Esta puede durar muchos años, ahora que las expectativas de vida han crecido. Existe una contradicción entre lo que se dice de la vejez y la forma en que se le trata. Este segmento crece constantemente, se ha convertido en un colectivo nada despreciable por las fuerzas políticas en las votaciones. La vejez produce temor, nos toca a todos ya que no sabemos como será la propia, toca por igual a todos los seres humanos. La preocupación por el bienestar de nuestros viejos es una actitud social, no necesariamente una realidad solidaria. Muchas veces se les ve con desprecio. ¿será que sirve de espejo?
Es de notarse el aumento en la esperanza de vida y por el otro el anhelo individual, social y cultural de disimular la vejez. El humano desde que nace, se hace mayor, va madurando a partir de pérdidas y ganancias: la primera y segunda infancia, la pubertad, la adolescencia y así sucesivamente hasta llegar a la última etapa. Podemos ver familias con cinco generaciones
La nostalgia nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida; hemos dejado y nos han dejado. La sensación puede ser más fuerte en esta etapa. Duele más el ser dejado que el dejar. Los jóvenes nos dejan y se van, suben la cuesta cuando sus padres la van bajando. Los padres también dejaron a los suyos para criar a los hijos. Los abuelos viven esto con mayor fuerza ya que en su haber hay mayores pérdidas y se vuelven más vulnerables. Es la cadena de la vida.
El adulto mayor tiene que aprender a construir un nuevo estilo de vida, dar rienda suelta a su creatividad. Una vejez normal, no es enfermedad. Los gustos cambian y hay que encontrar sabores nuevos para disfrutar. De cada uno depende no ser miembros activos del ”Club del Desencanto”.
Desde pequeños empezamos a desprendernos de afectos, comodidades, situaciones; los recuerdos subsisten y en ocasiones se adornan en forma exagerada. A lo largo de una vida larga hay que despedirse muchas veces; ha llegado el momento de saborear nuestra adultez. La tarea principal es encontrar ventajas, no sólo desventajas.
Los afectos y amores, ciertos estilos de vida, no son para siempre, alimentan el alma pero no hay garantía de que se van a quedar. ¿Cuántas personas han pasado a lo largo de nuestra vida, y han desaparecido? Conforme uno se hace mayor, el número va en aumento. No necesariamente mueren sino que desaparecen de tu lista; los consideras tus amigos aunque ya no hay una relación cercana. Los aspectos comunes han dejado de serlo. Luisa se pregunta: ¿Cómo pude ser tan amiga de Bertha? No tenemos nada en común. Ahora no, seguramente en el pasado había cosas que las unían
Lorena pasó muchos años añorando la ciudad donde vivió su infancia, a sus amistades. Cuando llegó de visita, se dio cuenta que lo que había vivido no existía. Muchos años cargando un recuerdo, una añoranza; eso que vivió era parte del pasado, la alimentó, no volvería.
Añoraba esa armonía casi sin fisuras; en aquellos años ella y sus amigas se aceptaban como eran, sentían que una honda felicidad las embargaba. No se imaginaron que aquella dicha no duraría para siempre, el paraíso se pierde cuando menos se espera. Las personas se hacen mayores a su ritmo y toman rumbos distintos. Con el paso del tiempo, surgen pequeñas diferencias, grietas apenas perceptibles, se vuelven insalvables. El aprecio puede seguir vigente, la relación se transformó.
Al llegar a la tercera y cuarta edad se ha perdido fuerza y gran parte de la belleza física. Poco se mencionan las ganancias obtenidas a cambio: sabiduría, tiempo, tranquilidad y nuevos descubrimientos; ya no se tiene la obligación de hacer lo que se hacían antaño, lo cual puede dar un sentido diferente, interesante y creativo a la vida. Esta sabiduría no se recoge como la credencial de adultos mayores, hay que trabajarla. Para muchos es el momento de llevar a cabo proyectos que nunca antes pudieron realizar por la obligaciones familiares, sociales y de trabajo que tenían en la juventud.
Muchos adultos mayores niegan esta etapa y se disfrazan de jóvenes. Así como un niño de dos años se ve bonito con su chupón, el que tiene ocho se ve ridículo si lo usa. De igual manera, un viejito o viejita que se pone prendas de un adolescente, tiene conductas juveniles, se ve mal, incluso ridículo.
Cada cana, cada arruga esconde momentos de felicidad. Si no hubiéramos sonreído tanto, no tendríamos esas arrugas. El adulto mayor ya caminó un gran trecho, no puede vivir de apariencias.
Los ancianos no tienen esa prisa y ansiedad que caracterizan a los más jóvenes. Tienen mayor posibilidad de tranquilidad. Ya no quieren ser los mejores ni los primeros. Más bien, ya no deberían querer estar en primera plana; ya que eso nos les permite disfrutar las ventajas de haber llegado a la vejez. Quienes sufren por lo que se fue, no se dan cuenta de lo que si tienen en sus manos. Es el momento de integrar todo lo que se hizo. Hasta la mitad de la vida, se piensa que la vejez está lejos y paulatinamente se descubre que llegó. El temor de ver que el camino se acorta aumenta.
Julio, nos dice, los años han pasado y la realidad de mi vida ha ido cambiando. Mi cuerpo está envejeciendo, mi alma ha rejuvenecido. No temo a la vida, he caminado lo suficiente para entender que no puedo vivir para siempre. Soy el resultado de las virtudes y del amor emanado por quienes han pasado por ella. De los éxitos y fracasos obtenidos. La gran lección es darme cuenta que la felicidad no está centrada en mi físico, sino en la juventud y creatividad del corazón y de la mente, en la experiencia de vida que sólo pude obtener con el paso de los años.
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