En los últimos años, el idish ha resurgido y ahora se enseña nuevamente en varias universidades. Incluso hay departamentos de “Estudios del Idish” en las universidades de Columbia y Oxford, entre otras. Hoy, aproximadamente 5 millones de personas en el mundo entienden esta lengua, mientras que hace menos de un siglo, un estimado de 11 millones, de los 18 millones de judíos del mundo, lo entendía.
Dando gran fuerza e impulso a la recuperación histórica, acadámica y cultural del Idish, estáel Yiddish Book Center (YBC), del Hampshire College, de Massachusetts, donde hoy se encuentran miles de obras en esta lengua. Expertos del YBC, visitarán nuestro Colegio a finales de este mes para seleccionar libros en idish de nuestra biblioteca, mismos que serán digitalizados, preservados y distribuídos para su estudio y lectura.
Durante su visita, nos deleitarán con una conferencia acerca del resurgimiento del idish y de la preservación de testimonios de hablantes de la lengua a través de entrevistas orales. Es una oportunidad que no podemos perder para conocer el resurgimiento de un idioma fundamental para nosotros.
El idish, conocido como mames loshn, la lengua de las madres y los niños, comenzó como un dialecto medieval de Alemania, mezclado con hebreo, Juedo-Arameo, Francés antiguo, polaco, ukraniano y ruso. Más adelante fue mezclado con lenguas eslavas. Dicho idioma se desarrolló dentro de una cultura de marginalización, opresión y pobreza extrema. Se cree que el Idish se consolidó como un idioma entre los años 900 y 1100 de la Era Común. Es importante notar que, en épocas en las que la mayoría de los gentiles no sabía leer ni escribir en Europa, la mayoría de mujeres judías sabían leer y escribir, por lo menos en idish.
El idioma idish está lleno de humor e ironía, expresa distinciones sutiles del carácter humano que otras culturas apenas reconocen, y menos ponen en palabras. ¿Qué otro idioma distingue entre un shlemiel (una persona que sufre debido a sus propias acciones), de un shlimazl (una persona que sufre por cuestiones ajenas a él, o que tiene mala suerte crónica) y un nebech (una persona que sufre las penas ajenas como propias). Una vieja broma lo explica así: ¡el shlemiel derrama la sopa, ésta le cae al shlimazl, y el nebech la recoge!
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