La historia poco conocida de la poderosa comunidad judía en Alejandría, Egipto

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Filón fue sólo una de las muchas figuras que surgieron en la que fuera una de las comunidades judías más importantes del mundo en cuanto al desarrollo cultural, intelectual y religioso.

Aun así, son pocas las personas que identifican a la ciudad de Alejandría, Egipto, como una de las cunas del pueblo judío.

La historia de los judíos en Alejandría se remonta a la fundación de la ciudad por Alejandro Magno en el 332 a. C. Los judíos de Alejandría desempeñaron un papel crucial en la vida política, económica y religiosa de la Alejandría helenística y romana y los judíos comprendieron aproximadamente el 35% de la población de la ciudad durante la era romana. Los judíos alejandrinos fueron los fundadores del judaísmo helenístico y los primeros en traducir la Torá del hebreo al griego koiné, un documento conocido como la Septuaginta.


Muchos escritores y figuras judías importantes vinieron o estudiaron en Alejandría, como Filón, Ben Sira, Tiberio Julio Alejandro y Josefo.

La posición de los judíos de Alejandría comenzó a deteriorarse durante la era romana, cuando comenzó a desarrollarse un profundo sentimiento antisemita entre las poblaciones griega y egipcia de la ciudad. Esto condujo al posterior pogromo de Alejandría en el 38 EC y el motín de Alejandría en el 66 EC, que fue paralelo al estallido de la Primera Guerra Judío-Romana.

La judería de Alejandría comenzó a disminuir, lo que llevó a una emigración masiva de judíos de Alejandría a Roma., así como a otras ciudades mediterráneas y norteafricanas.

Los papiros de Elefantina nos dan información acerca de la vida de la comunidad judía asentada en Alejandría tras la toma de Jerusalén en 586 AC por Nabucodonosor II, aunque existen datos de asentamientos en época de Manasés. Los judíos de la Diáspora se establecieron en la ciudad atraídos por el desarrollo económico y cultural y protegidos por la tolerancia y diversidad religiosa de la ciudad. Crearon un activo foco intelectual con un centro de estudios hebraicos.

Los judíos gozaban de todos los derechos civiles, como cualquier ciudadano griego, pero mantenían las prerrogativas concedidas por los reyes persas y constituían una comunidad política independiente y autónoma, limitada sólo por la subordinación a los ptolomeos primero y a los romanos después.

A su frente tenían los cargos de las comunidades de la diáspora: arcontes, que regían los asuntos administrativos y judiciales, y el archisinagogo a quien correspondía todo lo referente al culto, además de un etnarca con grandes poderes civiles que le permitían tratar con los funcionarios de Egipto o del Imperio romano. Constituyeron así un grupo étnico apartado de la población de Alejandría, con un aislamiento lingüístico, económico y cultural que les permitió conservar su raza y religión, fieles a la ley y a las tradiciones ancestrales.

Los romanos, que antes del Imperio habían sido aliados de los judíos, les otorgaron algunos privilegios más, como la celebración del Shabat. Sin embargo, el sentimiento antijudío fue alentado por los escritores griegos alejandrinos, que les acusaban de exclusivismo, grosería y deslealtad.

Probablemente a los egipcios los irritaba la tolerancia que el imperio había otorgado a los judíos y no faltaba entre ellos el descontento por la dominación foránea, primero griega y luego romana. Ese resentimiento se tradujo en una xenofobia que terminó por descargarse contra el pueblo hebreo. Esto, más la envidia social frente al florecimiento de esa colectividad, fue caldo de cultivo para las primeras agresiones escritas, como las de Apión, iniciador de las agitaciones antijudías que el año 38 provocaron que decenas de miles de judíos fueran asesinados. Dos personajes se enfrentaron a Apión: Flavio Josefo, que tituló una de sus obras “Contra Apión” y el filósofo Filón de Alejandría, que encabezó una delegación para entrevistarse con Calígula, intentando acabar con la violencia en la ciudad.

La negativa judía a practicar el culto oficial al Emperador, junto a las dos revueltas judías, provocó la hostilidad romana y diezmó la población judía en Alejandría (al igual que en Jerusalén), que constituía un 40% de la ciudad hasta el siglo II DC. Las relaciones entre judíos y griegos siguieron siendo tensas y Alejandría se convirtió paulatinamente en un foco de antisemitismo. El mismo Lisímaco, director de la Biblioteca de Alejandría, fue uno de los instigadores de desórdenes contra los judíos. Aunque en los siglos siguientes Egipto fue casi siempre un lugar relativamente seguro para los judíos, Alejandría conservó su tradición antisemita y se producían brotes esporádicos antijudíos.

Helenizados en la época macedónica, tuvieron una gran influencia sobre sus correligionarios en la época de los seléucidas y asmoneos. Tradujeron al griego la Biblia, la llamada versión de los setenta o Septuaginta en los siglos III y II AC, además de producir una abundante literatura hebrea en lengua griega: epopeyas, dramas, obras moralizantes. Las más conocidas son la Carta de Aristea, los Oráculos Sibilinos, el Libro de la Sabiduría de Salomón. Entre los autores conocidos, se puede citar a Eupolemo, Artipon Demetrio, Aristeo y Filón.

La que se llamó escuela judía de Alejandría está fuertemente influenciada por la filosofía griega. Al estudiar esta filosofía encuentran conceptos espirituales y morales que desean conciliar con la Ley Mosaica, considerando esta ley como fuente en la que se inspiraron aquellos filósofos, especialmente Platón. El método para demostrar esta identidad fue la interpretación alegórica, ya conocida por los judíos de Palestina y muy estimado en los ambientes griegos.

El primer representante conocido es Aristóbulo, del que sólo se sabe que era vecino de Alejandría en tiempos de Ptolomeo VI, Filometer. Explica alegóricamente los pasajes bíblicos, limando las dificultades que presentan la Biblia y los mitos griegos. Filón, contemporáneo de Jesucristo, dedica su obra a unir sistemáticamente las ideas judías y griegas, y es el predecesor del neoplatonismo de Plotino y de gran parte de las ideas de los Padres de la Iglesia.

La Escuela exegética de Alejandría, que intenta hermanar la filosofía griega y el cristianismo, se considera sucesora de la judía.

La persecución contra las religiones monoteístas emprendida por los emperadores romanos acabó con esta actividad literaria.

Ya en el siglo XX, a principios de la década de 1940, tras siglos de convivencia relativamente pacífica como dhimmíes (miembros de grupos religiosos que, sin ser musulmanes, estaban “protegidos” por el pacto de Omar), los judíos comenzaron a sufrir persecuciones y atentados en todo Egipto, instigados por el líder palestino filonazi Amin al-Husayni. Tras la independencia de Israel y la subsiguiente guerra árabe-israelí de 1948, y tal y como sucedió en el resto de países árabes, los cerca de cien mil judíos egipcios quedaron bajo sospecha y la hostilidad contra ellos fue en aumento. La situación se agravó aún más tras la crisis de Suez: cerca de 25.000 judíos fueron expulsados y sus bienes y tierras confiscados. La mayor parte se refugiaron en la vecina Israel, aunque otros emigraron a Francia y a América. En solo unos años se extinguió la presencia milenaria de judíos en Egipto, incluidas comunidades judías antiquísimas como la de Alejandría, muy anteriores a la arabización e islamización de esas tierras.

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