En estas guerras televisadas
vi cuerpos destrozados
esperando que alguien
se mirara en ellos.
Vi sus cuencas mojadas,
sus cabellos,
la sangre seca ya
y un rictus en la boca.
Vi el arrojo convertido
en hilos de bilis,
de sudor,
de miedo.
Y me dolió verlos así,
destrozados,
víctimas de otros hombres
que no los conocieron.
Ninguna guerra vale la pena,
las diferencias
son caras
de la misma moneda.
Muchos tenemos
hambre de justicia,
pero todos somos
solución y problema.
Por eso no se llega
a ningún lado,
porque no han aprendido
a mirarse en el otro.
Los que mandan
a los jóvenes
a morir o a matar
en la guerra.
Los que inventan motivos
para invadir,
para asesinar.
Y dicen que es
en defensa
de la religión,
o de la libertad.
Pero nada justifica
la violencia
y menos en defensa
de valores superiores.
Que estupidez
ir a la guerra
por lo que no necesita
defensa.
Todas las formas de vivir
son válidas,
el problema son
los que dirigen con miedo.
Y no pueden dominar
mantener el poder,
sin asustar
a sus siervos.
Artículos Relacionados: