En cuatro cortos versículos, Génesis, capítulo 34 produce la excusa de dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, por haber escrito uno de los capítulos más oscuros de la historia del pueblo judío.
“Cierto día, Dina, la hija de Jacob y Lea, fue a visitar a unas jóvenes que vivían en la región. Cuando el príncipe del lugar, Siquem, hijo de Hamor el heveo, vio a Dina, la tomó a la fuerza y la violó. Sin embargo, luego se enamoró de ella e intentó ganarse su cariño con palabras tiernas. Le dijo a su padre Hamor: «Consígueme a esta joven pues quiero casarme con ella».
Al enterarse los hijos de Jacob de lo ocurrido,
“Quedaron horrorizados y llenos de furia cuando supieron que su hermana había sido violada. Siquem había cometido un acto vergonzoso contra la familia de Jacob, algo que nunca debió haber hecho.”
Aunque el padre de Siquem pide a Dina como esposa para su hijo ofreciendo dar a cambio cualquier cosa que le sea pedido, “los hijos de Jacob respondieron con engaño:”
“Sólo de esta manera podemos estar de acuerdo con ustedes”- responden
Si todos los varones entre ustedes se circuncidan, como lo hicimos nosotros, entonces les entregaremos a nuestras hijas y tomaremos a las hijas de ustedes para nosotros. Viviremos entre ustedes y seremos un solo pueblo;
… y todos los varones de la ciudad fueron circuncidados”
Cuando los siquemitas
“… aún estaban adoloridos, dos de los hijos de Jacob —Simeón y Leví tomaron sus espadas y entraron en la ciudad sin encontrar resistencia. Entonces masacraron a todos los varones…”
Esta es una historia tan terrible que fuerza a preguntar: cuál pudo haber sido el propósito de mantenerlaen el recuerdo? Y de todos los lugares, nada menos que en la literatura formativa de Israel: el TaNaKh.
Hay dos posibles respuestas a esta pregunta: o bien las Escrituras consideran la acción de los hijos de Jacob loable, o quieren recordarnos que incluso frente a las más grandes amenazas, lo judíos no deben comportarse de esta manera.
Hasta el día de hoy esta es una cuestión debatida y por la que se ofrecen argumentos a favor y en contra.
Se ha argumentado, por ejemplo, que sólo un fuerte concepto del honor y una fuerte disuasión pueden asegurar la supervivencia.
Sin embargo, unos pocos capítulos más adelante, las Escrituras de Israel son inequívocos en su veredicto.
En su lecho de muerte, Jacob, el último de los patriarcas, retiene su bendición a Simeón y Leví declarándolos ser hijos y sucesores indignos, negándoles parte cualquiera en la Tierra Prometida.
No sorprendentemente el nombre de Dios no aparece ni una sola vez en la historia.
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