La derrota anunciada de Trump, la probable abdicación de Putin y el pronunciado declive de Netanyahu: una coalición de poderes e influencias – a veces indirecta y siempre conspicua – que parece ausentarse en estos días del panorama internacional y del Medio Oriente.
Para ponderar sus probables consecuencias es importante recordar los efectos que este poderoso triángulo presenta en múltiples temas internacionales y regionales. Uno de los más salientes es China, país que hace seis décadas era teatro de una filosa guerra civil y de desencuentros ideológicos. Stalin le ayudó en sus primeros pasos, pero bien rápido percibió que estaba cultivando a un naciente rival. Cuando retiró su apoyo, Peking ya podía sustentarse con sus propias fuerzas. Y hoy es una potencia que enfrenta con medios comerciales y cibernéticos a Washington y a Moscú, e incluso tiene dominante presencia en los puertos y en los mercados de Israel.
Desde otro ángulo, los líderes salientes de Moscú y Washington han gravitado considerablemente en el Medio Oriente. Putin ha ampliado el dominio y el control de Siria. Sin algún explícito acuerdo estableció un modus vivendi entre Damasco y Jerusalén. Acciones militares propiciadas por Israel no son respondidas con igual calibre todo tiempo que se dirigen en contra de puestos iraníes en Siria. Y las fuerzas de este país reaccionan con límites acordados.
Por otra parte, Trump ha concedido a Israel múltiples beneficios territoriales, políticos y económicos en el marco de sus más amplios intereses que residen en Arabia Saudita. Riad fue para él tan o más importante que Jerusalén, aunque por motivos desiguales. Y el freno que impuso a Irán no sólo suscitó la gratitud de Israel: también benefició la capacidad petrolera de su país todo tiempo que el oro negro es un importante recurso. Se sabe que no pocos anticipan que su importancia como fuente energética se evaporará en los próximos años.
En suma: encaramos un nuevo panorama internacional y regional. Como resultado, no pocos gobiernos – desde Israel a los de América Latina – deberán revisar con hondura sus prioridades e intereses. Ganarán los mejor ajustados a la emergente realidad.
Favoreciendo siempre a Israel, ese triángulo era muy buena estrategia.
Nos quejamos y solo vemos los pequeños defectos hasta que ya no tenemos el apoyo.