El Maccabi frente al odio antisemita

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Disparos contra una escuela judía en Toulouse, golpizas a jóvenes ortodoxos en Créteil, a las afueras de París, asesinato de visitantes al Museo Judío de Bruselas, twits racistas por la derrota del Real Madrid en baloncesto… ¿Europa está perdiendo el rumbo? ¿Son sus dirigentes –incluidos los españoles– conscientes de hacia dónde se encamina esta situación?

El odio antisemita en el estado español es una enfermedad incurable. Cualquier excusa, por nimia que parezca, vale para mostrar con toda su intensidad los síntomas de esta degeneración moral. Sin ir más lejos, la victoria del Maccabi de Tel Aviv ante el Real Madrid en la Final Four de Baloncesto generó una avalancha de mensajes antisemitas de aficionados del Madrid en Twitter. De hecho, el «hashtag#putos judíos» se convirtió en trending topic esa noche coincidiendo con la victoria del Maccabi.

Varias asociaciones de la comunidad judía en Cataluña y asociaciones de amistad con Israel dieron un paso al frente y presentaron una denuncia colectiva contra cinco de los más de 17.500 usuarios de Twitter que enfangaron la red con sus insultos racistas. Sorprende la agresividad y el fanatismo que destilan los mensajes en esta verdadera orgía de odio al judío dentro de las redes sociales. En esos tweets se insulta de manera soez a los judíos, se aprovecha el conflicto israelí-palestino para denigrar a Israel y a los judíos, se reproduce, una vez más, la añeja acusación del judío como pueblo deicida o se insiste en otra acusación típica del antisemitismo más rancio. A saber, la indisoluble asociación del judío con la usura, la avaricia y el vil metal. En todo caso, los tweets más repugnantes son los que defienden con fervor el exterminio del pueblo hebreo por los nazis en el Holocausto.


España tiene un problema evidente con la lacra del racismo antisemita. Ya es absolutamente demencial que miles de seguidores del Real Madrid, muchos de tendencia neonazi, inunden Internet con proclamas judeófobas. Pero es que, posteriormente, cuando la noticia sale en la prensa, los foros de los periódicos no hierven de indignación ante esta oleada de odio xenófobo. Curiosamente, en páginas web de periódicos de tendencia progresista como Público.es o ElPaís.es, muchos de los foreros que comentaban la noticia pronto dejaban atrás la esencia de la cuestión –un estallido de agresividad antisemita en la red convertido en la mayoría de las ocasiones en guiño cómplice al exterminio nazi del pueblo judío– y se dedicaban, de nuevo, a criticar a los judíos del mundo entero a costa del conflicto palestino-israelí o, simplemente, dejaban constancia en los foros de los inmortales tópicos antisemitas. Con lo cual, se producía una vez más esa situación que siempre me ha desconcertado. La unión de la extrema derecha y de la izquierda españolas en su odio enfermizo e irracional a los judíos.

Insisto. España tiene un grave problema. Y si alguien piensa que esos mensajes racistas no son más que un ejercicio de humor que un país democrático donde reina la libertad de expresión debería tolerar sin más problemas se engaña así mismo negándose a ver una realidad desoladora. El antisemitismo, hoy, en España, es una lacra socialmente tolerada, aceptada y permitida. El horror de la Shoá, como crimen más espantoso de la historia, alcanza una dimensión tan dantesca que solo puede escarbar ahí alguien en busca de humor si, de alguna manera, alberga en su interior rechazo contra la víctima del sacrificio. Si no, la única postura lógica es compadecerse por los inocentes asesinados y despreciar profundamente a los verdugos. El viaje hacia la mayor perversidad imaginable emprendido por los nazis ha perturbado a muchos historiadores que han intentado comprender cómo es posible que seres humanos cometieran tales actos de barbarie contra otros miembros de su misma especie. El tema sigue siendo un terreno de exploración inquietante. Ahora, esos mismos historiadores, supongo que con la ayuda de psiquiatras, se enfrentan a un nuevo enigma; ¿Cómo es posible que en un país democrático se siga haciendo hoy en día apología de ese atroz crimen contra el pueblo judío? Estoy plenamente convencido de que en España, tras una noticia que reflejara, por poner un ejemplo de horror cotidiano, el caso de secuestro, violación, tortura y asesinato de unas niñas (como el crimen de Alcàsser), sería impensable una avalancha de miles de inter-nautas divirtiéndose a costa del infierno vivido por esas niñas. Ya no es una cuestión de temor a las leyes. Es que sólo cabría solidarizarse con la víctima y repudiar a los demonios capaces de obtener placer en una situación así. Obviamente, solo un depravado sexual, oculto en la oscuridad de su habitación, alcanzaría un nivel de complicidad con esos asesinos. Por tanto, me pregunto al ver la reacción de tantos españoles tras la victoria del Maccabi en la Final Four, ¿no hay todavía en el viejo solar hispano demasiados inquisidores nostálgicos del crepitar de las llamas de la hoguera? ¿No hay mucho neonazi encubierto deseoso de culminar de una vez por todas el exterminio del pueblo judío? Es terrible constatarlo, pero ese viaje a la perversidad que he citado antes, sigue, desgraciadamente, atrayendo a muchos pasajeros.

(Publicado en Raíces, Revista Judía de Cultura nº 99, 2014)

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