Coronavirus y las teorías de la conspiración

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En su infinita arrogancia, los seres humanos necesitan respuestas simples y concretas a los problemas que enfrentan. No pueden, por ejemplo, aceptar que un virus tenga en vilo a la especie animal más poderosa de la Tierra. Se rehúsan a aceptar la mutación de un agente infeccioso, microscópico y acelular que afecta a los homo sapiens.

Si nuestra especie de primates se define por su sapiencia, entonces alguno de los nuestros debió haber desarrollado el virus con un intención aviesa.

Muchos sapiens prefieren las teorías de la conspiración que la compleja realidad biológica. Además, es más divertido especular sobre quién generó el virus y para qué, en lugar de verlo como un asunto aleatorio de la naturaleza. Les da más seguridad pensar que alguien está detrás de esta calamidad que aceptar la debilidad intrínseca de los seres humanos en un universo lleno de peligros.


La gente está confinada en sus hogares, tiene mucho tiempo en sus manos y están muertos de miedo de contagiarse. Ergo, el sapiens busca respuestas. Además, ahora tenemos las redes sociales que las ofrecen a raudales. Hay de todos los mosaicos de sabores, dependiendo de los prejuicios de cada uno.

Los preocupados por el ascenso de China como una potencia, naturalmente ven a ese país como el creador del coronavirus. La cadena Fox News así lo reportó el 16 de abril: “Existe una creciente confianza de que el COVID-19, probablemente, se originó en un laboratorio de Wuhan, no como una arma biológica, sino como parte del esfuerzo de China para demostrar que sus esfuerzos para identificar y combatir virus son iguales, o mayores, que las capacidades de los Estados Unidos, afirmaron múltiples fuentes, las cuales sido informadas sobre los detalles de las primeras acciones del gobierno de China y han visto materiales relevantes para Fox News”.

El secretario de Estado de nuestro vecino del norte, Mike Pompeo, ha corroborado esta versión diciendo que el virus es de creación humana en Wuhan, China. El propio presidente Trump apoya esta versión, refiriéndose al SARS-CoV-2 como el “virus chino”.

Los chinos han combatido esta versión afirmando que, al revés, Estados Unidos fue el que lo creó y propagó. Los iraníes apoyan esta versión. Por su parte, los rusos dicen que pudieron haber sido los chinos o los estadunidenses.

En los sitios supremacistas blancos de Estados Unidos, los culpables del nuevo coronavirus son los viejos responsables de todos los problemas planetarios, los judíos, que se han valido de los migrantes indocumentados para propagarlo.

No falta quienes le echan la culpa al gran capital que lo hizo con el fin de concentrar aún más el ingreso. En particular, creen que el virus lo dispersó alguna compañía de la industria farmacéutica que ya tiene la cura y vacuna, la cual  lanzarán pronto al mercado para hacerse multimillonarios. Ahí ponen a Bill Gates como posible beneficiario de esta pandemia mundial, lo cual explica por qué hace unos años la pronosticó, así como su interés por “donar” dinero al desarrollo de vacunas.

Del otro lado, hay quienes piensan que el virus es una conspiración de los gobiernos para concentrar más el poder y quitarle derechos a la sociedad.

Cada quién, a su gusto, escoge la teoría de la conspiración que más le cuadra de acuerdo a sus prejuicios.

La evidencia empírica no les importa ni un pepino para comprobar sus conjeturas porque, por definición, las conspiraciones son secretas. Ergo: no hay manera de comprobarlas. Se convierte en una cuestión de fe y emociones. En estas épocas de la post-verdad, las conspiraciones tienen una audiencia mayor.

A preguntas complejas, el sapiens demanda respuestas simples. Nada mejor, entonces, que las conspiraciones que en dos o tres frasecitas se pueden explicar. No creen en las coincidencias ni en los accidentes de la naturaleza. No les convence que el nuevo coronavirus tenga su origen genético en los murciélagos y que, muy probablemente, haya mutado vía este mamífero, o de los pangolines, al ser humano en un mercado de animales de Wuhan, donde se vendían estos animales para comer. Ante la confusión e impotencia, los humanos buscamos explicaciones simples y culpables.

Para eso sirven las teorías de la conspiración que tienen tantos adeptos, sobre todo hoy en día con las redes sociales. Algunos gobiernos las toleran y hasta promueven para diluir su responsabilidad en el control de la pandemia. Vieja historia del ser humano sapiente que, muchas veces, se comporta más como un ser humano ignorante.

 

           Twitter: @leozuckermann

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