Tras 13 años de lucha político-electoral, Andrés Manuel López Obrador se ciñó, al fin, la banda presidencial.
Ante el Congreso de la Unión, reconoció que no tiene derecho a fallarle al pueblo de México y ofreció trabajar 16 horas diarias para afianzar la Cuarta Transformación.
Haré cuanto pueda para obstaculizar las regresiones en las que conservadores y corruptos estarán empeñados. Aplicaremos muy rápido los cambios políticos y sociales para que, si en el futuro nuestros adversarios nos vencen, les cueste mucho trabajo dar marcha atrás a lo que ya habremos de conseguir”, dijo.
En su discurso de 78 minutos, López Obrador arremetió contra la política económica neoliberal al calificarla de “calamidad” para el país.
Descartó reelegirse, emprender persecuciones políticas o dejar que funcionarios y sus familiares aprovechen el cargo para hacer negocios al amparo del poder público.
Luego de asegurar que la honestidad es lo más importante en su vida, se dijo optimista para enfrentar los problemas nacionales porque el pueblo es trabajador y hay riqueza. Lo único que falta, dijo, es un buen gobierno.
Seremos una potencia económica, un país modelo que habrá de demostrar al mundo que acabar con la corrupción es posible”, sostuvo.
Después, en el Zócalo, tras recibir el bastón de mando por parte de los pueblos indígenas, dijo que anhela purificar la vida pública de México.
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