Líbano: un microcosmos del conflicto regional

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El martes pasado Beirut se vio conmocionada por un doble atentado terrorista que tuvo como blanco la embajada iraní en la capital libanesa. El saldo fue de 24 muertos y cerca de 150 heridos. Casi todas las víctimas fueron libanesas, excepto por el agregado cultural iraní, Ibrahim Al-Ansari. Las dos explosiones fueron rápidamente reivindicadas por una agrupación afiliada a Al-Qaeda, la denominada “Brigadas Abdulah Azzam”. Su comunicado expresaba que sus actos eran una respuesta al apoyo que Irán ha dado a la injerencia de Hezbolá en la guerra civil Siria, injerencia que ha consistido en un constante paso de numerosos combatientes de esa organización libanesa chiita a territorio sirio para apuntalar a las fuerzas de Bashar al-Assad y ayudarlas a recuperar bastiones importantes que en algún momento habían caído en manos de los rebeldes.

Los bombazos constituyeron un shock para la población libanesa en general. No sólo por las impactantes escenas de destrucción y pérdida de vidas que generaron, sino por la fundada percepción de que se trataba del anuncio de la muy probable caída del Estado libanés en un nuevo circuito de imparable violencia que recuerda lo vivido por este país durante su larga y cruenta guerra civil que se extendió entre 1975 y 1990.  Como es sabido, Líbano es, poblacionalmente hablando, un mosaico abigarrado que comprende a cristianos de distintas denominaciones, musulmanes sunnitas, musulmanes chiitas (la mayoría de éstos simpatizantes de Hezbolá), drusos y otras pequeñas minorías. Las lealtades siguen siendo, en muchos casos, fundamentalmente tribales y plagadas de resentimientos y odios ancestrales entre familias y clanes. La estabilidad del país en los últimos 20 años ha sido extremadamente precaria y los equilibrios necesarios para conseguirla han estado siempre en la cuerda floja y con graves crisis intermitentes.

A este escenario de por sí complicado se han agregado recientemente nuevos factores agravantes: la guerra en la vecina Siria ha expulsado a decenas de miles de personas que han llegado a Líbano en calidad de refugiados, además de que la alianza entre Irán, el Hezbolá y el régimen de Bashar al-Assad ha metido a Líbano en la dinámica macabra que se desenvuelve en tierras sirias. No sólo el País de los Cedros está fracturado ahora entre sectores proAl-Assad y antiAl-Assad, sino que además actores externos como Al-Qaeda han entrado en el escenario para librar en la propia capital libanesa sus batallas contra sus rivales. Así, los atentados de esta semana representan esa confrontación existente en el mundo musulmán más amplio entre el eje chiita encarnado por Irán- Hezbolá-Al-Assad, contra el eje sunnita configurado por las fuerzas antiAl-Assad que comprenden a los variopintos rebeldes sirios, respaldados por Arabia Saudita y países árabes del Golfo, quienes ven en el chiísmo a su más formidable enemigo y competidor por la hegemonía regional. Y Líbano, por sus características geográficas y demográficas, está siendo el laboratorio o el microcosmos donde estas fuerzas en confrontación están midiéndose, con el consecuente riesgo de sumir al país en una nueva guerra civil.


El contagio del conflicto sirio a Líbano es así cada día más evidente. Los flujos de combatientes de Hezbolá que pasan a Siria continúan, mientras que siguen arribando miembros de Al-Qaeda a enclaves libaneses como Akar, Trípoli, Arsal y los campamentos de refugiados palestinos. Reportes de inteligencia estadunidenses y rusos señalan que toneladas de armamento y explosivos están llegando a Líbano. Este país, que justo dos días después de los atentados contra la embajada iraní celebró el aniversario de su independencia, vive hoy en una atmósfera cargada de negros presagios debido a las cada vez más claras señales de que el terremoto sirio acabará por destruir los frágiles equilibrios que lo sostienen.

Acerca de Esther Shabot Askenazi

Licenciada en Sociología egresada de la UNAM (1980), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana. (1982-1985) Fue docente en la ENEP Acatlán, UNAM durante 10 años (1984-1994). Actualmente es profesora en diversas instituciones educativas privadas, judías y no judías.De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional" tratando asuntos del Oriente Medio.Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior donde trata asuntos internacionales.Es comentarista sobre asuntos del Medio Oriente en medios de comunicación electrónica.Publicaciones:"Los orígenes del sindicalismo ferrocarrilero". Ediciones El Caballito S.A., México, 1982.En coautoría con Golde Cukier, "Panorama del Medio Oriente Contemporáneo". Editorial Nugali, México, 1988.Formó parte del equipo de investigación y redacción del libro documental "Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México en la primera mitad del siglo XX" publicado por la UNAM, Tribuna Israelita y Multibanco Mercantil, México, 1992.Coautora de "Humanismo y cultura judía". Editado por UNAM y Tribuna Israelita. José Gordon, coordinador. México, 1999.Coordinadora editorial de El rostro de la verdad. Testimonios de sobrevivientes del Holocausto en México. Ed. Memoria y Tolerancia, México, 2002.Redactora de la entrada sobre "Antisemitismo en México" en Antisemitism: A Historical Encyclopedia of Prejudice and Persecution". Ed. ABC CLIO, Chicago University, 2005."Presencia judía en Iberoamérica", en El judaísmo en Iberoamérica. Edición de Reyes Mate y Ricardo Forster. EIR 06 Enciclopedia Iberoamericana de Religiones. Editorial Trotta. , Madrid, 2007.Artículos diversos en revistas de circulación nacional e internacional.

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