Judit Bokser Liwerant
(4 de noviembre de 2015)
Distinguido Sr. Rector de nuestra casa de estudios, muy querido Dr. Narro
Distinguidas personalidades del Presidium
Estimados colegas y compañeros universitarios
Jóvenes académicos
Señoras y señores
Familiares, amigos
Gracias por haberme honrado con la oportunidad de dirigirme a ustedes.
Hablo en nombre propio, pero también en nombre de mis colegas galardonados −profesores, investigadores y académicos− con los que conformamos una comunidad epistémica comprometida con la producción científica y el quehacer intelectual, caracterizados todos por poseer una manera específica de estar en el mundo y entender el mundo.
Es desde esta doble dimensión, en la que se conjunta el compromiso y la creatividad individual con la pertenencia a una comunidad de aprendizaje/docencia e investigación, que asumo esta responsabilidad y privilegio. Confío expresar lo que nos convoca en emoción y pensamiento.
Todas y todos los que tenemos la honra de recibir este entrañable “Premio Universidad Nacional” lo hacemos con profundo agradecimiento y orgullo, conscientes de que un premio de esta naturaleza es un apoyo activo al saber y a la autonomía del conocimiento. Es el reconocimiento a nuestro quehacer y a la responsabilidad que hemos asumido.
A su vez, en una clara y propositiva dinámica de reciprocidad de reconocimientos, somos nosotros quienes reconocemos a la Universidad Nacional Autónoma de México como zona abierta y universo de pluralidades polifónicas en el que habitan y cohabitan las diversidades disciplinarias teóricas, ideológicas, culturales, humanas y sociales.
Es en esta Universidad que hemos tenido la excepcional oportunidad de dedicarnos a observar, aprender, investigar, enseñar y comprender alternativas inexploradas, ignoradas u ocultas.
Es en esta Universidad que hemos asumido que el derecho de saber es intrínsecamente el derecho de ser y entre uno y otro, mujeres, hombres y comunidades, construimos espacios de sensatez, sabiduría y dignidad, convirtiéndonos así en inesperables guardianes de las esperanzas.
Es en esta Universidad que nos hemos forjado como creadores y productores de saberes y conocimientos, dedicando nuestra sensibilidad intelectual y nuestra profesión a dejar el mundo en una situación al menos un poco mejor que como la encontramos.
Vivimos −todos lo sabemos− en un período en el cual los viejos modos aprendidos y heredados resultan muchas veces insuficientes para dar cuenta de nuestra condición, al tiempo que no hemos terminado de formular o inventar aún los nuevos modos de afrontar los retos, las incertidumbres y los riesgos inherentes a la contingencia e indeterminación del mundo.
A diferencia de las generaciones pasadas no tenemos una imagen clara del destino hacia el que parecemos y deseamos avanzar, mientras que el alcance global de nuestros problemas, sus causas y consecuencias, así como los ritmos e intensidades del proceso de cambio –compulsivo, imparable− nos señalan una y otra vez que aquel destino porta los sonidos de una sociedad de flujos globales, de interconectividad, de comunalidad. También de riesgos.
¿Cómo entender los problemas crecientemente complejos e interrogar a nuestro mundo si no es repensando nuestros saberes?
¿Cómo alentar a las ciencias para que aborden de forma renovada los viejos problemas no resueltos, frente a una realidad que exige renovadas formas de conocimiento diferenciadas, especializadas e interactuantes? ¿Cómo resguardar la reflexividad y la autocrítica como exigencias metodológicas y principios éticos estructurantes de nuestra práctica investigativa?
¿Cómo ser transmisores creativos en la formación de nuevas generaciones de científicos?
Los retos de la investigación, su validez y pertinencia; la difícil tarea de producir conocimientos precisos y rigurosos combinada con el indispensable desarrollo de perspectivas generales que nos permitan integrar, más allá de la diversidad, las diferentes visiones; la generación de un marco de referencias que conjunte experiencias específicas, asumiendo la complejidad de nuestro tiempo y la maleabilidad histórica del mundo social; la creación constante de lazos entre la práctica investigativa y docente y la vida colectiva: Universidad y sociedad….éstos son tan sólo algunos de los indispensables senderos por los transitamos y nos invita a transitar decididamente nuestro convocante presente; una invitación de la cual nos sentimos parte, en tanto consideramos que nuestra Universidad es una plataforma excepcional desde la cual seguir generando diálogos con cada uno de nuestros interrogantes, todos ellos emanados de desafíos efectivamente globales pero que merecen ser decodificados y pensados desde las especificidades de la producción científica originada en nuestras latitudes.
Ésta es nuestra vocación, la vocación de la Universidad Nacional: construir, resguardar y nutrir los espacios necesarios para cumplir con la tarea de ofrecer respuestas posibles y contundentes a cada uno de estos interrogantes y desafíos. Una vocación que asumimos desde nuestros espacios de trabajo, que hoy se cruzan y traslapan, y nos permiten reivindicar el amplio lugar que la investigación ocupa en las facultades −como es mi caso, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales− o bien la importancia de los colegas que desde institutos y centros se suman a la docencia, y unas y otros parecemos transmutar y encontrarnos en la figura móvil del investigador/profesor/investigador y su praxis.
Nuestra Universidad tiene historia, una historia que la ubicó en el centro de la construcción de lo nacional y lo regional. Conocemos el lugar que ha ocupado durante cientos de años en la construcción y designio de nuestra modernidad, la primera de las “múltiples modernidades” −las Américas, primer desprendimiento de la modernidad fundacional− buscando su propio rumbo en un recorrido no ajeno a tensiones y contradicciones. Designio institucional y programa cultural en el que la reflexividad, la racionalidad, la crítica y la autocrítica constituyeron y constituyen sus cimientos. La Universidad fue espacio y resguardo frente a avasalladores impulsos por instaurar o imponer una verdad o la herencia de una voluntad homogeneizante que no tolera la diversidad.
Es esta una Universidad abierta: al conocimiento, a la sociedad, a los exilios que vinieron primero de Europa y luego de nuestra América, abonando así con la experiencia exiliar un modo de hacer ciencia, promoviendo encuentros que posibilitaron y habilitaron el pensarnos como Universidad Nacional en la región, en el mundo; Universidad abierta a las migraciones profesionales de quienes somos hijos de exilios y tuvimos la oportunidad de incorporarnos; Universidad abierta, modos de construir los espacios transnacionales del saber.
Hoy, la Universidad se asume una vez más como generadora de cambios y espacio de construcción constante desde el cual rasgar una y otra vez el telón de los dogmas, de los prejuicios, abriendo paso a nuevas constelaciones de significados, habilitando y potenciando la reflexividad, difundiendo la postura autocrítica y libre que nos invita a pensarnos desde nuestras preguntas y las neecsidades de nuestra sociedad, sabiéndonos falibles.
Y hoy, también una Universidad que expande sus fronteras y se expande ella misma en diferentes direcciones, en la circulación de nuestros talentos por el mundo de la ciencia y la cultura.
Vivo en lo personal este reconocimiento a mi trabajo en su calidad y en la visión de una comunidad que reconoce en lo universal la presencia constitutiva de lo particular y lo resignifica en su relevancia nacional.
Estos últimos ocho años han sido desafiantes para México y para nuestra Universidad. Han sido años de crecimiento y proyección en la investigación, la docencia y la difusión de la cultura en nuestras aulas y desde nuestras aulas.
Por todo ello, en voz mía hago este reconocimiento a usted, Sr. Rector, en el último tramo de su conducción responsable, inteligente y comprometida que nos permitió gozar de nuestro quehacer en esta Universidad Nacional, incluyente, pública, gratuita y autónoma, que se perfila cada vez más como baluarte de la densidad institucional que corrobora que el saber no se da en el vacío, que transita por estructuras que dan sustento a nuestra creación.
Los datos abruman.
En estos ocho años nuestra planta académica llegó a 39 mil 227 miembros; nuestros indicadores de productividad y calidad se han incrementado de manera sustantiva; destacan nuestros artículos científicos y nuestros libros (en el Web of Science en 2014 representaron casi 29% de todos los registrados en el país), y en Scopus el 32 %, lo que en 2014 significó que uno de cada cuatro de los trabajos mexicanos registrados en este índice fue nuestro); proyectos de innovación; solicitudes de patentes aprobadas; proyectos focalizados en la propia agenda de ciencia y tecnología, y proyectos sustantivos que competen a la solución de problemas sociales, políticos y culturales- nuestras ciencias sociales y las humanidades, nuestras ciencias todas revogorizadas.
Egresados y graduados que en cientos de miles y decenas de miles conforme avanzamos en los niveles de especialización.
En fin, un universo de Universidad en el país y más allá de sus fronteras.
Este es el último Premio Universidad Nacional que entrega usted, querido Dr. Narro, en su calidad de Rector. Es este un momento muy especial, en el cual afecto y razón nos convocan.
La Universidad nos reconoce; nosotros a ella, y a usted por haber fortalecido una Universidad abierta a la sociedad; que nos protege en nuestros cubículos, laboratorios y aulas de las propias tribulaciones de aquélla, al tiempo que nos concova a atender sus necesidades en nuestra responsabilidad; una universidad que nos reconoce confiando en que contribuyamos a incrementar esa promesa, esperanza dijimos, que emana de los saberes.
El campo del conocimiento y de la expresión de las ideas es la zona abierta, es el ámbito del escrutinio, de la exposición. Una República de las Letras y de las ciencias que se ha ampliado frente a la ciudad letrada del pasado. Una comunidad comprometida. Una Universidad abierta.
Momento de celebrar y momento de despedir. Con alegría y nostalgia.
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