primera en el año de 1567.

Antes de llegar a México, Carvajal derrota en Jamaica a ciertos piratas ingleses, ganando con ello el favor del Virrey Martín Enríquez (quien se encontraba a bordo del mismo barco que nuestro personaje). Una vez en la Nueva España, don Luis de Carvajal procura servir con eficacia y diligencia a los intereses de la corona española. Para ello, interviene en la pacificación y sometimiento de los chichimecas. De igual manera, participa en la derrota inflingida a los bucaneros de Hawkins[11] que asolaban la zona de Panuco; lugar que Carvaj al gustaba mucho de frecuentar debido a sus múltiples negocios, llegando a desempeñar el cargo de alcalde mayor de Tampico; además de todo esto, obligadas razones familiares[12] le ataban a esta zona. El caso es que sus victorias en las armas le merecen gracia ante

(Según el relato de este autor, Carvajal y De la Cueva capturó a 80 piratas.) la monarquía, concediéndole Felipe II una real cédula (1579) para traer 100 familias a la Colonia sin la obligación de comprobar “ser cristianos viejos.”[13] Situación que hace suponer que el gobernante español no ignoraba, ni el origen de Carvajal, ni de aquellos que le acompañarían.

Además de lo anterior, le es concedido el cargo de gobernador de la tierra conquistada, la cual es oficialmente nombrada: “Nuevo Reino de León”. Usualmente se cree que se le concedió el beneficio de gobernar y poblar 200 leguas cuadradas. En realidad la real cédula le fijaba los siguientes límites: “…Desde el puerto de Tampico, río de Panuco y las minas de Mazapil, hasta los límites de la Nueva Galicia y de allí hacia el norte lo que está por descubrir de una mar a otra, con que no exceda de 200 leguas de latitud, por otras 200 de longitud.”[14]

Tal parece que el exceso de confianza, quizá fomentado por su ascendente carrera política, fue la causa que perdió al Gobernador Carvajal. Su probado amor al judaísmo-que siempre profesó- le llevó a perder sensibilidad y astucia, concediendo al grupo tal libertad religiosa (en una tierra de intolerancia), que muy pronto se llegó a hacer notar, tanto él, como el resto del grupo.

Una vez establecidos en aquellas tierras, se organiza la comunidad y fúndanla sinagoga local, de la cual su cuñado[15] llega a ocupar el cargo de Rabino, aunque también es probable que el rabinato lo haya desempeñado su sobrino Luis de Carvajal (“el Mozo”), a quien conjuntamente con Manuel de Lucena se ha reconocido como los líderes de la comunidad cripto-judía en el México de aquellos años.[16]

Por desgracia los enemigos superaban a los amigos, y el alto cargo político que desempeñaba, así como sus anteriores servicios prestados a la corona; no fueron impedimento, ni atenuante alguno para ser procesado con muchos otros miembros de la comunidad y de su familia, por las huestes de la temible Inquisición novo-hispánica.

Además en todo este asunto del proceso ala comunidad regiomontana, se encontraba metida la mano del Virrey Conde déla Coruña, quien por asuntos políticos tenía cuentas pendientes con Carvajal y de la Cueva, quien le ofreciera la oportunidad de venganza en bandeja de plata. ¿Profesar el judaísmo abiertamente en una colonia española; no era acaso una intransigencia?

Hechas las detenciones la comunidad se refugia en poblaciones vecinas, no volviendo sino hasta después que Diego de Montemayor repoblara y fundara en definitiva la ciudad de Monterrey. A pesar de tanta adversidad, existía el silencio cómplice de los conversos, quedándose a radicar para siempre en esa zona, pero ahora sí cuidándose hasta lo irracional de las delaciones.

Años más tarde sale de otra zona de conversos, de la ciudad de Jalostotitlán (en Los Altos de Jalisco), la familia Garza para unirse a los fundadores de Monterrey.[17]

En cuanto a la mayoría de los procesados (1589-1590), éstos son reconciliados, sin embargo don Luis de Carvajal “el Viejo”, muere en prisión sumido en profunda depresión. Poco tiempo después, su sobrino Luis de Carvajal y otros miembros de su familia (46 conversos en total) son procesados, muriendo la mayoría envueltos en las llamas de un fuego encendido por fanáticos criminales, cuyo cobijo “legal” era la Inquisición, encontrando en el caso de doña Francisca Núñez de Carvajal, la muerte más cruel e infamante que ser humano pueda recibir.

La comunidad neoleonesa por causas obvias se contrae, no volviendo a dar “problema” alguno a la colonia, iniciándose así un largo y penoso sendero de asimilación, encontrando en sus actuales descendientes los rasgos de su herencia hebraica, ¡dignidad, orgullo y laboriosidad! Así como los actuales israelitas lograron hacer de las tierras desérticas de Eretz Israel un vergel, de igual forma los neoleoneses[18] en México han hecho de otra zona desértica el emporio industrial más sólido del país.

Volviendo a los finales del siglo XVI y principios del XVII, algunos cripto-judíos de la ciudad de Monterrey, así como muchas otras familias provenientes de la península y de otras zonas de la Nueva España, se aventuran a la conquista de nuevas tierras, introduciéndose en lo que hoy conocemos como el Estado de Nuevo México (USA), tierras que por más de tres centurias pertenecen a México y albergan en su territorio a otra de las comunidades conversas más sólidas y numerosas de la Nueva España, teniendo como principales centros poblacionales, Santa Fe y Albuquerque, así como los valles de Mora, Charma y Río Grande,[19] en cuyas apartadas regiones los conversos buscaron un refugio que les pusiera a salvo de las hogueras inquisitoriales.

Sin temor a equivocarnos, bien podemos afirmar que la comunidad de Nuevo México, dada su lejanía, pudo conservar muchas de sus costumbres judías (observando externamente el catolicismo), pero aumentando en el seno familiar la herencia israelita, asombrando hace unos pocos años, a propios y extraños, el descubrimiento de miles de familias de aquel estado que descienden de aquellos conversos, los cuales, como afirma Kathleen Telschc: “…Encendían velas los viernes, recitaban plegarias en hebreo, circuncidaban a sus varones, comían pan sin levadura y guardaban el sábado.”

Muchos de estos hijos de conversos, hoy día están retomando al judaísmo, no sin mostrar un recelo producto de siglos de temor. El Rabino Isaac Celnik de la Congregación B’nai Israel, de Albuquerque, declaró a la referida periodista del New York Taimes, que algunos de ellos acuden discretamente a los servicios. Otros más atrevidos le han invitado a sus hogares a pedimento de alguno de sus parientes ancianos que desean renovar su fe ancestral.

Por lo que a los fuereños se refiere, tal parece que no están dispuestos a decir nada. La profesora de literatura de la Universidad de Texas (El Paso), Francés Hernández, afirma que cuando menos 1,500 familias de Nuevo México están conscientes de su herencia judía. Desde aquellos que poseen un legado muy borroso, hasta aquellos que conocen a fondo sus raíces y religión ancestral.

Recordando el aspecto histórico, no podemos olvidar que la lejanía de la comunidad conversa -respecto al resto de la colonia-, le produjo aspectos positivos y negativos. Si bien tuvieron un poco más de libertades para perpetuar la fe de Abraham (la cual se iba esfumando de generación en generación); por otra parte el virreinato les tuvo prácticamente en el olvido, debido más que nada a la enormidad del territorio mexicano y a lo difícil que resultaban las comunicaciones en aquellas épocas.

La comunidad de Nuevo México, definitivamente no es el caso del Nuevo Reino de León, o el de Los Altos de Jalisco. En la primera el clero tuvo una intromisión muy pobre y casi siempre interrumpida. Pocos eran los misioneros que se atrevían a aventurarse por aquellas tierras, en las que navajos, apaches y comanches,[20] asesinaban frecuentemente a colonos y religiosos. En cambio, en las otras dos comunidades mencionadas el clero, a partir del escándalo de los Carvajal, llevó un control estricto y rígido sobre estos grupos, al grado que con el tiempo llegamos a encontrar en la autoridad eclesial, un poder muy superior al del gobierno civil (todavía en pleno siglo XX).

Por lo que respecta ala comunidad de Nuevo México, todo parece indicar que estamos apenas abriendo una caja de sorpresas. Recientemente el doctor Stanley Hordes, subdirector del proyecto de investigación sobre los cripto-judíos de la Universidad de Nuevo México, expresó lo siguiente: “…Apenas hemos comenzado a arañar la superficie.” Sostuvo además ante la Sociedad Histórica Judía de Nuevo México, que la famosa Shearit Israel, fundada en Nueva Amsterdam en 1654, no fue la primera sinagoga estadounidense, sino el núcleo poblacional de conversos de los Valles de Mora, Charma y Río Grande (Nuevo México).

La Sociedad Histórica Judía no aceptó su posición ni tampoco este autor puede permitirla; aunque por diferentes motivos. Los judíos norteamericanos aducen que “…un grupo de fqnrnlifla cristianas con algunas prácticas judías o leyes alimentarias no constituyen una comunidad judía.”[21]

A la posición del doctor Hordes podemos señalarle, que Nuevo México, en los siglos XVI, XVII y XVIII y hasta mediados del XIX, perteneció legalmente a la Nueva España y posteriormente al México independiente, por tanto, su posición resulta absurda. En cuanto a la sociedad histórica judía de aquella nación, no le compete juzgar un núcleo de población que no formaba parte de su país en aquel entonces; en todo caso, corresponderá en su momento a la comunidad judía mexicana el formular el juicio histórico correspondiente. Mientras tanto, le invito a pasar al análisis de la comunidad faltante.


[1] HERZL, TEODORO: El judaísmo en el siglo XX, “El estado judío” (selección), pág. 12.

[2] ALBERHO, SOLANGE: Inquisición y sociedad en México (1571-1700), capítulo AXlX, pág. 417.

[3] Los conversos eran conocidos, además del peyorativo “marranos”, como “judeo-cristíanos’ o ‘cripto-judíos”. También se les nombró por algunas centurias ‘cristianos nuevos” solamente que en este grupo se incluían los moros que adoptaron el catolicismo forzadamente.

[4] Comentario publicado por el periódico El Informador de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México, jueves 5 de septiembre de 1991.

[5] Gojman de Backal, Alicia. Los conversos en la Nueva España, (Sefarad ´92), pág.27. New York Times, 11 de diciembre de 1990.

[6] Objeto religioso que normalmente se coloca en la entrada del hogar judío, conteniendo una porción de la Torá (Devarim –Deuteronomio 6:9)

[7] Espín, JAIME Y DE LEONARDO, PATRICIA: Economía y sociedad en Los Altos de Jalisco.

[8] Estas tierras pertenecieron a México por más de tres centurias, hasta que en el año de 1848 quedan bajo dominio de los Estados Unidos de Norteamérica, después del abusivo e injusto Tratado de Guadalupe.

[9] ISRAEL I., JONATHAN: Obra citada, pág. 132.

[10] Antes de la llegada de Carvajal y de la Cueva en 1582, ya existía en ese sitio un núcleo de población, conocido como Santa Lucía (1577), quedando el nombre definitivo de Monterrey en 1596, Enciclopedia, de México, tomo K, pág. 834.

[11] Greenleaf E., Richard: La Inquisición en la, Nueva España en el siglo XVI, pág. 182.

[12] En la zona vivían varios de sus parientes, incluyendo una hermana.

[13] DOMÍNGUEZ ORTIZ, ANTONIO: Obra citada, pág. 130.

[14] Enciclopedia de México, tomo K, pág. 417.

[15] KELLER, WERNER: Obra citada, pág. 387. (Este autor sostiene tal dicho.)

[16] Gojman de Backal, Alicia: Se/arad “92, pág. 25.

[17] GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, JOSÉ ANTONIO: Los Altos de Jalisco, pág. 143.

[18] Nombre con el que actualmente se conoce a los habitantes del “Nuevo Reino de León’.

[19] Como afirma la periodista KathleenTelschc, New York Times, 11 de diciembre de 1990.

[20] Enciclopedia de México, tomo IX, pág. 456.

[21] New York Times, 11 de diciembre de 1990.

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