Un día un conferencista inicia su charla para unos estudiantes de la siguiente manera, saca un billete de $100 dólares de su bolsillo, lo levanta en lo alto, se lo muestra a todos y les pregunta: “¿quién quiere ese este billete?”, a lo que todos respondieron: “yo”, “yo”, “yo”,…
Luego dobla el billete varias partes y realiza la misma pregunta: “¿quién quiere ese este billete?”, y recibió la misma respuesta de los estudiantes, todos lo querían. Toma de nuevo el billete y lo arruga completamente con las manos, lo levanta y pregunta de nuevo: “¿quién quiere ese este billete?”, y aun así, todos respondieron de nuevo que lo querían. Por último, toma el billete, lo tira al piso y comienza a pisarlo una y otra vez, el billete queda hecho casi girones, lo recoge y de nuevo vuelve a preguntar: “¿quién quiere ese este billete?”, y la respuesta fue la misma, todos lo querían.
Así que él dijo: “Vean lo que pasa con este billete, a pesar de las condiciones en las que se encuentre, sean estas buenas o malas, así no se vea bien y así esté sucio, el billete no pierde su valor. Lo mismo ocurre con las personas, aunque algunas personas no se vean bien, su aspecto no sea el mejor y así cometan algunos errores, las personas no pierden su valor.”
En la Parashá que vamos a leer esta semana se habla de lo que es la lepra, que era un castigo infringido a la gente que habla mal del otro.
Algunos conocedores comentaron que la lepra era el resultado normal de toda depresión y tristeza. Pero entonces, ¿cómo explicamos que la Torá dice que es un castigo, si hay quienes dicen que es una consecuencia natural de un estado de ánimo?
La respuesta es que, si bien es cierto, que es debida a la tristeza y a la depresión, la mayor consecuencia es por hablar mal del otro. Veámoslo de la siguiente manera, cuando una persona está feliz, dentro de sí sólo tiene alegría, no buscará hablar mal del otro, pues solo ve lo positivo de los demás. Pero si una persona está triste, es porque dentro de sí carga con alguna insatisfacción, alguna infelicidad, siempre buscará hablar mal del otro.
Como el cuento famoso de la señora que siempre veía las ropas de la vecina que estaban colgadas en el tendedero sucias, y todos los días le pregunta a su esposo: “¿Por qué la vecina cuelga la ropa sucia y no la lava antes?” Hasta que un día ve que las ropas colgaban limpias y le comenta a su esposo: “Mira, la ropa está limpia, ¿hablaste con ella?”, a lo que su marido responde: “No, solamente limpié las ventanas”.
Todo tiene dos lados, uno positivo y otro negativo, del lado que nosotros estemos, así es como veremos las cosas.
No es como el caso del señor que estaba muy enfermo en un hospital y un día despertó y vio a su esposa a su lado y le dice: “Mira, cuando perdí el empleo y me despidieron, estuviste a mi lado, cuando quebró el negocio estuviste al lado mío, cuando me dispararon y casi muero, también estuviste al lado mío, cuando perdimos la casa estuviste como siempre, al lado mío y ahora que estoy enfermo sigues estando a mi lado. ¿Sabes qué estoy pensando?”
La esposa le pregunta: “Dime cariño, ¿qué estas pensando?”
El marido sentencia: “Que me estás trayendo mala suerte…”
Todo lo que la esposa había hecho, el señor lo tomó todo por el lado negativo. Cada cual decide cómo ver las cosas y cómo explicarlas, si se usan gafas oscuras, se van a ver las cosas oscuras, si se usan gafas claras, se verán las cosas claras.
Esta semana haremos también la lectura sobre la luna. La luna nos enseña que aunque la veamos desde la tierra y la apreciemos de diferentes formas y tamaños, ella nunca cambiará, siempre será igual, siempre tendrá el mismo tamaño, lo que en realidad cambia es nuestro punto de vista.
Todos queremos dejar de hablar mal del otro, dejar de comentar chismes. La mejor receta es comenzar a ver las cosas de un modo positivo. En el instante en el que empecemos a usar las gafas con el cristal adecuado, en ese momento dejaremos de hablar mal del otro.
Como lo dijera el rey David en sus salmos, la persona que quiere vivir es aquella que ama su presente y ve en forma positiva y el resultado será que su boca permanecerá cerrada para no hablar mal del otro.
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