Ber vivía en gran parte del alcohol, había vivido así por años, tapando sus tragedias mentales, y sus capacidades infinitas de sentirse atraído por la luz de Dios. una forma de acarrear sus pensamientos al mundo material.
Esos desastres mentales, venían de un lugar muy profundo de dolor. De la infancia. Por un ladro su padre le pedía orden, por el otro llegaba con sus amigos a nunca debía haber llegado: prostitutas, alcohol, viajes y aventuras. Decían siempre que viajaban a eventos culturales pero terminaban en donde no debían terminar, llámesele, complicaciones de la existencia, oscilando entre el dolor y la fiesta, el insulto y la carcajada.
Sabia que algo le faltaba en la vida, lo que le ocasionaba un gran dolor, un espacio vacío que no había forma de llenar.
Cuando eran adolescentes habían tenido decenas de novias, amigas, amiguitas, amantes, y habían viajado hasta ellas hasta confines, pero en su imaginación siempre había, fecha de expedición, y terminaba por buscar algo mas profundo y verdadero, una verdadera esperanza de amor verdadero, completo e infinito.
Comenzó a estudiar las escrituras, tras un viaje estrepitoso de su mente hacia Oriente. y Allí había llegado, a un lugar mágico y protector, a un lugar de amor tenue y respetuoso, a una infinita ternura que estaba dirigida exclusivamente hacia Dios. Ello lo apartaba de la gente, y ciertamente del mundo de sus travesuras infantiles. Se había encontrado allí con una verdadera sabiduría, sabiduría divina. La cultura de la divinidad estaba relacionado a todo y se encontraba en todo. Sobre todo en el furor y conflicto con uno mismo. En el tiempo sus conflictos se transformaron en un placentero y silencioso partido de ajedrez.
Al llegar al hospital psiquiátrico tras múltiples viajes en diversas direcciones del orbe, y tras estudiar su pasado luminoso y divino, le preguntaron:
-¿Quien es usted? ¿Escucha voces? ¿Tiene poderes especiales?
Ber contesto que el era el Mesias mismo, y que sus voces eran monólogos interiores, diálogos y reencuentros con sus distintos seres e identidades, ya sea por las etapas del tiempo, del espacio o de la historia. Una compilación de círculos que se abrían y se cerraban en historias humanas: padres, hermanos y hermanas, familiares cercanos, amigos, novias, amantes, enemigos dolorosos, e incluso guías divinos hacia su interior. En cuanto a sus poderes dijo que tenia la capacidad de nacer, cosa a la que se remitió, y respuesta en la que se auto restringió para no exagerar demasiado y no revelar lo que no debía ser revelado.
Sin embargo sus respuestas siempre le causaban dolor. Por lo que tuvo que dedicarse a la filosofía, al estudio, lectura y escritura.
“Así es como nacen los escritores”
Pensó.
Era un pensador, pero no únicamente le gustaba pensar. Luego le gustaba unir sus pensamientos a sus sensaciones, y estas luego se enredaban en afectividad, y estas producían un gran dolor.
El gran dolor de no poder resolver el dolor.
En el aspecto sexual era un liberal, mientras que en el aspecto de pensamiento era un conservador.
Se transformo en una pluma, luego en una maquina de escribir, y luego en una computadora. Todo en un proceso de deleite y places, pero que los hombres y mujeres a su alrededor desconocían.
Había escrito a una chica poesía en su viaje a China e India, poesía sobre tiempo y espacio, tensión y distensión, relojes y reloj derretido, luna y sol, cielo y tierra, animal y hombre, y sobre una especie de transiciones a la luz, transformación en luz, deseo de luz.
Todo se transformaba en una luz dispersa, embarrada en todo, pero que a veces era sin sentido, puesto que su deseo de casarse con este chica, termino en una gran pelea y en un profundo dolor.
La culminación de sus viajes fue a Jerusalem donde le dedico el Cantar de los Cantares del rey Salomon.
Entre sus cartas poéticas, se hallaba entre mas y mas esquizofrenia. Mas sabia que había una fuerza que lo supervisaba y lo guiaba.
“Gracias Dios, te lo agradezco”.
Era tanto el dolor que tuvo que volver a vivir a Venice Beach, California.
“A retornar” el le llamaba.
Su retorno a un santuario de paz, pero con sus viajes a Jerusalem, había encontrado nuevos santuarios, en las ciudades viejas y en los viajes religiosos.
Realmente el tema central, el punto de enfoque siempre era, la mujer.
“La mujer”
El dolor y la mujer, y la mujer y el dolor.
La mujer como fuente de la verdad y el infinito.
Mas todos sus intentos de encontrar a la parte femenina de su alma, a su pareja celestial, se topaba con los encuentros de la carne: mujeres verdaderas, sexo, alcohol, fiesta, cuestionamiento, diversión, y ultimadamente formas de escape del dolor. Oscilaba entre el dolor y el placer, el placer y el dolor.
Una vez en Venice Beach percibió que el cielo le revelaba que el había sido Jim Morrison en su ultima reencarnación. La estrella de Rock que odiaba ser estrella de Rock, y que hubiese preferido ser polvo en un sendero en el desierto, en una playa de California, un diminuto grano en los lentes oscuros de alguna modelo deslumbrante, o sencillamente alimento para víboras.
Polvo.
Mas no lo lograba nunca, su ego se manifestaba.
Por ello le gustaba exteriorizar su mente a través de libros.
Lo que mas le dolía es que había tenido una infancia absolutamente dulce, y esta iniciación a la dulzura, no se podía reconciliar con las posibilidades del dolor y el deseo, la inquietud y la impertinencia en su ser.
Al escribir, se veía, se veía como en un espejo. Una pagina blanca, infinita, dulce y placentera como una llanura de arena blanca, fina y dulce.
Descubrió que Dios estaba en el agua mas que en la tierra, en el mar y en la arena, donde se reunían y encontraban.
En esa paz de arena húmeda su vida tenia sentido.
Como no siempre era verano, tuvo que suscribirse a una alberca invernal, a un club de nadadores.
-Si usted es el Mesias- insistieron los doctores- ¿Cuales son sus planes?
Ber contesto con dos palabras, recordando las palabras celebres de sus rabinos: “Ser feliz”.
-Pienso ser feliz, entregarme a la felicidad.
Eso significaba algo, “brincar al agua” o a la “alberca¨”. A la alberca de la felicidad, donde los pensamientos se borraban.
Trato de encontrar, mientras vivía en la universidad, un valor absoluto. Pero no lo lograba, las palabras, los conceptos, los pensamientos, los deseos, las intenciones, iban y venían.
Entonces hizo la comparación con las olas del mar, iban y venían, como la lengua, se enrollaban y desenrollaban en disertaciones y pensamientos de un profundo placer y sentido. Mas aun asi, extraer una frase, o valor, o ecuación que fuesen definitivos y estables, era imposible.
Se dedico a escribir y desescribir lo que eran y no eran los demás.
“Uno solo puede ser lo que uno no es”, es decir, todo lo que uno es. Uno solo puede ser y continuar o expandirse a través de ellos, manifestarse a través de ellos, de todo lo que uno es.
La soledad se volvió física, entre alumnos y maestros, conferencistas y alumnos de meditación y yoga, entre deportistas y aspiradoras, artistas, actores, y escritores de todo tipo.
Todos eran escritores, y sus vidas eran la escritura.
La soledad se volvió mas y mas dolorosa, lo que lo obligo a pegarse a la maquina de escribir y a la pagina blanca, quienes eran su única salvación.
“Odiar a los psiquiatras”
Esa era su filosofía pensó.
Se dedicaría a odiar a los psiquiatras, a la vez que escribía cuentos de ficción, novelas, poesía sin destinatario y guiones de cine.
Todos para que sean olvidados por el si mismo, y disfrutados y degustados por el demás.
Las palabras eran caballos de carreras y las paginas pistas del hipódromo, y el, un apostador.
De pronto, se canso de apostar, de apostarse a si mismo, necesitaba a alguien quien no fuese el, una mano externa a quien pudiera sentir.
Aparecieron los Angeles, y los colores se distorsionaron, de la televisión, de la realidad, de confortable estudio en el club de la universidad, todo se distorsionaba, en una eterna borrachera y gracia de la vida.
Solo la televisión lo podía salvar, y cuando la prendió, había allí sus caricaturas favoritas, caricaturas americanas, que le causaban un gran placer, porque eran absolutamente ilógicas y absurdas y ayudaban a su mente a salir de si mismo.
Olvidar.
Comenzó a reír, a carcajadas, hasta el punto que pensaba que nunca apagaría el televisor y moriría de un ataque de carcajadas.
Quizás no podría salvarse, pero podría disfrutar mientras tanto.
Tomo una botella de cerveza de un six pack que le quedaba en el refrigerador, y se lo puso en la boca que no paraba de moverse como una ola y emitir chillidos grandilocuentes.
Sus ojos estaban hinchados y dilatados, y le caían lagrimas de la risa.
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