Esperando mí destino

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Desperté otra vez en mi nuevo hogar, aunque hogar no es la palabra correcta, sí, desperté otra vez en mi no tan nuevo infierno. Lo sé porque me duele todo el cuerpo y casi no puedo respirar.

Después de pasar tres meses y cuatro días en las Cárceles del Santo Oficio, te haces a la idea de lo que te espera a ti y a todos los que han tratado de huir, aunque según la Iglesia es imposible huir de “los ojos de D-os” aunque sería más apropiado decir los ojos del mismo demonio.

Quieren que yo hable. Pero ellos no escuchan, están acostumbrados a hacerlo: no escuchar. No escuchan cuando te agarran y les ruegas diciendo que tu no hiciste nada, no escuchan cuando les suplicas diciendo que tu familia es inocente y tampoco escuchan cuando pides la muerte.


Si, he pedido la muerte miles de veces, prefiero morir a delatar a alguien como me delataron a mí, o morir antes que decir mentiras, igual ya no tengo nada porque vivir. Nunca ayudaría a esos animales a seguir cazando presas y traerlos al séptimo circulo del Infierno. Suena bien, morir antes que hablar.

Toda mi familia murió en manos de la Inquisición. Mi querida esposa Lea y mis pequeños hijos Simón y Rubén, aparte claro de tíos, primos, sobrinos y amigos.

Como desearía poder reunirme con ellos. Lo único bueno es saber que ya no me queda mucho tiempo.

Solamente espero que me entierren, por lo menos en una fosa común para no acabar en las calles siendo alimento de los perros hambrientos.

Ya no tengo miedo, por fin se fue, lo que ahora siento es… ansiedad, sí ansiedad. El dolor ya es una constante, casi puedo decir que a eso te acostumbras. Tal vez tu cuerpo se desgasta y se acaba rompiendo pero tu interior ya sabe qué le espera, después de cada pregunta.

También llegas a conocer a tus verdugos, en realidad son sólo tres: el carcelero, el sacerdote y el médico. Los tres tienen la mirada vacía aunque, con cada grito, se dibuja en su cara una sonrisa de satisfacción, por lo que es mejor sufrir en silencio, es mejor tragarse un grito, que el corazón y el alma lloren pero que los ojos se mantengan secos, muertos. Ellos siempre dicen lo mismo: lo hacemos en nombre de D-os, pero yo me pregunto algo: ¿Cómo D-os puedes estar tras esto? No creo yo que D-os esté tras todas estas torturas, matanzas, ni creo que el haya formado este purgatorio. No, no es D-os, sólo dicen eso para poder dormir de noche y para no despertarse por el sonido de nuestros gritos tras seguidas pesadillas, suyas y nuestras. Si Él lo hubiera querido, Él mismo nos hubiera destruido, pero eso no es posible porque Él nos ama, entonces ¿cómo pudo crear monstruos y bestias que hacen papel de verdugos? Todas estas preguntas se entrelazan con el dolor. No lo entiendo y ya no lo quiero averiguar. Igual, estoy aquí.

Mi único sostén es saber que pronto me voy a reunir con ella. Por lo tanto me siento a esperar lo inevitable, quiero que, lo que venga, venga por mí, me tome y me lleve a lo que debe ser.

Al otro lado de la pared se escucha un grito final, lo cual significa que es mi turno: el destino que tanto he esperado en esos últimos meses- los meses más angustiantes, tristes y dolorosos de mi vida- ha llegado por fin; más bien, ya llegó mi libertad. Es mejor cerrar los ojos y dejarse llevar, ya se escuchan las llaves, ya no falta tanto. Al fin ¡morir!

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