México: Caso Heaven: una crónica de llanto, dolor e incertidumbre

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“¿Quién fue capaz de hacerles esto?”

“Todo fue una porquería desde el principio, se pasaron de listos. No quisieron buscarlos rápido. Se tardaron demasiado”.

“Esto es una pesadilla, es un dolor tan grande que no se le desea ni a tu peor enemigo”.


“Mi bebé, mataron a mi bebé”.

Madres de los jóvenes desaparecidos en el bar Heaven, permanecieron dentro de un auto, en las inmediaciones del rancho La Mesa, en el municipio de Tlalmanalco, sin que se les permitiera el acceso a la zona donde se hallaron varios cuerpos en una fosa clandestina; la PGR informará en 48 horas los resultados de las pruebas de ADN.

Visiblemente afectadas, Leticia, Josefina y Mercedes, se daban fuerza y aliento entre sí.

Pero a ratos, el dolor y los recuerdos las traicionaban.

A sus mentes volvían las imágenes de sus hijos, los años compartidos, las alegrías y las palabras, las experiencias de madres e hijos, y entonces los minutos se volvían silencio.

Y luego, de nuevo al sufrimiento, al llanto y sus sordos ecos. Y una vez más, calladas se acordaban de algo; y otra vez las lágrimas irrumpían.

La escena se sucedió en las horas en las que familiares de los jóvenes desaparecidos en el bar Heaven, permanecieron dentro de un auto, en las cercanías de la fosa clandestina hallada en Tlalmanalco, estado de México.

–¿Ya lo sabe su papá? –comentó esta reportera a Lety-

Y como respuesta, ella, con los ojos hinchados y expresión de profunda tristeza, lo negó con la cabeza.

“Sólo sé que venía para acá -alcanza a balbucear–, pero…” el silencio, nuevamente; y luego otro llanto profundo.

Al extremo contrario del asiento, Josefina tenía la mirada perdida en un punto fijo. Ensimismada en sus pensamientos, las lágrimas rodaban por sus mejillas. Luego soltó una pregunta a esta reportera, con voz apenas perceptibe.

–¿Por qué? Por qué si ellos nada tuvieron que ver, por qué.

Un abrazo de madre a madre fue la respuesta. Un largo, profundo y conmovedor abrazo.

Imposible dejar a un lado los sentimientos y no sufrir con ellas su impotencia, frustración, vacío y sed de justicia.

Como reportera, había muchas preguntas. Pero cualquiera de ellas tendría dos respuestas. Silencio y llanto. Imposible también dejar de lado ser sensible y prudente. Porque a veces el silencio dice más.

Una llamada telefónica. Y el siguiente monólogo:

–Me lo mataron, perdóname por no habértelo encontrado vivo. Nos quitaron a nuestro niño. Tienen que atrapar a los que hicieron esto.

Eso fue lo que dijo Lety Ponce, madre de Jerzy Ortiz Ponce, vía telefónica, a su esposo Jorge Ortiz Reyes, alias el Tanque, quien enfrenta en prisión desde 2004 una sentencia de 23 años, por delincuencia organizada.

Minutos después, otra llamada. Era Alejandro Sánchez, alias el Papis, igualmente condenado, llamando a Josefina, ambos, padres de otro de los desaparecidos, Said Sánchez García.

Y ella en cuanto contesta le dice:

–¿Por qué?, ¿por qué? No se vale este dolor. ¿Por qué tanta saña?, Alejandro. Por qué no hicieron nada para encontrarlos. Por qué, por qué… y luego al llanto profundo e inmenso.

Mercedes, madre de Gabriela Ruiz García, podría decirse, mantuvo el temple. Lety se desgarraba, Josefina pasó los minutos ensimismada, pero a ella, a Mercedes, sólo le rodaban las lágrimas.

Inamovible, lo único que alcanza a pedir, y lo hace a esta reportera, es:

“Quiero ver a mi hija. Que me enseñen a mi niña”.

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