Gobiernos y proporciones

A ver. Vamos poniendo las cosas en la perspectiva adecuada, tratando de entender lo que une o lo que separa a los diferentes modos de gobernar y hacer política.

Tomemos tres casos como ejemplos explicativos: EUA, México e Israel, y analicemos uno de los puntos clave de las decisiones de gobierno que influyen en la vida de esas tres naciones. Es claro que no podemos abordar todas. Por su naturaleza, consideremos las económico-políticas solamente.

La primera semana de agosto de 2011, en medio de una crisis de confianza, en la que las bolsas de valores – las representantes de los manejos de los inversionistas de EUA – descendieron en sus cotizaciones más de diez por ciento, la principal calificadora crediticia del mundo capitalista, otorgó una baja de grado al crédito de ese país, por primera vez desde su incepción.

El presidente Obama, siguiendo su línea política acostumbrada y sin haber dado muestras de liderazgo desde que se advirtió de la posibilidad de una crisis financiera, habiéndose concretado a culpar al tsunami, a la “primavera árabe”, al aumento en los precios de los energéticos, al partido de oposición y la falta de acuerdos en su congreso, que no goza de gran prestigio en esa nación, no dijo nada relevante. Se concretó a mencionar lo arriba descrito, agregando elogios para sus fuerzas armadas y a la fortaleza del pueblo en soportar la crisis por la que atraviesa.

Los medios norteamericanos, desde CNN hasta Fox, le pusieron una paliza de órdago luego de su intervención. ¿Cuál fue su queja principal? La ausencia de plan y liderazgo.

Por supuesto que en una nación democrática, dividida por intereses políticos, unos tiene una solución y otros una diferente. Un grupo sostiene que aunque se deba mucho, hay que seguirse endeudando para continuar ayudando a quienes menos tienen; los otros abogan por deber menos y recortar los gasto. Los ataques en los medios – que para eso están – son una muy buena forma de entretenimiento, pero en el trasfondo, el ciudadano medio está pendiente del pago de su hipoteca, su auto, el costo del “súper”,el ahorro para la universidad de sus hijos y las tasa de interés que tiene o tendrá que pagar. Así mismo, lo sindicatos – “unions” – tienen algo qué decir. Lo político no quita lo valiente.

Pasemos a México. El ciudadano medio, el que lee entre líneas, que no se “va con la finta”,sabe bien la macro-economía está sana, que las reservas son las mayores de la historia – dándose el lujo de comprar US $5,300 millones de oro -, como sabe que el 42 por ciento de la población vive debajo del nivel de la pobreza, según la OCDE.

El congreso mexicano, que tampoco es considerado con gran afecto por la ciudadanía, emite, según su tendencia político-partidista, opiniones encontradas y los medios, según sea el caso conveniente, harán eco de éstas.

Resultado: el presidente puede hacer mucho, pero siempre habrá quienes le encuentren “las mangas del chaleco”, quienes desautoricen o minimicen los esfuerzos o, inclusive, los resultados.

Los programas de apoyo, llámense como se quiera, dan resultado. Los dirigidos a la medicina gratuita, los de respaldo financiero, los de comunicaciones, etc. El problema es, como lo dije líneas arriba, la cuestión política. Si la línea del partido del presidente difiere de la de tal o cual entidad, la descalificación o la inacción es la consecuencia.

Aquí los sindicatos también toman partido – según al cual pertenezcan o quien los patrocine.

Sí, ya sé que todos tenemos ombligo y, por lo tanto, todos tenemos opiniones. No faltará quien quiera agregar o comentar que faltaron cosas por mencionar, pero el espacio es el que manda.

Ahora tomemos el caso de Israel. Por si no le sobraran problemas existenciales ( ataque de vecinos, amenazas de próximas potencias nucleares, presiones de países europeos junto con grupos judíos “políticamente correctos”de EUA, etc.), tiene las divisiones ideológicas y políticas que derivan en problemas de exigencias económicas. Las manifestaciones de cientos de miles en varias ciudades grandes blandiendo la bandera de la carestía (háganme el favor, en un pequeño país con el cinco por ciento de crecimiento anual y el desarrollo social por encima de grandes estados), patrocinados por el afán de “justicia social” y poderosas fuentes financiero-políticas.

¿Quién – o quiénes – tienen la razón? Ya lo dirá el tiempo. Lo importante es que hay democracia. Con el tono o sello que se quiera ver, pero existe.

En los tres casos-ejemplo, la gente opina, demanda, censura, utiliza los medios pacíficos que están a su alcance, pero se deja oír. Unos de un modo; otros, de manera diferente,

Habrá entre ellos quien diga que “de todos modos no nos hacen caso”, lo cual puede o no ser cierto, pero al final, las cosas llegan a ser algo cercano a lo deseable. Eso es la democracia. ¿Qué va a suceder en EUA, en México o en Israel? Los detalles no los sabemos, pero de lo que podemos estar seguros es que los tres países saldrán adelante con sus propias instituciones, con su particular manera de llevar sus asuntos públicos. Su único denominador común es la democracia participativa. Mientras exista, sus barcazas llegarán a buen puerto.