La festividad de Purim, la que se celebra este fin de semana, está centrada en la lectura de la Meguilat Esther, el último libro en ingresar la colección de libros del TaNaKh (la Biblia).
La tradición popular ha visto en esta pequeña obra maestra de la literatura judaica la historia de una mujer que, a través de su belleza, captura el corazón del enemigo y salva así de la aniquilación a los judíos de Persia.
Para eludir el tema de que en este libro Dios no es mencionado, el rabinismo, por su parte, ha mantenido una teoría teológica de la presencia oculta de Dios. Los acontecimientos aparentemente aleatorios que salvan a los judíos son igualmente, para los rabinos, una serie de milagros impulsados por Dios.
Sin embargo, el logro de Mardoqueo y Ester al salvar a los judíos de Persia no es el resultado de haber mantenido costumbres y prácticas religiosas, ni de haber dado rienda suelta a la imaginación metafísica; sino el resultado de una acción reflexiva y eficaz en la política intrigante de la corte real.
Podría decirse que Ester es el más secular de los libros bíblicos. La teoría bien puede explicar la ausencia del nombre de Dios, pero no la ausencia de ley, pacto, oración, ángeles o vida futura. En la Megilá, tanto Ester como los judíos transgreden o ignoran la ley religiosa judía y se abstienen de prácticas como Shabat, Pesaj o kashrut.
La Meguilá no es irreligiosa; simplemente no es religiosa. Es un relato político que instruye a los judíos a prepararse y reaccionar ante situaciones difíciles o peligrosas. Se trata de la diferencia entre actuar sabiamente y actuar irresponsablemente. Muestra cómo opera y triunfa la hokhmah (sabiduría) en los asuntos humanos.
Demostrando una total falta de interés en la tierra de Israel, por ejemplo, la Meguilá nos recuerda el antiguo orden de prioridades: “Israel es primero un pueblo y luego un lugar”.
Mardoqueo construye su hogar y su vida en la fortaleza de Susa en lugar del barrio judío. Entiende que abogar por una “sociedad cerrada”, ya sea políticamente limitada al Estado que sirve a una única nación histórica, religiosamente cerrada por muros de dogmas y desdén hacia los forasteros, o burocráticamente cerrada al limitar los derechos de ciudadanía a aquellos que apoyan a la clase dominante, es la mayor amenaza a la supervivencia del pueblo judío.
En sus intentos por acumular cierta medida de poder que pueda ser usado para la defensa cuando surja la necesidad, Mardoqueo pasa sus días en discusiones calculadas con los cortesanos para recopilar información y establecer conexiones. Con el tiempo, es esta práctica la que produce los recursos necesarios para salvar a los judíos.
Ester es un libro sobre la sobrevivencia que entiende que las prácticas religiosas y los pensamientos utópicos, tales como el mesianismo, han sido pobres escudos para las manipulaciones políticas y la existencia física.
La Megilá prefiguró a los Macabeos y a todos aquellos, a lo largo de la historia judía, que como ellos tuvieron el coraje cuando llegó el momento de librar batalla en Shabbat , porque si no, “pronto nos harán desaparecer de la tierra” (1 Mac. 2: 39-41)
Cuando decenas de miles de judíos se niegan a servir en el ejército para defender a los demás miembros de la tribu, argumentando que el estudio de la Torá los salvará a todos, desdeñan la realidad e ignoran la ley y las prácticas judías. Cuando perseveran en su lucha contra los fantasmas de enemigos desaparecidos hace ya mucho tiempo y afirman que Dios necesita cada centímetro de tierra “desde el río hasta el mar,” no hace más que devalúar a Dios y la visión del judaísmo.
Ester, sin embargo, transmite un mensaje penoso: cuando Dios se esconde, la moralidad es ciega. La Megilá enseña que para sobrevivir uno debe convertirse en su oponente.
Tomar decisiones difíciles es una exigencia del desorden que amenaza la existencia (lo que el libro del Génesis llama el tohu va-bohu encontrado en el momento de la creación del mundo). Ser judío no siempre organiza el desorden en compartimentos blancos y negros. Lo que sí da es la fuerza y el discernimiento para afrontar las circunstancias mientras mantiene la esperanza de que las cosas eventualmente tornaran para bien.
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