A medida que las elecciones parlamentarias se están acercando en Venezuela, la violencia y la intimidación gubernamental se están intensificando. Esto no es coincidencia. Las encuestas indican que el 80% de los venezolanos no están apoyando al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Según las últimas encuestas, la oposición ganaría 103 representantes en la Asamblea Nacional, mientras que el partido en el poder sólo recibirá 46.
Para el PSUV, un partido que se ve a sí mismo como el líder de un proceso revolucionario y dueño de la verdad absoluta, aceptar el resultado del proceso democrático es una contradicción.
Por lo tanto, es lógico que el partido gobernante apele al fraude en la jornada electoral y además de la violencia destinada a intimidar votantes y líderes de la oposición.
De hecho, el 25 de noviembre, el secretario general del partido opositor Acción Democrática del estado de Guárico, Luis Manuel Díaz, fue asesinado durante un evento político. Lilian Tintori, esposa del líder de la oposición encarcelado, Leopoldo López, también estaba en el evento, lo cual hace este hecho inmensamente más grave y sospechoso. Del mismo modo, también ha habido varios ataques contra miembros de la coalición opositora, Mesa de Unidad Democrática (MUD).
Por otra parte, el Presidente Nicolás Maduro hablo en forma amenazante, insinuando que el gobierno reaccionaria con violencia frente a protestas o incluso frente a una derrota.
Teniendo en cuenta su ominosa postura y el hecho de que la Comisión Electoral está en las manos del poder ejecutivo además de un sistema electoral cibernético que puede ser manipulado, es muy probable que Maduro esté planeando un enorme fraude. Es evidente por las encuestas y las expresiones del descontento que una victoria del partido en el poder no tiene lógica. El gobierno espera denegación de reconocer los resultados y protestas masivas.
Simultáneamente algo parece estar sucediendo en el resto de la región por primera vez en más de una década. En primer lugar, la derrota de uno de los aliados más importantes de Maduro, el Frente para la Victoria en Argentina, a manos de Mauricio Macri. Macri ya manifestó su posición anti-Maduro sugiriendo que Venezuela debe ser expulsada del Mercosur, debido al encarcelamiento de Leopoldo López.
Además, y sorprendente para muchos de nosotros, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, declaró que el asesinato del señor Díaz en Venezuela no es un episodio aislado, sino parte de una política destinada a intimidar a la oposición. Almagro también señaló que con este asesinato, todo el sistema democrático ha sido herido.
Almagro había sido el ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay bajo el presidente José Mujica, un fuerte aliado de Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro. Si bien Maduro rechazo los dichos de Almagro tildando a este último de “basura”, el primer ministro de Perú, Pedro Cateriano, y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, apoyaron públicamente a Almagro.
O sea comienza a resquebrajarse el apoyo regional del cual el régimen de Chávez y Maduro han gozado por mucho tiempo.
La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), un aliado del gobierno de Venezuela, repudió el asesinato, pero no implico que el Gobierno de Venezuela participó como que lo hizo Almagro. El Departamento de Estado Norteamericano por su parte condenó el asesinato e hizo eco de los comentarios de Almagro, señalando que “las campañas de miedo, violencia, e intimidación no tienen lugar en la democracia.”
Pero seamos realistas, la comunidad internacional solo podrá apoyar al pueblo Venezolano si éste mismo se demuestra dispuesto a luchar por su libertad.
Hay tres escenarios posibles que podrían darse luego de estos comicios.
Una es que la oposición gane y el gobierno Venezolano lo reconozca pero pese a ello aplique los poderes ejecutivos para oprimir a los ganadores tal cual sucedió con Antonio Ledezma en la alcaldía de Caracas donde el gobierno creó prácticamente una alcaldía paralela.
Otra posibilidad es que al PSUV gane a base de fraude y pese a ello la oposición reconozca los resultados basado en la hipótesis de que la única salida posible es la salida electoral.
La tercera posibilidad es que haya fraude y la oposición no reconozca los resultados.
En todos los escenarios mencionados la sociedad civil venezolana va a tener que movilizarse para llamar la atención del resto de la sociedad Venezolana y de la comunidad internacional. En el primer escenario la represión aumentará geométricamente luego de las elecciones hasta hacerse aún más insoportable de lo que es ahora. En el segundo caso, la sociedad civil deberá expresar su protesta no solo al gobierno pero también a la oposición. O sea si la oposición reconoce resultados fraudulentos, la sociedad no debe seguir sus directivas. En el tercer escenario, la sociedad debe unirse a la oposición y demandar la salida de Nicolás Maduro y de su autocrático y criminal gobierno inmediatamente.
En realidad cualquiera de los tres escenarios eventualmente debería llevar a una movilización general con el objetivo de terminar con el periodo revolucionario Chavista iniciado 16 años atrás.
Si la sociedad no defiende lo suyo, la comunidad internacional no lo hará. Hoy las potencias occidentales incluyendo los EE UU tienden a acomodarse con estados forajidos y tienden a ignorar el carácter represivo de estos países. Basta mencionar a Cuba y a Irán. Pero estos países no podrán ignorar un movimiento social masivo que reclama libertad.
Venezuela debe estar preparada para una ardua lucha para lograr lo que no le será servido en bandeja.
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