Nueva York, el blues y la cultura judía en Lorca

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A pesar de que el festival de la cultura judía Jewish Lorca se ha aplazado a octubre, la Ciudad del Sol quiere celebrar un adelanto por todo lo alto. Para ello contará con la única actuación en la Región del polifacético Jimmy Barnatán, un conocido cantante de blues, actor, escritor y artista judío por encima de todo. Esta noche presenta su nuevo disco ‘El americano’, en un concierto-recital en el que también leerá poemas que aúnan sus vivencias en Nueva York y sus influencias judías. La mezcla de blues y literatura pondrá el toque artístico a la presentación de la nueva ‘janukiá’ o candelabro de nueve brazos que será la protagonista de la Fiesta de las Luces en diciembre. Antes de la actuación, Barnatán se abre para contar su universo artístico:

–¿Cómo va a ser este concierto en Lorca?

–Lo voy a dar con Diego Barber, un gran guitarrista clásico. Se formó en Salzburgo y después en Berklee, Boston, la mejor escuela de jazz del mundo. Lleva 20 años viviendo en Nueva York y compartiendo escenario con una gente brutal en el mundo de la música negra. Aquí se une un ‘coco’ maravilloso que viene de la música clásica con mi jazz rasgado, y presentamos mi disco ‘El americano’ que, por primera vez es íntegro en castellano.


–¿Cómo definirías el estilo de este último disco?

–Mi sonido es marcadamente norteamericano. He crecido escuchando jazz, blues, country, el pop de Michael Jackson, y es lo que me nace. Pero es cierto que con el cambio de idioma me he quitado la atadura de la seguridad que te da hacer algo que te funciona. Pero este es un momento de juego: ahora me quito ese corsé y se abre mucho el abanico, aunque sin desviarme de la senda de la música negra. Se notan diferentes texturas y colores, otros timbres, aunque la musicalidad es la misma. El inglés da una especie de camuflaje, pero cuando cantas en castellano, la desnudez es más evidente.

–¿Qué tiene de especial la parte recitada de la actuación?

–Algunos son poemas inéditos míos, pero la mayoría son de un poeta boricua ya fallecido que vivió en las calles del Lower East Side. Se llama Lenni Lenape y lo conocí en uno de mis últimos viajes a Nueva York, en mitad de un parque. Nos cruzamos y empezamos a hablar mientras yo me bebía una petaca de whisky. Al día siguiente me confió su obra de manera muy mística. Dejé de verle y al poco tiempo me enteré de que había fallecido. Muy ‘heavy’. Para mí es especial porque hay mucha concomitancia entre nosotros.

–¿De dónde viene tu inspiración para crear canciones o poemas?

–Tiro mucho de mis experiencias y de los lugares donde vivo. Las ciudades me turban, me moldean. Mi padre decía que lo que se conoce como la ‘ciudad de la infancia’ no entiende en realidad de coordenadas geográficas. Yo pasé la mía entre Santander y Nueva York: tenía la playa del Sardinero en un lado y la orilla del Hudson en otro, pero aunque el paisaje urbano cambia, la ciudad de la infancia es la infancia misma. En mis canciones eso aparece.

–¿Crees que el judaísmo influye en tu creación artística?

–La cultura judía da mucha importancia a la memoria, el recuerdo, el nombrar, la necesidad de contar tu historia… en ese sentido, sí, hay mucho de judaísmo en lo mío, aunque los temas sean distintos. Antes todo era oral, y en cierto sentido lo sigue siendo, por lo que hay que contar para que no se olvide. Cantar es una forma de hacerlo.

–Como cantante, escritor, poeta, actor… ¿Qué arte elegirías?

–Si te digo la verdad, soy un tío muy egoísta y me gusta mucho todo lo que hago. Todo tiene un momento de magia y me doy cuenta de lo afortunado que soy pudiéndome dedicar a lo que me mueve. Cuando uno se sienta delante de un folio en blanco es Dios; cuando tienes al público esperando a que cantes es una descripción indescriptible; cuando actúas eres un soldado del director y mola. También hay muchos días en los que no te toca escribir ni actuar ni cantar, en los que te cagas en la profesión y piensas en qué gran notario se ha perdido este país. Pero eso pasa poco. Así que a la pregunta, soy muy egoísta y no tengo la obligación de elegir a no ser que sea delante de un juez.

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