Cada mujer y cada hombre sintetizan en la experiencia de sus vidas el proceso sociocultural e histórico que los hace ser lo que son. Crecen sujetos a una sociedad, una cultura, un grupo social. Se van formado cobijados por tradiciones religiosas o filosóficas de su grupo familiar y su generación, tienen una forma de lenguaje y comunicación propia de su medio.
La comunicación entre los distintos sexos, es uno de los temas importantes que se dan en la familia, en la pareja y en los grupos sociales. El presente ensayo pretende mostrar, la determinación social que el género marca tanto en el hombre como en la mujer. Es común la mención de “no nos comunicamos”, lo difícil es comprender que si nos comunicamos, aunque cada quien lo hace de la manera en que aprendió a hacerlo, más allá de lo personal está lo social y la cultura de género. Algunos conflictos en las familias son resultado de las interacciones confusas y no de individuos perturbados.
Los roles que la sociedad asigna a hombres y mujeres, producen estereotipos rígidos que conllevan pérdidas y tensiones para ambos sexos; a la mujer no se le enseña a implementar la eficiencia efectividad y racionalidad con la misma intensidad que al hombre. Este, tiene que reprimir su ternura, afectividad, externalización de sentimientos; son algunas diferencias que determinan la educación de los niños y las niñas. La mujer está más acostumbrada a expresar sentimientos y al hombre esto no le ha sido fomentado. Así, una tiene la capacidad de expresar en voz fuerte lo que siente, lo que lastima y el otro no puedo hablar de sus sentimientos, a veces no los conoce, tiene que expresarse en forma racional y lógica para ser “muy macho”. Por lo que tenemos seres humanos frustrados que tienen que bloquear una parte de su ser, para funcionar “en forma adecuada”.
Cuando una nena de tres años se cae, se le apapacha y se le dice “pobrecita” Muchos niños de la misma edad cuando son consolados es con la premisa equivocada “los hombres no lloran”, esa puede ser una causa para cancelar sus sentimientos. Nos impacta mucho más un hombre llorando que una mujer, ya que la frecuencia del fenómeno varía entre uno y otro sexo.
La aceptación por decreto de “así son los hombres” o “así son las mujeres”, como algo natural, es una condición estática que cierra alternativas. Paulatinamente y en ciertos grupos sociales se empieza a notar un cambio en la educación de los niños y niñas. Es importante renegociar las reglas del comportamiento familiar.
Por esa culturalización, muchos hombres tienen una perdida de lo relacional que se observa en la conexión consigo mismo y con los otros. Algunas mujeres están excesivamente conectadas con la parte sensible y sentimental lo que complica su efectividad y la comunicación, ya sea a través del lenguaje hablado o no hablado. Si cada uno habla desde ese lugar que la cultura les ha asignado, integrados en forma inconsciente, son dos niveles diferentes por lo que uno no entiende lo que el otro dice, ambos se sienten incomprendidos. Si uno habla desde la lógica y la otra contesta desde los sentimientos el entendimiento mutuo está bloqueado. Como si uno hablara chino y el otro contestara en español.
Llegar a un acuerdo implica escuchar con amor y paciencia al otro(a) aunque esto vaya en detrimento del propio pensamiento. Es abrirse a otras posibilidades para comprender un cierto suceso; esto enriquece la propia comprensión. Cuando escucho con el corazón y los oídos abiertos puedo incorporar una nueva forma de ver el mundo. Cuando me cierro limito mi mundo y me quedo encerrado dentro de mi mismo. “Yo soy el que sabe”
Raul ha sido enseñado a callar, a no hablar, a no expresarse y va tragando todo lo que no “debe decir” a su esposa, hasta que explota irracionalmente como una “olla express”, ante sucesos que no coinciden con la magnitud de su ira. Rosa, su compañera, entra en el sentimiento y contesta desde ese lugar surgiendo un diálogo de sordos. ¿Qué sucede? Cada uno de los dialogantes solo se escucha a sí mismo, no hace el intento de incorporar el pensamiento del otro.
Lo que sí crece es el enojo y al cabo de muchos años no hay manera de deshacer esa madeja de incomodidades mutuas. Lo único que surge es tristeza, y soledad, un silencio dramático como forma de evasión que conlleva a una convivencia de varias personas solitarias en una misma familia. En ese núcleo, cada vez son más los temas de los cuales no se puede hablar hasta terminar en el clásico: “pásame la sal” con un vacío en la relación.
Cuando se tocaba un tema del cual no quería hablar su padre levantaba un muro difícil de derivar, dice Gerardo, este se acostumbró a no platicar con su padre y ambos perdieron una relación viva. Quedaron trabados en una de esas relaciones en que se miran como dos desconocidos, los fosos abismales van creciendo y cada vez son más difíciles de sondear.
En muchos hogares esta desigualdad empieza a desaparecer y provoca un intercambio de ideas que promueven el desarrollo y crecimiento. Se traduce en satisfacción y compañerismo. Se pueden tocar “temas prohibidos”. Esto puede ser con la pareja, entre hermanos, padres e hijos. La re-educación de los seres humanos, comprendiendo que las diferencias sexuales no dan mayor importancia a unos sobre los otros, promueven un funcionamiento social y emocional diferente. Hay que construir un puente por donde la comunicación y convivencia sean satisfactorias. Una forma de aprender a ponerse en los zapatos del otro.
Artículos Relacionados: