La cuestión judía: Antonio Escudero Ríos entrevista a Luis Español Bouché

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AER: Antonio Machado, un poeta singularmente amado por mí, escribe: Caminante, no hay caminos, se hace camino al andar. Ligando esto con el destino errante del pueblo judío, son su constante peregrinación en busca de una tierra donde asentarse, yo te preguntaría si no te parece contradictorio que un pueblo tan “definido” como el judío se haya constituido sobre caminos hechos al andar, sin fin ni meta precisa, salvo su asentamiento en Israel.

LEB: Bueno, es que para contestar a tu pregunta habría que empezar por definir quién es judío o si existe un pueblo judío, y no es precisamente una fácil respuesta.
La trayectoria del judaísmo moderno consiste en mil y un caminos de ida y vuelta entre judíos y cristianos. Los que llamamos judíos son judíos que no se considerarían nunca cristianos; sin embargo yo creo que todos los cristianos somos judíos; que si la Iglesia es nuestra madre, la Sinagoga es nuestra abuela.
Los cristianos somos unos judíos muy exagerados: los judíos nunca han pretendido que Dios fuera judío; a lo largo de los siglos se han limitado a pensar que ellos pertenecían a Dios, no que Dios fuera uno de los suyos. En cambio los cristianos creemos que Jesús es Dios, y Jesús era judío, luego ¡Dios es judío! y no sólo le rezamos a un Dios judío sino que católicos y ortodoxos le rezamos también a su Madre, otra judía. Todos los Apóstoles eran judíos, San Pablo, el primer teólogo cristiano, era judío y el primer Papa era judío; judíos, además, de los de hace veinte siglos, de un par de siglos antes del Talmud . Hablamos de un judaísmo doce siglos anterior al de Maimónides y diecisiete siglos anterior a la corriente jasídica.
Al igual que no se puede entender el cristianismo sin apelar constantemente al judaísmo, el judaísmo moderno —que nació en Europa, continente cristiano— sería ininteligible si no consideráramos la influencia que han tenido sus veinte siglos de convivencia —a veces dramática— con el cristianismo.
Pienso que durante los últimos dos mil años resultaría problemático hablar de pueblo judío; sería más correcto afirmar que han existido, en cambio, comunidades judías. Hablar de pueblo judío supondría considerar que grupos definidos por una fe troncal, por una tradición religiosa común —con todas las variantes que quieras— se puedan considerar como un pueblo. Es muy discutible; a mí no me convence. Un sefardí holandés en el siglo XVII no habría jamás aceptado compartir mesa y mantel con un askenazi. Un falasha etíope del siglo XX ¿de verdad pertenece al mismo pueblo que un judío murciano del siglo XI?
Tienes la misma duda en el cristianismo: ¿cuándo los cristianos han constituido un pueblo? Pueblo de Dios, como metáfora, queda muy decorativo, para el sermón del domingo, pero de ahí a confundirlo con una realidad… Los pueblos cristianos se han hecho la guerra durante siglos, y las distintas iglesias cristianas se han degollado con entusiasmo en nombre de un Dios de amor, protestantes contra católicos; católicos contra ortodoxos; anabaptistas contra calvinistas…
Es lo propio del ser humano: odiarse a sí mismo y en particular a los que más se le parecen.
Lo más parecido a un pueblo judío sería el estado de Israel, que supone una nueva etapa del judaísmo, pero no como continuación, sino como ruptura e innovación, como culminación del sueño sionista. ¿Pero hasta qué punto Israel es un estado judío, y durante cuánto tiempo seguirá siéndolo? Tienes no judíos con pasaporte y carné de identidad israelí. Israel es un estado que pretende ser moderno, y por lo tanto le cuesta mucho confundirse con una raza o con una fe. Son las contradicciones inevitables del judaísmo sionista: ¿cómo edificar una sociedad contemporánea a partir de identificadores raciales y religiosos? Áteme Vd. esa mosca por el rabo…
Lo que nadie negará es que Israel es un gran crisol, un Nuevo Mundo para los distintos grupos judíos, como lo fueran los Estados Unidos para tantos europeos distintos que allí se mezclaron; es un melting pot que permite que sefardíes se casen con askenazis, conviviendo también con los hijos de los falashas salvados durante la operación Moisés; otros grupos como los jasídicos se mezclan poco con los demás judíos.

AER: Se dice que la Historia comenzó con la Escritura. Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el judío que se haya construido sobre las escrituras entendidas como Ley, mandato, ¿serían los profetas hebreos los primeros constructores de la Historia tal como la entendemos: no desde atrás sino hacia adelante, reclamada desde el futuro?


LEB: Es cierto que antes de la escritura, no hay Historia. Y hay escritos probablemente muy anteriores a los textos más antiguos de la Biblia que se reflejan en el Génesis, como el relato de Noé, el Utnapishtim de los sumerios, incluido en alguna versión del poema de Gilgamesh.
Todos los pueblos históricos se han construido alrededor de escrituras; otra cosa es que se conserven esos escritos. La historia de los romanos sería incomprensible si no atendiéramos a la existencia a la ley de las Doce Tablas —hoy perdida— y todo el sistema de leyendas fundacionales que Virgilio recogió en la Eneida. Lo que pasa es que Roma, su derecho y su cultura escrita se expandieron tan rápido que hubiera sido imposible limitarlas a un solo libro; ¿cómo vivieron los lacedemonios si no es en relación con las disposiciones de Licurgo, al que tanto admiraba Jenofonte? Y hay dudas acerca de la existencia de Licurgo…
La historia de la Memoria es la de la fantasía retrospectiva. Los redactores de la Torá más que construir la Historia hacia adelante procuraron inventarse el pasado. Fueron de los primeros en falsificar crónicas y desde entonces no hemos parado. El tema de la datación de los distintos textos que componen el Pentateuco es, en este sentido, fascinante. Vaya Vd. a saber si algunos profetas hebreos no serían analfabetos y si los libros proféticos no fueron obra más bien de escribas sacerdotales. Ni José ni Moisés probablemente llegaran a existir, y el Éxodo es una suma de leyendas.
Hasta sobre la existencia de David existen serias dudas aunque parece que se han hallado algunas evidencias arqueológicas de que existió una Casa de David. Piensa, Antonio, que desde la Donación de Constantino, la Historia profana y la sagrada son una suma interminable de falsificaciones, de hombres de Pitdown y de leyendas doradas.
Yo ya no me creo nada, aunque confieso que me entretiene mucho Indiana Jones, que me divertiría mucho que los arqueólogos desmintieran a los desmitificadores, que encontraran el arpa de David, la cama de Salomé, el Arca de la Alianza, la casa del primer Tarquino, el Santo Grial o la inscripción “Atlante” en una ciudad hundida en el mar, pero en general ese tipo de noticias surgen de la confusión entre los deseos y la realidad. Mira lo que les ocurrió a los nazionanistas vascos con el supuesto hallazgo de inscripciones eusquéricas de Iruña-Veleia, que ahora sabemos que son más falsas que un euro de metacrilato.
Ahora mismo en Israel todos los hallazgos que se realizan llevan encima el estigma de la sospecha de la manipulación. Resulta difícil confiar en la probidad científica de arqueólogos que quieren a toda costa demostrar la historicidad de la Biblia o que, como ocurrió recientemente, se inventan una “tumba de Jesús” para demostrar la falsedad de los textos cristianos.
En general, toda reliquia es falsa y su valor es puramente simbólico; de niño vi en el Museo del Ejército la espada del Cid, la Tizona, que ahora resulta que es tan auténtica como la Santa Cuna de Santa María la Mayor de Roma o los cuernos de Roldán; y el patriarca José no existió, con toda probabilidad, pero ¡tiene una tumba! Tumba en la que rezan piadosos judíos y que recientemente fue arrasada por un grupito de musulmanes palestinos que no debían tener nada mejor que hacer…

AER: Parece que el pueblo judío, más que reivindicación del espacio, ha estado siempre buscando el tiempo, en la historia. ¿Es ése también tu parecer?

LEB: La pregunta es muy interesante. Buena parte del Génesis y del mito mosaico dice exactamente lo contrario: hay una obsesión conquistadora y territorial.
Según las Escrituras, el pueblo de Moisés se habría hecho un hueco en Oriente Medio a base de practicar el genocidio sistemático, el famoso “anatema” inventado por ese monstruo de maldad, ese verdadero demonio que es el antiguo Dios de Israel, Dios sanguinario que se alimenta de inmolaciones y exterminios. Si aceptáramos que la Biblia es más joven de lo que creíamos, podríamos interpretar que todas las bestialidades que le atribuye el Génesis a Dios son un reflejo de las crueldades asirias.
Durante dos milenios de peregrinar, los judíos han alimentado sus sueños con los relatos del libro de los Reyes. Supongo que para un trapero judío de Bratislava de hace tres siglos debía resultar muy consolador imaginarse al Rey David merendándose a Betsabé; que un chaval al que habían escupido por ser judío los otros niños, soñaba con ser un nuevo Josué o un Judas Macabeo y exterminar a todo bicho viviente. En la fe siempre buscamos consuelo.
De hecho, esos sueños que están detrás de la creación de nuevas disneylandias territoriales no son en absoluto un monopolio sionista; los comparten los cristianos protestantes que conocen mejor la Biblia, y que ponen a sus hijos nombres de profetas y guerreros. Una de las canciones más populares de Inglaterra —seguro que la has oído— es “Jerusalén”, que siempre cantan para concluir sus patrióticos conciertos, sus “Proms”, canción donde se habla de carros de fuego y de edificar allá, entre los pastos verdes, una nueva Jerusalén, como la Rodesia de Cecil Rhodes.
Israel ha sido el penúltimo intento de estabulación de un pueblo peregrino, tras la resurrección de Grecia. La Grecia moderna fue también una creación muy traumática y es hoy día una realidad. Israel surgió en las mismas fechas que la India moderna, que también supuso mucho sufrimiento, y que hoy día es otra realidad estable. Lo mismo ocurre con Armenia. Son muchos los pueblos peregrinos que pretenden asentarse en un lugar del mundo y hasta los gitanos de vez en cuando se inventan reyes. Algún día se inventarán reinos.

AER: ¿No crees que la Historia en el caso de los judíos, más que una Historia basada en el progreso, es una Historia Sagrada, acrónica, de la Divinidad en los hombres, de la Palabra de Dios hecha Escritura, contada una y otra vez?

LEB: Historia acrónica sería más bien la basada en el Corán, donde los capítulos vienen ordenados de un modo deliberadamente acrónico, en función de su longitud y no de la fecha de su composición.
El judaísmo y sus ramas cristianas son eminentemente cronológicos. El orden de la Biblia pretende ser cronológico hasta el punto de que más de un pastor antidarwinista pretende saber cuántos años, meses, días, horas y minutos tiene la Creación.
Hay muchos tipos de Historia, y algunas son crónicas –donde puede introducirse el concepto de progreso, puesto que proporcionan un marco temporal— y otras consisten en mitos o sucesos en que lo que menos importa son las fechas, como los libros del hinduismo.
La Historia de los judíos no es tan singular como se pretende; como todo hijo de vecino el judío se busca raíces —raíces que, inevitablemente, se convierten en cadenas— para fijarse en un espacio y en un tiempo dados. Todos necesitamos signos de identidad, seguimos siendo los niños de nuestros padres, los padres de nuestros hijos, pero en el fondo cualquier mito puede reducirse esencialmente a esa gran realidad que llamamos familia. Los judíos son, ante todo, familia; eso lo entendió muy bien Marek Alter.

AER: ¿Cómo se combina la fuerte individualidad judía con el sentimiento de colectividad de ser pueblo?

LEB: Como lo hacemos los cristianos. En el cristianismo —que nunca repetiremos bastante que es una forma no racial de judaísmo— tienes la misma aparente contradicción: el cristianismo es individualismo puro —la responsabilidad es tuya, es mía, es una relación muy personal con Dios— y al mismo tiempo tienes una responsabilidad social, una idea de comunidad. Ocurre lo mismo en las demás ramas del judaísmo. La diferencia consistiría en que para muchos judíos su ideal comunitario, su prójimo, se limitaría a los solos judíos, mientras que para el cristiano esa comunidad serían todos los hombres.
Muchos cristianos y en particular los católicos, que desconocemos el Antiguo Testamento, ignoramos que el mandamiento “amarás a tu prójimo como a ti mismo” no es de Cristo sino del Levítico (18,19). La originalidad cristiana, ampliando el concepto de prójimo a todos los hombres se basa en San Lucas (10, 27-37) cuando Cristo contesta a la pregunta del doctor de la Ley, “¿Quién es mi prójimo?” con la parábola del Samaritano: el prójimo del cristiano no tiene por qué ser cristiano, ni tener su misma patria o raza. De hecho, cuando los cristianos se vuelven racistas o nacionalistas, se alejan del cristianismo. En cambio cuando los judíos se inclinan por el sionismo, están volviendo a los orígenes, o más bien a la idea que algunos se hacen de sus orígenes.

AER: Hay una ambivalencia contradictoria con respecto al judío entre las gentes. Por una parte, es un pueblo respetado y admirado. Por otra, existe a veces una actitud de rechazo que se manifiesta en expresiones populares despreciativas. Por ejemplo: perro judío, hacer una judiada, ser un fariseo, etc… ¿Cómo explicas este fenómeno?

LEB: El poder genera más envidia que admiración, y las leyendas negras son el reflejo de una impotencia. Al margen de las diferencias de fe, existen motivos de corte sociológico. Los judíos se cultivaban mientras que a los cristianos sus amos —príncipes de este Mundo o de la Iglesia— los criaban como rebaño de analfabetos, lo cual concedía, en consecuencia, gran poder a los judíos, nada menos que el poder del conocimiento, y el subsiguiente poder económico. ¿Cómo no los iban a odiar?
Por otra parte el olímpico desprecio de tantos judíos por los gentiles y la acción de los conversos proclamando que el Talmud contenía textos anticristianos, no les granjearon ni les granjean simpatías. Hoy mismo tienes a torpes propagandistas del judaísmo que le suscitan al judaísmo y al estado de Israel más enemigos que amigos. Piensa que en el catolicismo se supone que hay una autoridad en la punta de la pirámide que sentencia lo que es bueno y lo que es malo; pero ese vértice no existe en el judaísmo. ¿Cuál es la voz que se supone que representa al judaísmo? ¿Un ministro israelí? ¿El gran rabino de Francia? ¿Un millonario argentino? Ocurre lo mismo con el islamismo o los cristianismos reformados donde no hay una “cabeza oficial”: no hay una sola voz.
Eso genera confusiones y manipulaciones. Cuando leo en los periódicos noticias que refieren “protestas judías” contra ésto o aquello me pregunto: ¿cuántos y quiénes son los que protestan; que peso tienen, a quién representan?
Y hay judíos imprudentes que no perciben el daño que pueden hacer a otros correligionarios. Por ejemplo, el “documental” de James Cameron “demostrando” el hallazgo de la tumba de Jesús con la participación de Simcha Jacobovici y profesores judíos ha resultado, aparte de un fraude científico, una gran imprudencia. Es un regalo a todos los antisemitas del mundo que se recrean con las teorías conspirativas y, francamente, a la luz de la Shoah o de las declaraciones del sicópata que gobierna Irán, ¿crees tú que Israel y los judíos necesitan más enemigos?

AER: Existe una penetración en lo judío de lo sagrado, incluso en el pensamiento de su representantes más modernos y racionalistas, como temor de Dios, como acatamiento del mandato divino, como Escritura Sagrada. ¿No ves curiosa esa mezcla de racionalismo crítico y acatamiento de la Voluntad Divina ?

LEB: No sólo es curiosa, es fundamental. Es la tensión misma entre tradición y modernidad. Todo el judaísmo antiguo se articula con el moderno en la tradición de un libro, de unas escrituras. El enorme interés que representa el pensamiento de los judíos en un orbe cristiano es que están muy cerca del cristianismo —que no es más que una antigua variedad de judaísmo—, están empapados de valores e ideas que comparten los cristianos y al mismo tiempo no se sienten sujetos a la tradición y jerarquía cristianas.
Si consideramos que Occidente consiste precisamente en la cristianización de la gran tradición clásica, el enorme interés del judío consiste en que es un occidental hasta la médula que sin embargo mantiene una capacidad crítica con la estructura que soporta Occidente: la propia fe cristiana. Es un vecino, alguien que vive en mi barrio, que habla mi lengua, que es mi amigo o con el que me pego por unas canicas; pero ese compañero de viaje no celebra la Semana Santa ni le traen regalos los Reyes Magos.
Esa es la verdadera razón, pienso, del papel estelar de tantos judíos en la transformación de Occidente y en su evolución de los últimos dos siglos. Ese papel ha sido muy positivo para Occidente porque toda estructura necesita generar alteridad, para no degenerar y morir; la Iglesia Católica, tan propensa al dogmatismo, ha creado la figura del Abogado del Diablo en los procesos de beatificación o canonización para, precisamente, tratar de preservar la verdad de las mentiras del entusiasmo: no se puede imaginar el raciocinio sin capacidad crítica. Pero el abogado del diablo no es simpático, todos queremos ser abogados defensores, a nadie le hace gracia ser fiscal.
Y el papel crítico de muchos pensadores judíos en el marco occidental no les ha generado simpatías y sí el odio de los ignorantes. De ahí surgen los mitos de la conspiración judía contra el cristianismo, etc. También, judíos famosos se han recreado y especializado en ese papel de provocador, de enfant terrible: pienso en los hijos espirituales de Marcuse, en un cantante como Gainsbourg, un político como Daniel Cohn Bendit o un intelectual como Chomski. Los enfants terribles, cuando peinan canas, dan más pena que otra cosa, pero tienen su papel, si no existieran habría que inventarlos.
Considera, Antonio, que la capacidad crítica y sobre todo la inteligencia, nunca han sido populares.
Por otra parte, al haberse educado los judíos en esa capacidad crítica, la pueden ejercer sobre sí mismos, sobre su propia fe y eso da como resultado que los mayores críticos del sionismo y, si me apuras, del judaísmo, son judíos.
A Israel Shahak, autor de obras muy interesantes, lo han insultado judíos con el mismo fanatismo con que cristianos ignorantes interpretaban el acristianismo judío como anticristianismo. No ser sionista no significa ser antijudío. Pensar distinto no significa oponerse.
Finalmente, esa capacidad crítica de los judíos no cristianos ha llevado a muchos de ellos a reformar el cristianismo desde dentro, y no me refiero sólo a la existencia de cardenales judíos como Lustiger sino a grandes reformadores del catolicismo contemporáneo.
La Adoración Nocturna es creación de Hermann Cohen, íntimo de otro converso, Alfonso de Ratisbona. Alfonso era hermano de Teodoro, el fundador de la Congregación de Nuestra Señora de Sión, a la que pertenecía Soeur Emmanuelle, una monjita muy popular en Francia y Bélgica, que convivió durante décadas con los más pobres entre los más pobres del Cairo, y también descendiente de judíos.
Y el gran apóstol del pensamiento social católico, Federico Ozanam, el creador de las Conferencias de San Vicente de Paúl, venía, como su apellido indica, de una familia judía donde abundaron matemáticos, hombres de Derecho y médicos.
¿Y qué me dices de Edith Stein? Copatrona de Europa, y asesinada en Auschwitz…

Pienso que el debate creador entre cristianismo y judaísmo que surge de la reflexión acerca de quién es mi prójimo y por tanto de cuáles son mis obligaciones hacia los demás, seguirá iluminando el eterno debate acerca de los límites y las posibilidades de la Caridad. No sé si he contestado a tus preguntas pero te agradezco que me las hagas.

Luis Español Bouché

Nace en Madrid en 1964. Escritor y traductor ha publicado distintos trabajos relacionados con la Historia. Entre sus obras figuran: Leyendas Negras: vida y obra de Julián Juderías (1877-1918): la leyenda negra antiamericana, Salamanca, Junta de Castilla y León: Consejería de Cultura y Turismo, 2007; Franceses en el Camino, Barcelona, Gran Logia de España, 2005 (I Premio Estatal de Investigación Histórica de la GLE); Madrid 1939: del golpe de Casado al final de la Guerra Civil : el Consejo Nacional de Defensa, el principio del exilio, la Diputación Permanente en París, Madrid, Almena, 2004; Nuevos y viejos problemas en la sucesión de la Corona Española: pragmática de Carlos III sobre matrimonios desiguales; derechos a la Corona de los hijos naturales; necesidad de una Ley de sucesión; Doña Teresa de Vallabriga, Madrid, Instituto Salazar y Castro: Ed. Hidalguía, 1999.

Es autor de la traducción y edición de las memorias de Clara Campoamor, La revolución española vista por una republicana, Sevilla, Espuela de Plata, (3 eds. 2005, 2006, 2009). También ha traducido la edición de Jan de Kloe de los escritos de Óscar Esplá en Bélgica.

Acerca de Antonio Escudero Ríos

Nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Ha realizado ediciones facsimilares de la Guía de los Perplejos, el Cuzarí y de la obra de Isaac Cardoso. Dirigió las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos en Hervás, en 1995, con Haim Beinart. Fue Director de las Actas del mencionado Congreso, publicadas en 1996. Colaborador en las revistas judías Raíces, Los Muestros, Maguem y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones. Creador, junto a otros entusiastas, de la Orden Nueva de Toledo, Fraternidad dedicada a la defensa plural de Israel y el Líbano cristiano, así como combatir el antisemitismo. Ha plantado miles de árboles, y construido, con Don Jaime Botella Pradillo, un jardín dedicado a los Justos de las Naciones en Las Navas del Marqués, en tierras de Castilla.

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