Dos mediadores fueron clave para que Israel y Jordania, países en vecindad, estén a punto de firmar un acuerdo sobre energía limpia y abasto de agua, con grandes beneficios para ambos países. Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos, con la participación directa de John Kerry, intervinieron activamente a lo largo de tres meses de negociaciones secretas a fin de concretar un ambicioso proyecto que significa, además de importantes beneficios ambientales, un paso notable en el afianzamiento de las relaciones entre los cinco actores participantes.
La firma del acuerdo está programada para la próxima semana en Dubai, aunque se podía haber firmado ya antes en la COP26 en Glasgow. La demora obedeció a la petición del primer ministro israelí, Naftalí Bennett, de esperar hasta después de la aprobación del presupuesto nacional que se llevó a cabo el 4 de noviembre. Este acuerdo de cooperación consiste en la construcción de una planta solar en el desierto jordano para suministrar energía limpia a Israel, a cambio de que éste último provea a Jordania de los beneficios de una planta desalinizadora en Israel que abastezca a Jordania de agua del Mediterráneo, ya que esta nación árabe ha sufrido durante un largo tiempo de graves sequías.
La ministra de protección ambiental israelí, Tamar Zandberg, militante del partido de izquierda Méretz, enfatizó las bondades ambientalistas del proyecto, al tiempo que reconoció la labor de la ONG EcoPeace Middle East, que ha tenido el mérito de reunir a ambientalistas jordanos, palestinos e israelíes que durante años han abogado y trabajado a favor de la realización de ese proyecto.
Hasta el momento, Israel no ha conseguido llegar a su meta fijada para el 2020 de obtener el 10% de su energía eléctrica de fuentes renovables. El año pasado el porcentaje fue de 6%, con la expectativa de que este año se alcance el 9 por ciento. El problema para ampliar la fuente solar ha sido la escasez de espacios abiertos susceptibles de ser usados como granjas solares, por lo que el futuro suministro proveniente de Jordania va a ser muy bienvenido.
Por su parte, Jordania ha venido experimentando una muy severa crisis de agua debido a que el cambio climático ha influido en el agotamiento de las reservas acuíferas del país. De hecho, en julio pasado Jordania anunció un plan de compra a Israel de 50 millones de metros cúbicos de agua, de tal manera que el nuevo acuerdo brindará un alivio importante en este rubro a la monarquía jordana.
Cabe señalar que este fructífero intercambio de beneficios tuvo la posibilidad de desarrollarse gracias al establecimiento del nuevo gobierno que se integró en Israel a partir de junio pasado, cuando Benjamín Netanyahu perdió el puesto de primer ministro y él y su partido Likud quedaron en la oposición. En los últimos tiempos del mandato de Netanyahu las relaciones entre Israel y Jordania padecieron crecientes tensiones, por lo que un acuerdo como el que actualmente se celebra hubiera sido imposible entonces. Como tampoco lo hubiera sido el acuerdo pactado, también recientemente, entre el ministro de relaciones exteriores israelí, Yair Lapid, y su homólogo jordano, Ayman Safadi, de incrementar las exportaciones jordanas a Cisjordania, en coordinación con la Autoridad Nacional Palestina.
El ejemplo de la cooperación entre Jordania e Israel, aquí reseñado, indica claramente que no basta con que cada nación tome sus propias medidas para combatir el cambio climático, ya que la grave problemática del calentamiento global exige también una cooperación regional y mundial. Ojalá que el encuentro de esta semana entre los mandatarios de México, Canadá y Estados Unidos se traduzca en un cambio radical en la manera como nuestro actual gobierno vislumbra el rumbo futuro del manejo del tema energético en México. Porque seguir privilegiando a las energías sucias y caras no solamente perjudicará a nuestro país económica y ambientalmente, sino que también implicará daños graves a la región de América del Norte y al planeta.
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