La mariposa del Trentino

“La mejor manera de viajar es sentir.”
(Fernando Pessoa)

Ornelia Bottesi, una hermosa mujer trentina, de Roncone, me pidió con la mejor de sus sonrisas que escribiese algo sobre su tierra natal, un paradisíaco rincón de la bella Italia.

Desde hace años una mariposa de alas desplegadas es el afortunado emblema del Trentino turístico. Puede ser que quien lo haya concebido se inspirase en la forma del límite septentrional de esta provincia, que se asemeja al perfil de las dos alas de una mariposa.

El parangón no es nuevo. Había sido ya puesto de relieve al principio del siglo. Pero, sobre todo, es por sus colores cambiantes, de estación en estación por lo que el Trentino se parece verdaderamente a una espléndida mariposa.

La primavera se viste con fresquísimos mantos, con los blancos rosáceos de los frutales, con los blancos dorados de las cumbres largamente cubiertas de nieve, y abajo, recogiendo la caída de los níveos toboganes, el intenso azul de los lagos.

Arrogante la sinfonía del verano que salta en mil reflejos caleidoscópicos, sobre las aguas lacustres, de cientos de cascadas de torrentes y riachuelos serpenteando entre los prados, los pastos y los bosques, como un lienzo enmarcado en la exuberancia barroca de las Dolomitas.

Fascinantes las gamas cromáticas de los otoños, inimitable paleta de hojas cayendo entre los dorados candelabros de los árboles. Y toda esta variedad plástica, a veces, se da al unísono, como si se agolparan sobre sí primaveras, inviernos, otoños y veranos a un tiempo, en tan corto espacio. Desde siempre los puntos cardinales para localizar la comarca del Trentino han estado, al Sur el lago de Garda, célebre entre todos los lagos italianos, y al Norte la corona de los soberbios Dolomitas, donde se funden en el mismo tejido los abismos más inquietantes con las praderas más hospitalarias.

Situación geográfica

La provincia de Trento con la de Bolzano constituye el Trentino Alto Adigio, la más septentrional de las siete regiones del Arco Alpino Italiano, al sureste están los confines con el Veneto, y al suroeste con la Lombardía. Las grandes ciudades más destacadas, que se comunican rápidamente por autopistas y ferrocarril, son Verona, Bolonia, Venecia, Milán y Múnich. El territorio tiene una extensión de 6.217 kilómetros cuadrados en gran parte rodeada y cruzada por cadenas montañosas.

Se identifica el Trentino también por su clima y vegetación mediterránea. Trescientos lagos entre los cuales el mayor es el de Garda, en su parte septentrional, el Caldonazzo, Levico, Moldeno, Tovel, Toblino ; cientos, los ríos y torrentes.

El Adigio es el río principal que forma el valle del mismo nombre, desde el Norte al Sur de la provincia. Los otros valles se abren sobre las laderas opuestas y en sentido diagonal.

Los bosques cubren casi la mitad del territorio. La población se aproxima a los 450.000 habitantes. Ochocientos son los núcleos de población, pero el cincuenta por ciento de los habitantes están concentrados en doce municipios. Trento, la capital, cuenta con 102.000 residentes; Roncone, el pueblo donde un buen día, al alba rosada de todos los tiempos, nació la hermosa Ornella, está situado en el Trentino Occidental, al pie del parque natural de Adamello-Brenta, y en cuyos alrededores hay un bellísimo lago, donde Ornella, la de los rubios cabellos y de la franca y estruendosa risa, pasó los momentos más felices de su infancia. El pueblo está dominado desde lo alto por su iglesia del siglo XVII, dedicada a San Stefano, y en cuyo interior se encuentra un enorme órgano de madera tallada, obra de Gian Battista Polana.

Adaptación al progreso

En los últimos años, Roncone ha asimilado con facilidad el progreso, que ha influido, ciertamente, en la comodidad y confort de sus servicios a sus habitantes y a los forasteros, pero ha cuidado, con cierta sacralidad, lo genuino de sus tradiciones y su estructura, así como mantiene siempre su legendaria hospitalidad y la alegría de sus vecinos. Las vetustas casas que bordean el torrente Adana y los balcones repletos de clavelinas en flor, encienden el espíritu del visitante, en respetuoso diálogo con el pasado.

También en Ornella, como en los verdaderos trentinos, perdura esta suave mixtura entre la tradicional sinceridad de su pueblo y la simpatía emprendedora de nuestros tiempos modernos.

La impresión de conjunto que me produjo el Trentino, el país de las maravillas de Italia, fue la de una tierra de un encanto natural infinito. En fin, un lugar, apenas saboreado que me hubiera gustado muchísimo poderlo tratar y conocer como lo había hecho con otras ciudades y lugares de la cálida y bellísima península itálica. Pero quizá sea destino de lo soñado no ser nunca conocimiento de lo sabido.

Queda así, pues, el Trentino, de nuevo y para siempre emplazado en mi sueño. ¡ARIVEDERCI..!