La confianza.

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La confianza no es una palabra que puede ser aplicada en términos generales al extremo, ya que confiar en alguien para todo, eso no existe en ningún caso.
Yo puedo tener confianza que si salgo a la calle no va a agarrarme a golpes cualquier persona que pase a mi lado, pero eso no es confiar en esa persona más que en esa mínima característica para mi propia subsistencia. Es decir que, la confianza es más una necesidad propia de tenerla que de ofrecerla, porque no confiar en nada ni en nadie para nada, no me permitiría salir a la calle, ni siquiera estar en mi casa, ya que también para eso debo confiar en quienes la construyeron que no se me vendrá abajo una pared. Pero no por confiar de esa manera quiere decir que confío para todo en esa persona. ¿Acaso le daría el cuidado de mis hijas al ingeniero y el albañil que hizo la casa que vivo? Lógicamente no, a menos que sean conocidos por mi y sepa de ellos que les puedo confiar. Entonces no les daría el cuidado de mis hijas por sus profesiones, sino por lo que yo sé y conozco de ellos. Y aún así puedo equivocarme. Pero ese cuidado, tampoco se los otorgaría por el bien de mis hijas, sino por las múltiples tareas que tenga yo que hacer y necesito alguien que se encargue. Es decir, lo haría más por mi qué por ellas.

Y claro que sí es posible confiar en la gente. Nunca dije que no se debe confiar en los demás, sino que la confianza es una palabra que tiene subdivisiones, ya que es aplicable dependiendo lo que das a confiar.
Si le confías a un futbolista para que sea político, no puedes decir que fue él quien te traicionó si no hizo bien su trabajo, ya que bien sabías que no es un experto en la materia que le encargaste.
La confianza trae consecuencias, y jamás la plena tranquilidad. Si le confías tus hijos a alguien de tu extrema confianza, o le confías un secreto o lo que sea, esa persona es la única en todo el mundo que puede traicionarte. Sería una tontería confiarle algo a una persona y que esa persona te falle, y decir que el que te traicionó es otro. Siempre el que puede traicionarte es ese alguien en quien confiaste y no otro. Por lo tanto, hay que saber confiar, en quién confiar y qué confiarle, porque, como hemos dicho, no todo tipo de confianza a toda persona es lo mismo. Por lo tanto, si esa persona te traicionó, siendo el único quien tiene la posibilidad de hacerlo, ¿quién es, entonces, el que se equivocó o hizo mal? ¿El que confío o el que traicionó?
Eso no quita la responsabilidad, o mejor dicho, la culpabilidad del traicionero, pero más está en uno mismo saber a quién y qué confiarle.


Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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