La confrontación entre los dos candidatos a la vicepresidencia de Estados Unidos, Kamala Harris y Mike Pence, resultó bastante más civilizada que el debate que presenciamos entre los dos aspirantes a ocupar la Casa Blanca los próximos cuatro años. Al menos no hubo gritos ni sombrerazos y se plantearon algunos temas sobre los cuales existen diferencias fundamentales entre las respectivas visiones políticas.
El manejo de la pandemia y sus secuelas sanitarias y económicas fueron quizá los asuntos que más tiempo se llevaron, a lo que se agregó de manera natural el de la estructura del sistema de salud nacional, cuyo destino es aún incierto desde que el presidente Trump decidió acabar con el Obamacare sin haber logrado ofrecer otra alternativa viable. Y no era para menos, el escenario nacional, con una cifra de más de 210 mil fallecimientos por covid y millones de infectados, entre ellos el propio presidente Trump, no podía más que exigir que el manejo de la pandemia fuera, en estos momentos, la gran prioridad en la discusión política.
Fue así como la esfera internacional tuvo poco protagonismo en ese debate. Los términos México, América Latina, Corea del Norte, Europa e incluso el tema migratorio no fueron mencionados en absoluto. De hecho, sólo dos actores externos aparecieron en el accidentado diálogo entre Harris y Pence; China, en su papel de temible rival comercial de Estados Unidos y de presunto exportador malévolo del coronavirus según Trump, y el Medio Oriente, región respecto a la cual se tocaron, siempre de manera polémica, cuestiones referentes a Irán —y de manera marginal al Estado Islámico—, presumiendo Pence especialmente acerca del éxito de Estados Unidos, bajo la conducción del republicano, en la derrota del proyecto de reconstrucción del Califato del temible ISIS.
Respecto a Irán fueron dos las situaciones discutidas. La primera, el acuerdo nuclear que firmó en 2015 el presidente Obama y cinco países más —Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania— con Irán, acuerdo por el cual Teherán se comprometía a no desarrollar armas nucleares a cambio de un levantamiento de las fuertes sanciones que pesaban sobre la nación persa. Trump opinó, desde su campaña presidencial en 2016, que se trataba del peor y más peligroso acuerdo de la historia de Estados Unidos y, por tanto, emprendió la tarea, una vez en el puesto, de salirse de tal compromiso, a pesar de las posturas en contra de los otros cinco cofirmantes. Washington abandonó unilateralmente el acuerdo en 2018 y reimpuso múltiples sanciones. Por su parte, Irán reaccionó iniciando de nuevo procesos de enriquecimiento nuclear a fin de conseguir la hegemonía regional a la que tanto aspira.
No fue extraño así que mientras Kamala Harris denostó el viraje de Trump, exponiendo que Estados Unidos y el mundo eran más seguros durante la vigencia completa del acuerdo —por lo que una futura administración encabezada por Biden intentaría retomarlo—, Pence sostuvo que el periodo de aflojamiento de las sanciones le sirvió a Irán para recuperarse financieramente y reforzar, gracias a ello, sus acciones terroristas en el ámbito internacional.
El otro punto discutido con relación a Irán fue el asesinato del general iraní Qasem Soleimani en Bagdad, en enero de 2020, mediante un operativo ordenado por Trump y el cual hizo temer una expansión peligrosa de las hostilidades entre ambas naciones. Mike Pence presumió que la eliminación del mencionado comandante de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán había evitado daños graves a norteamericanos, mientras que la visión de Kamala Harris fue en sentido opuesto. Para ella, el operativo aéreo que ultimó a Soleimani no alteró sustancialmente el estado de cosas regional y, en cambio, generó una contraofensiva iraní sobre las tropas norteamericanas ubicadas en Bagdad, dando lugar a que 110 de sus soldados sufrieran lesiones cerebrales de diversa gravedad.
Si algo se puede sacar en claro en cuanto a política exterior, a partir de las posiciones expresadas por Harris y Pence en el debate, es la enorme centralidad que, como desafíos para Estados Unidos, tienen tanto China como Irán. Y en ambos casos resulta evidente que un posible triunfo de los demócratas en la elección de noviembre promovería un abordaje sustancialmente distinto de ellos.
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