El esclavo privilegiado

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Lev (León) Landau nació el 22 de enero 1908 en Bakú (Azerbaidján) parte de la gran Rusia y entonces un importante centro judío. El padre fue el ingeniero principal en una compañía perteneciente al Grupo Nobel que se dedicaba a la extracción de petróleo y su madre fue asistente en partos; después de sus estudios, ejerció la medicina y realizó investigaciones en fisiología. Mujer excepcional en su época, por su preparación y el ejercicio de su profesión.

Lev Landau destacó desde niño en matemáticas. Pudo terminar su escolaridad media (“mature”- equivalente a la preparatoria actual) a los trece años y la Universidad a los diecinueve. Siendo estudiante, introduce en la naciente Física Cuántica un nuevo concepto que llama matrices de densidad. Un año después emprende un viaje de estudios por Europa, se encuentra con Albert Einstein y otros físicos destacados, pero se centra en la “Meca” de la Física Cuántica, el Instituto de Niels Bohr en Copenhage (Dinamarca) y se considerará a sí mismo como su alumno. Así, desde muy joven tuvo relaciones personales con importantes físicos del mundo, que le reconocieron su gran capacidad y aguda inteligencia.

Los trabajos de Landau fueron sobre el magnetismo de moléculas con dos átomos, propiedades de los metales, y en la superconductividad de electricidad usando siempre la Teoría de la Relatividad y la de la Mecánica Cuántica. Estudia el núcleo atómico, los líquidos cuánticos de dos tipos, (que son superfluidos, sin viscosidad…que además son superconductores de electricidad). En Leningrado fue despedido de su trabajo, cuando dijo que el trabajo de su jefe contradecía a la física moderna. En 1932 empieza a trabajar en el Instituto de Física en Kharkov, Ucrania. Publica trabajos sobre cambios de fase de segundo tipo, que forman parte de las bases de la Termodinámica y de la Física del Estado Sólido.


En el año de 1937 choca otra vez con las autoridades por su conducta iconoclasta y provocadora. La verdad se sabe sólo ahora, a partir de los reportes de la policía secreta donde se acusa a Landau de trotskista, líder de un grupo contrarrevolucionario y hasta de espía a ¡favor de los nazis! Su salvador, que logró que saliera después de un año en la cárcel fue Piotr Kapitsa, Director del Instituto de Problemas de Física, en Moscú, que solicitó el apoyo de Landau para formular la teoría de la superconductividad de electricidad del helio que él había descubierto en el laboratorio.

En ese Instituto trabajó Landau hasta el fin de su vida como Director del Departamento de Física Teórica. Por estos trabajos y una amplísima labor experimental, Kapitsa obtuvo el Premio Nóbel, aunque 16 años después que su colaborador Landau. También en este Instituto L. Landau resolvió una enorme cantidad de problemas y logró hacer de este centro, uno de los principales en el mundo. Él destacó por la amplitud de sus conocimientos y su audaz y rápida aplicación de la Física Cuántica, la Teoría de la Relatividad y las Matemáticas. Realizó aportaciones en la física de los núcleos atómicos, la radiación cósmica, la turbulencia que presentan los fluidos, las partículas elementales, el comportamiento del plasma, que es el estado de la materia que constituye al Sol y que aparece en las descargas eléctricas intensas, como los relámpagos atmosféricos y en las lámparas fluorescentes; también resolviendo problemas que se le planteaban frecuentemente de todas las áreas de la ingeniería y de la producción soviéticas.

El año de 1937 fue para Landau muy importante también en el aspecto personal. Se casó con una mujer que le fue devota y que pacientemente aguantó todas sus aventuras amorosas. En el año de 1946 nace su hijo Igor, también dedicado a la física. Al principio Landau fue un comunista ingenuo que resaltaba en el Occidente las ventajas del sistema soviético. Pero poco después de la implantación del “gran terror” cambia de opinión.

Landau desarrolló la teoría que explicaba porqué el helio en el estado de supercongelación, se convierte en un tipo de materia con características nuevas y diferentes entre ellas, la de la superconductividad eléctrica que Kapitsa había demostrado al hacer experimentos a muy bajas temperaturas (alrededor de 270 grados bajo cero). Landau hizo predicciones que luego fueron comprobadas. Por este trabajo y otros relacionados a este tema, obtuvo el Premio Nóbel de Física en 1962, Kapitsa en 1978 y su colaborador, E. Ginsburg, en 2003.

Al llegar la Segunda Guerra Mundial, fue obligado a dedicarse a los problemas de las armas nucleares y termonucleares. No lo soportaba con agrado: – “Estoy degradado al nivel de esclavo científico…” – “Nuestro sistema es sin duda un sistema fascista. Nuestros líderes son fascistas de la cabeza hasta los pies. Pueden ser por ratos un poco liberales, pero sus raíces y opiniones son fascistas. Lo que considero maravilloso es que este mito jesuita se dirige a su propia destrucción…. “No hay duda que el primer fascista fue Lenin…” (extraído de los ‘reportes’ de la policía secreta).

Esto bastaba para ser enviado a Siberia pero el régimen necesitaba del cerebro de este excepcional “físico universal”, y se le nombró Miembro de la Academia de Ciencias de la URSS, un gran honor con amplias prerrogativas. Transcurrió la ola de represalias contra los intelectuales y artistas de origen judío en los últimos años de la vida de Stalin, y aunque estrechamente vigilado, lo condecoraron varias veces; fundó y dirigió un seminario de Física que influyó enormemente en el desarrollo de la física teórica en la URSS y aún en todo el mundo. En el año 1962 obtuvo el Premio Lenin, por sus textos, tal vez para contrarrestar el Premio Nóbel concedido el mismo año.

En su época de mayores reconocimientos, llegó el 7 de enero de 1962. El coche de Landau manejado por un camarada físico, chocó frontalmente con un camión de carga. Seis semanas pasó en coma. A su lecho llegaba un verdadero “concilio” de médicos de todo el mundo. Las líneas aéreas cambiaban itinerarios para que los especialistas y las medicinas llegaran a tiempo. Landau fue el único de los pasajeros que sobrevivió, pero las lesiones cerebrales y seis muertes clínicas destruyeron billones de conexiones cerebrales. Su intelecto al igual que su humor, brillantez, pasión por las mujeres, desaparecieron. Poco después de su aniversario sesenta, el primero de abril de 1968 murió. “…no tuve mala vida. Siempre logré lo que me proponía” fueron sus últimas palabras.

De él quedó un trabajo que en su profundidad y alcance tiene pocos paralelos en la física del siglo XX. Además de su obra científica, existe una serie famosa de textos de Física (con E. Lifshits), que se puede leer con mucho provecho y que se ha traducido a un gran número de idiomas; también escribió con otros autores, maravillosos libros y artículos de popularización de la ciencia como: “La Teoría de la Relatividad” o “Física para Todos” que se han vendido por millones en todo el mundo.

olaboró con una pléyade de físicos, de la URSS y también de Suiza, Alemania, Inglaterra, Dinamarca y Estados Unidos, que han escrito sobre su rica influencia y propuestas, así como anécdotas que lo muestran como excepcionalmente talentoso y que gustaba de colaborar, discutir, plantear problemas difíciles, criticar y aún escandalizar, pero que, simultáneamente era modesto, disciplinado y preocupado por hacer, y que se hicieran trabajos valiosos, rigurosos, serios, tanto en la investigación como en la docencia: resolver bien problemas importantes. Encontraba paradojas en las teorías, que en el intento de resolverlas, se enfrascaron físicos que posteriormente obtuvieron el premio Nóbel.

Valoraba y reconocía las grandes contribuciones de científicos como Newton, Einstein y Maxwell, así como las de Fermi (italiano), Bose (hindú), Heisenberg (alemán), Dirac (inglés), de su maestro Bohr (danés) y de Feynman (estadounidense).

Este año recordamos su doble aniversario 1908-1968.

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