El palimpsesto de Arquímedes

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Tras una ausencia no deseada en las páginas de esta prestigiada revista por razones de trabajo, ahora mando esta colaboración como una curiosidad que espero llame la atención del lector, y que gracias a la ciencia moderna se ha podido lograr con magníficos resultados.

Pero antes de continuar, despejaré la principal incógnita de una “palabreja”… diríamos en México, cuyo significado es la reutilización de folios o escritos, para crear nuevas obras o escritos; un socorrido reciclaje medieval por razones, no tanto de tipo ecológico como lo pudiera ser en nuestros días, sino de economía y practicidad, por lo costoso y difícil que representaba en aquella época, conseguir pergaminos (hojas de piel de animal) suficientes para escribir textos de importancia que trascendieran en el tiempo.


Muchos de los profesionistas que trabajamos en labores de restauración, sabíamos desde los primeros estudios de la carrera, que esta práctica se ha llevado a cabo en distintas épocas del pasado, incluso en algunas piedras de escritura de difícil transportación; además se sabía que varios libros raros en diferentes materiales, se habían encontrado con estas características o doble uso. Los resultados de los análisis, por los recursos científicos y monetarios que representaron, no siempre llegaban a un éxito deseado. Generalmente los segundos textos que contienen estos libros, son de carácter religioso y el texto oculto, puede encerrar otro tipo de contenidos o también escrituras religiosas que fueron escritas unos cuantos siglos atrás, por lo que también los hace valiosos. Existen otros palimpsestos como el del cardenal Angelo Mai, que contiene la República de Cicerón bajo los comentarios de San Agustín a los salmos bíblicos. También el de la catedral de León, una copia parcial de la ley romano-visigoda del siglo VI bajo una obra de historia eclesiástica.

En particular el de Arquímedes quien vivió entre el 212 a 287 antes de nuestra era, fue iniciada su escritura entre los siglos décimo u onceavo, para tratar de conservar y reproducir a lo largo de los siglos, siete tratados o códices del matemático griego; su segunda escritura o reutilización para un libro de oraciones, distaba aproximadamente tres siglos. En 1906, el historiador danés Johan Ludvig Heiberg lo descubrió en Constantinopla y trabajó durante años sirviéndose de lupas y mucha paciencia. Durante la Primera Guerra Mundial el libro de 177 páginas desapareció, cuando se trasladaba a la Biblioteca Nacional de Grecia. Con el pasar de los años este valioso objeto fue restaurado por una familia Sirieix de Francia, quien trató de venderlo sin éxito; entonces sus herederos lo confiaron a la casa de subastas Christie’s de Nueva York, que identificó la obra como la que Heiberg había utilizado.

Pasaron 5 años y por fin hasta octubre de 1998, el pergamino fue inicialmente ofrecido en subasta en 800 mil dólares, llegando a venderse el mismo día en 2 millones de dólares, permaneciendo el nombre del comprador en secreto. Un equipo de expertos, mucho dinero y la tecnología de punta, rescataron los dos contenidos, siendo lo más valioso que se demostró, que el ilustre matemático sabía más de lo que hasta entonces se creía.

Ya para terminar, aunque confieso que las matemáticas no han sido mi fuerte, haré una pequeña semblanza de la importancia de Arquímedes de Siracusa, de cuya existencia ya di cuenta, siendo hijo de un astrónomo, su propia fama lo convirtió en toda una leyenda. La expresión ¡Eureka! (¡lo encontré!) se le atribuye a su persona, cuando estando en una bañera con el cuerpo sumergido, dedujo el principio que lleva su nombre: todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba, igual al peso del fluido desalojado. Según lo averiguado por el que suscribe, Arquímedes tuvo muchos postulados tan famosos como este, como el de la palanca: el equilibrio entre dos pesos se consigue, cuando sus distancias respecto al centro de rotación son inversamente proporcionales a esos pesos.

En resumen, un gran observador-matemático de la antigüedad, que nos legó sus descubrimientos y ciencia, cuya grandeza después de tantos siglos ha sido aumentada gracias a un palimpsesto, que ahora -después de leer estas líneas- ya sabemos de que hablamos, y que fue dado a la luz prácticamente en su totalidad para nuestro gozo y admiración en pleno siglo XXI.

Si usted amigo lector tiene la oportunidad de visitar la ciudad de la manzana, no deje de visitar el Walters Art Museum, donde se exhibe como un verdadero tesoro, ya no tanto por lo que en él se ha invertido en dinero, o por lo que representan sus contenidos, sino por los excelentes logros obtenidos en base a tecnologías -incluso espaciales- que pudieron convertir una rareza antigua, en una verdadera cápsula del tiempo oculta.

Hasta la próxima entrega…mientras tanto, parafraseando a una estimada poetiza del equipo “Foro”: “…por favor, sea feliz”.

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