La memoria se agita con Isabel Allende

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Así como hay muchas formas de hacer historia, también las hay para contarlas. Al emprenderla, algunos se apoyan en el recuerdo personal aceptando de antemano previsibles vacíos e incoherencias; otros acuden a  textos y cartas que solían ser extensos en el periodo pre-gugliano  cuando la pluma gustaba deslizarse y deleitarse sin avaricia para rehacer  generosamente algún episodio ; y  conocemos, en fin, a aquellos que imaginan y relatan lo que pudo haber sucedido, convirtiendo  la historia en novela.

Alternativas que Isabel Allende ciertamente se planteó – o imaginó al menos – al arrancar su trayectoria literaria. Desde su nacimiento ( Lima, Perú, 1942) protagonizó  múltiples experiencias que se asilarán en la memoria: un padre diplomático que apenas atendió a la familia y quien después de enredarse en torcidos negocios desapareció sin dejar rastro alguno;  la inconsolable madre que devuelve los hijos a Chile, abrumada por la incertidumbre y la pobreza; la aparición de un nuevo hombre en la familia – don Ramón  – quien en boca de Isabel no será ni padre ni padrastro:  las peregrinaciones diplomáticas  a Bolivia para gozar ” los atardeceres en La Paz ” y captar que cada país escribe la historia según su visión e intereses. Y más tarde la estancia en  El Líbano y la visita a Israel … ” que en la década de los cincuenta, como ahora, vivía en guerra permanente contra los árabes…”. Y adulta experimentará los vaivenes de Chile, cuando oscila en los setenta entre la democracia socialista de Allende y la dictadura de Pinochet.

La casa de los espíritus es  el texto que concedió  celebridad –  y sonoro éxito comercial –  a Isabel Allende. Para algunos se trata de  una expresión complementaria del realismo mágico iniciado por Gabriel García Márquez; en sus relatos,  la fantastica travesía de personajes pone en aprietos cualquier encadenamiento estrictamente lineal y la imaginación se divierte sin pausas.


Agredida por una infección sin remedio, su hija Paula de apenas 28 años conoció una lenta agonía en un hospital de Madrid durante el año de 1992. Para evitar contagios, a la madre se le permitió verla sólo cinco minutos cada día y en horas desiguales. El amor a Paula se expresa y desborda en múltiples páginas. Y ocurre lo inevitable: ” el domingo 6 de diciembre… murió Paula. La muerte vino con paso leve. Los sentidos de Paula fueron clausurándose uno a uno en las semanas anteriores…Se  alejaba inexorablemente…Qué simple es la vida, después de todo..”…

Al recordar su estancia como adolescente en El Líbano apunta que sus nuevas   amigas jamás habían escuchado el nombre Chile; creyeron que se trataba más bien  de China… Escribe: ” Por lo general… estas muchachas permanecían recluidas en sus casas y en el colegio hasta el día de su boda, y cuando tenían la desdicha de casarse,cambiaban la prisión paterna por la del marido…Y las mujeres musulmanas, cubiertas por mantos negros con una mirilla a la altura de los ojos compraban en el mercado codo a codo con las  extranjeras escotadas… ”

Cuando le menciona a su padrastro que había leído a Job, éste le pregunta:  “¿ Se trata de ese tonto a quien Dios puso a prueba enviándole toda suerte de desgracias? ¿Te parece correcto ?  Dios apuesta con Satanás, castiga al pobre hombre sin piedad, y además pretende que lo adore… Es Dios cruel, injusto y frívolo…” Veredicto sobre Job que nunca aceptará y retornará a su memoria al compartir las agonías de su hija.

En el curso de sus reflexiones en torno a sus vivencias juveniles y a la muerte de un íntimo ser que apenas alcanzó a vivir, Isabel Allende cambia el tono y el estilo de su escritura al aludir a una tragedia colectiva: los mensajes y la muerte de su tío el presidente Salvador Allende.

Confieso que estos  capítulos me afectaron personalmente pues en los meses del 1973 vivía en Chile trabajando para un organismo internacional. El país estaba entonces en guerra ideológica y política. La esperanza y el odio rivalizaban en las calles. Para algunos, este país estaba forjando una nueva democracia en América Latina; para otros, se trataba de una doctrina bolchevique latinizada. La escritora reconoce con honestidad las ambivalencias en su conducta y de pocos de sus partidarios: apoyo personal e ideológico a Allende y, al mismo tiempo, las compras en el mercado negro alentadas por la oposición.

Isabel creía entonces que Chile era la Suiza del continente sudamericano, y que  jamás aceptaría una dictadura. Perspectiva deshilvanada el 11 de septiembre de 1973 cuando las fuerzas armadas destruyeron el Palacio de la Moneda con bombas arrojadas por los aviones, y Allende emite un último mensaje por Radio Magallanes exclamando:  ….”Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino…” Cuando los soldados llegan a oficina presidencial, Allende se suicida.  Su esposa e hijas se refugian entonces en la embajada de México y en este país encontrarán amable residencia.

Durante un par de años, Isabel ensaya sobrevivir en un Chile antidemocrático. Acepta  el fracaso, y,decepcionada, retoma la peregrinación que había conocido como adolescente. Venezuela, primero, California después, le ofrecerán  umbrales y estímulos a su trayectoria literaria. El amante japonés es uno de sus últimos libros.  

Acerca de Joseph Hodara

Invitado por la UNAM llegué a México desde Israel en 1968 para dictar clases en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales ( hoy Facultad). Un año después me integré a la CEPAL con sede en México para consagrarme al estudio y orientación de asuntos latinoamericanos. En 1980 retorné a Israel para insertarme en las universidades Tel Aviv y Bar Ilán. En paralelo trabajé para la UNESCO en temas vinculados con el desarrollo científico y tecnológico de América Latina, y laboré como corresponsal de El Universal de México. En los años noventa laboré como investigador asociado en el Colegio de México. Para más amplia y actualizada información consultar Google y Wikipedia.

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