La Frustración

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Las relaciones sociales y familiares se han transformado y la frustración por no tener, ha hecho mella en las personas. No podemos tener todo lo que vemos o imaginamos, demasiados deseos que se convierten en frustración.

Vivimos como seres anhelantes e insatisfechos, tristes e incluso enojados de tanto esperar y no recibir. Anhelos inconscientes sin un nombre claro, que hacen mucho daño. Esa espera angustiosa sin fin, no nos permite ver lo que si hemos recibido. Muchos dolores y sufrimientos tienen un origen cultural, no biológico. Queremos mostrarnos como lo que no somos, en vez de enorgullecernos de lo que somos. Todos tenemos algo en nuestra canastita.

En ocasiones, las expectativas que tenemos de la vida y de las personas con las cuales nos relacionamos son tan altas e irreales, que difícilmente se pueden realizar; deseos materiales, anhelos de ser el mejor en el trabajo o la escuela, el más popular en los grupos sociales. Se traducen en sentimientos complejos que nos hacen daño, frustraciones que producen enojos. Subyace una gran necesidad de afecto, de reconocimiento. La vida no ha sido como la hemos imaginado. No nos sentimos comprendidos o amados como quisiéramos, los otros no piensan como nosotros y sus costumbres son diferentes, nos vemos unos y otros como seres extraños, en vez de pensar que puedo aprender de lo que el otro me muestra.


La publicidad y la fantasía del amor que vemos en el cine, en los medios de comunicación, en las novelas, son engañosas y hacen perder contacto con lo real, lo cual nos lleva a vivir en la fantasía, en lo irreal. Casi todos quisiéramos ser el príncipe o la princesa del cuento. Vivir en aquellos castillos que se extienden en llanuras, donde los árboles se convierten en príncipes o sus raíces son armas en contra de aquellos que nos quieren dañar. ¿Que sucede cuando los príncipes necesitan hallar su lugar en el mundo, ganar dinero y escapar de los males terrenales? eso no es parte del relato.

Las relaciones humanas reales, implican acuerdos y desacuerdos, encuentros y desencuentros que terminan en enojos cuando hay imposibilidad de comunicarse adecuadamente; aceptar que cada quien tiene una verdad, la mía no es la única. . Yo se que es lo verdadero, y por eso no escucho al otro. Hemos perdido el candor para escuchar.

La frustración también puede ser resultado de la falta de pasión o de aburrimiento. Nos sentimos enojados con las personas que nos rodean; desilusionados con lo que son nuestros hijos, conyugues, nietos, amigos y parientes. No observamos lo que pueden hacer, lo que es factible en cierto momento, sólo nos vamos con las expectativas y anhelos que pueden estar llenos de amor, pero poco apegados a la realidad que se vive. Tenemos los ojos volteados hacia dentro en vez de abrirlos para ver afuera. Luchamos por transformar y dejamos de vivir.

La frustración produce envidia, nuestra imaginación nos hace ver afuera, en los otros, lo que no existe pero lo damos por hecho; no distinguimos la fantasía de la realidad, vivimos emociones absurdas que ocupan un espacio en nuestro imaginario y nos rasgan internamente. El enfado es una de las armas que utilizan las personas para combatir el sufrimiento, pero acaba por traer problemas si dura demasiado. Se puede convertir en un estilo de vida que convierte a las personas en seres agresivos y por consecuencia solitarios. Este deseo e insatisfacción enfermizo, suele oscurecer aquellos beneficios que si estamos recibiendo cuando sólo tenemos ojos para ver la copa vacía.

Cuando un sentimiento se ha convertido en pasión se apodera del alma humana un deseo de venganza y la razón desaparece. Odiamos al que tiene más que nosotros. Un enojo es una energía negativa que cargamos y recargamos constantemente para no sentirnos vacíos. Sin embargo hay que saber que este vacío podemos llenarlo con buenos actos, pensamientos positivos, reconocer lo que si recibimos. tener la capacidad de ver a nuestro alrededor y valorar lo bueno. El dar y recibir implica un equilibrio.

. Muchos enojos se van heredando de generación en generación y no se sabe donde empezaron y menos donde terminarán. Con frecuencia escuchamos a quién está enojado con su familia cercana o lejana, ni siquiera sabe la razón. Son frustraciones heredadas que es importante desechar. Los enojos heredados no son nuestros, nos los regalaron y tenemos el derecho de rechazarlos.

El pasado vive en el presente y nuestros antepasados respiran a través de nuestros hijos. Podemos escoger que guardamos y que tiramos. Se piensa que cada quien hace su propio destino sin aceptar que la historia de la cual venimos influye y determina nuestras conductas. Ha llegado el momento de aprender a ver el medio vaso lleno y estar orgullosos de lo que si hemos logrado.

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