En el Museo de Arte Moderno están exhibiendo una magnifica colección de la artista surrealista que estuvo en México de 1939-1987.
Alice Rahón llegó a México en 1939, nació en Francia y después se nacionalizó mexicana, ella se inició como poeta dentro del grupo surrealista parisino, y fue aquí en México donde volcó su instinto creativo en la pintura, si bien formó parte del grupo de artistas exiliados en México, su producción plástica se alejó de las propuestas de sus contemporáneos. A través de los pinceles estableció un diálogo continuo entre poesía y pintura.
En sus creaciones integró el paisaje, mitos, leyendas y fiestas mexicanas y fue pionera en el uso de arenas y texturas. Así como iniciadora de la abstracción en México en los años cuarenta.
La iniciación de Alice dentro del movimiento surrealista ocurrió en París, en 1934, mismo año en que se casó con Wolfgang Paalen, pintor austríaco. En aquella época, Alice escribía poemas en versos libres, que André Bretón leía en voz alta durante las reuniones que organizaba en su casa. En éstas fue donde Alice conoció al círculo de los artistas surrealistas.
En 1939 presintiendo el estallido de la Segunda Guerra Mundial, el matrimonio Paalen acompañado de la fotógrafa suiza Eva Sulzer, emprendieron una travesía por Alaska y Canadá; se establecieron en la Ciudad de México.
En México Wolfgang Paalen y César Moro organizaron la Exposición Internacional del Surrealismo en 1940, donde Alice exhibió por primera vez su reciente obra plástica. Esta exposición reunió a un grupo de artistas mexicanos que se involucran al Surrealismo y con los que Rahón estableció una entrañable amistad: Frida Kahlo, Diego Rivera, Manuel Alvarez, Carlos Mérida.
Al grupo se unieron otros surrealistas exiliados: Remedios Varo, Benjamín Peret, Leonora Carrington, Kati Horna.
Alice Rahón siempre mantiene la comunicación con el surrealismo en la que no admitía la separación entre expresión plástica y la poesía, entre poesía y la vida.
Cuando en 1933 Alice Rahón y Wolfgang Paalen viajaron a las Cuevas de Altamira en España descubrieron el arte rupestre que los impactó y por eso fue que decidieron viajar a Alaska y Colombia Británica en busca de culturas ancestrales que conservaran la energía espiritual que se encontraba en los objetos primitivos.
Este encuentro con el arte de los pueblos influyó en la producción poética de Alice Rahón y fue entonces cuando la artista empezó a incursionar en la pintura y cuando llegó a México se dedicó a la pintura enriqueciendo sus técnicas con arenas y esgrafiados.
La fascinación por el arte rupestre fue una constante en la obra de Alice Rahón. Sus pinturas se remontan a tiempos ancestrales. La convivencia cotidiana con Wolfgang Paalen fue decisiva en su formación artísticas.
Los ensayos de Paalen titulados Forma y Sensación provocaron en la artista reflexiones sobre el verdadero valor de la imagen, que radicaba en la capacidad de expresar un nuevo orden de las cosas.
Por medio de las formas Alice expresa sensaciones cósmicas ligadas al tiempo y al espacio, y en otros lienzos alude a las emociones humanas a través de formas y signos que siguen en un ritmo musical, como se puede observar en “Un día Alegre” o en “Music Box”.
Durante los últimos años de su existencia, que fue larga, Alice Rahón, aficionada que fue a viajar, tanto por México como por otros países y continentes, vivió casi en reclusión en su casa de Tlacopaque.
Como es natural, a los 80 años o más Alice había envejecido considerablemente, pero conservaba trazas de su legendario encanto. Era alta, esbelta, de magnífica figura y, como le gustaba mucho nadar, la conservó hasta edad avanzada.
Sus acuarelas, dibujos, collage y pinturas que realizó durante casi cuatro décadas, se exhibieron en 1986, un año antes de su muerte, en una exposición retrospectiva en el Palacio de Bellas Artes, organizada por la crítica de arte Teresa del Conde y Lourdes Andrade.
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