Lisboa antigua, señorial

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A María Dolores de Cea Rapp, a quien dedicamos estas añoranzas comunes de Lisboa.
A Ernesto de Gregorio, con la amistad de siempre.
A Ángel Silván Rodríguez, en cuyo recuerdo plantamos un ciprés en nuestro jardín de Las Navas del Marqués.

«Regreso a la ciudad como a la libertad» (F. Pessoa).

OCAS son las ciudades del llamado primer mundo que tienen la sensatez, incluso en la vieja Europa, de mantenerse aún en el discreto pero, al mismo tiempo, útil y hermoso Progreso de nuestros abuelos: tranvías en las calles, fuentes públicas decoradas de angelotes, mercadillos de flores y plumas, boticas y reboticas, cafés antiguos de verdad, casas bordadas de cerámica y encajes, casita ideal pintada por nuestro niño siempre vivo, calles empinadas como nidos de águilas y estaciones de ferrocarril adaptándose flexiblemente a la orografía del terreno, sin evadir, aplanar o plastificar el obstáculo, sino jugando con él como el agua con la roca. Pocas ciudades, decimos, se mantienen en esa sabia prudencia de combinar lo útil con lo bello, importándoles un bledo que se les pueda tildar de retrógradas.


Contra modas y mercados

Lisboa es sencillamente como dice la típica canción: «Antigua y Señorial». Y esto es un valor tanto en sí mismo como en la osadía de enfrentarse a modas y mercados obligados en las metrópolis modernas. ¡Cómo no alabar que Lisboa se resista a entregarse a esa zafia uniformidad que hace a ciudades y hombres tan fea y torpemente iguales! Lisboa tampoco se ha dado todavía a la idolatría de lo audiovisual, no se somete incondicionalmente al órgano engañosamente idealista de la vista en olvido de otros sentidos tan verdaderos como el oído. Lisboa aun cerrando los ojos es hermosa, armoniosa y noble en su forma y en sus materiales, en sus olores cotidianos, en sus casas variopintas, y en ese trajinar constante, hablando o callando, de sus gentes por el río de sus calles. Dicen que «una casa portuguesa con certeza es una casa… portuguesa», y no está dicha en balde esta perogullada. Es como decir: «aquí una casa es todavía en verdad una casa». Para los lisboetas asentados largo tiempo en la ciudad, mantener las tradiciones, sobre todo en la vida diaria y utensilios cotidianos, es un sagrado disfrute. La curiosa mezcla de influencias del lujoso bienestar doméstico inglés y la sobria utilidad extremeña, a más otros buenos contagios venidos por mar de sabias civilizaciones, han hecho de Portugal, pero sobre todo de Lisboa, un lugar donde todavía se puede decir: ¡esto es vida! Pero no pequemos aquí de alabanza: en todas partes está el Malo; el viejo cinturón de miseria y suciedad sigue acechando la ciudad de Lisboa desde siempre. Ahora, un nuevo cinturón de miseria «opulenta» (urbanizaciones de adosados para higiénicos yupis y tecnócratas de toda laña) intenta también, pero con aires pretenciosos, sofocar la ciudad de Lisboa como sucede en cualquier otra megalópolis moderna. Pero Lisboa, en su corazón y cuerpo más verdadero, sigue desentendiéndose con desengañada y lúcida pereza de estas nuevas formas de miseria estética por vías de abundancia. En cambio, es proverbial la misericordia de Lisboa con los olvidados, los pobres de dinero a los que regala sus calles y parques con generosidad. Antes, como Nurnancia, preferiría que ardiera su caliente centro, «o Chiado», que verlo ocupado por cemento y aluminio inoxidable. Para el que quiera verla y gozarla, hay muchas guías turísticas de Lisboa, pero nosotros aconsejamos, además de la excelente recopilación de sensaciones de Angel Crespo (Lisboa. Ediciones Destino. Barcelona), sobre todo leer y releer sosegada (o mejor desasosegadamente, como a él le gustaría) al poeta Fernando Pesoa y después deambular por «Lisboa, Tajo y todo», y entonces uno se sentirá «fantasma errante por salones de recuerdos»: «Otra vez vuelvo a verte, /ciudad de mi infancia pavorosamente perdida/Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí… /Otra vez vuelvo a verte —Lisboa y Tajo y todo—/ transeúnte inútil de ti y de mi /

Sin guías 

No se trata de echar un vistazo a la ciudad monumental, que no sería ninguna cosa vana, ya que está toda ella edificada, reconstruida y hasta gastada de forma monumental. Tampoco se trata de dar una gira bohemia tabernícola o barriobajera (en este caso barrioaltera), pues gran parte de Lisboa está formada por barrios humildes pero dignos y altos. Y menos aún seguir sumisamente la ruta de los «tour operator» tras un guía informante. No, es preferible palpar la Lisboa construida de pequeñas cosas que proliferan por doquier. Los gatos de la Alfama con sus brillantes ojos de azogue rasgando la noche, y durante el día tumbados pacíficamente, gordos y Plaza soñolientos como prósperos tenderos al sol del invierno. O los encajes minuciosos de los visillos en las ventanas de las casas, labradas y repintadas en cerámicas geométricas y multicolores. O las bandadas de ropas tendidas en balconadas y fachadas, como si estuvieran allí decididamente para contrastar ese cierto tono de suciedad de la ciudad. Ese choque vivo de limpieza interior contrastando con una cierta dejadez de la calle es también algo curioso y aleccionador en Lisboa.

Aromas y colores 

El permanente olor a sardinas recién asadas sobre viejas estufas a las puertas de las tabernas, para el pueblo no para los turistas, o también para los turistas si se comportan como pueblo. Ese llevarte de las calles a donde ellas quieren, hasta el nido de las águilas del castillo de San Jorge o a perderte camino de los muelles. Pero sobre todo contemplar las casas. Fijaos en los colores de las fachadas, osados y profusos adornos de tonos azulinos, amarillas, verdes, rosas, en variadas agrupaciones ya pompeyanas, ya geométricas, o de bodegones y figuras en diferentes disfrutes, escoltando las calles con cierto aire teatral e ingenuo, mostrando sencillamente cómo se nos puede conceder, a veces, a los hombres, eso que llaman alegría. Colores que con el tiempo sobre el tiempo han ido difuminando sus fondos quedando como viejas fotografías empalidecidos y paradójicamente cada vez más vivaces, como si en la memoria el uso de la lejanía, al mismo tiempo instantáneo y siempre, fueren la condición y masa de la vida humana…

Volvemos, otra vez y finalmente, a recordar a Pessoa y no precisamente en bronce y muerta estatua, como le conmemora sentado a la puerta de la «Brasileira» la necrofilia cultural del ministerio de turno para consumo fotográfico de los turistas, si no siempre vivo, tímido y lejano, como nos lo cantan sus versos… «Siempre el misterio de lo hondo tan verdadero/como el sueño de misterio de la superficie, /siempre esto o siempre otra cosa, o ni una cosa ni otra.» Antonio J. Escudero.

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Acerca de Antonio Escudero Ríos

Nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Ha realizado ediciones facsimilares de la Guía de los Perplejos, el Cuzarí y de la obra de Isaac Cardoso. Dirigió las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos en Hervás, en 1995, con Haim Beinart. Fue Director de las Actas del mencionado Congreso, publicadas en 1996. Colaborador en las revistas judías Raíces, Los Muestros, Maguem y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones. Creador, junto a otros entusiastas, de la Orden Nueva de Toledo, Fraternidad dedicada a la defensa plural de Israel y el Líbano cristiano, así como combatir el antisemitismo. Ha plantado miles de árboles, y construido, con Don Jaime Botella Pradillo, un jardín dedicado a los Justos de las Naciones en Las Navas del Marqués, en tierras de Castilla.

5 comentarios en «Lisboa antigua, señorial»
  1. Hermoso texto que nos gustaría fuese traducido al portugués tambien al inglés y a otros idiomas ,como el hebreo. Nos emociona el bello poema que Fernando Pessoa dedica al río Tajo .Este poeta tenía ascendencia judía de la que sentia orgulloso .

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  2. Muy buenos comentarios de lo que es realmente Lisboa, ciudad que dirige al viajero por toda su rica historia dejando sus huellas con dosis de nobleza únicas de lo que fue Portugal en su historia….

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  3. Lisboa es siempre joven ,sin dejar ser misteriosa .Pasear por sus calles nos reconcilia con la vida y la esperanza y las huellas judías están por doquier ,como Fernando Pessoa . Y la maravillosa Sintra está cerca .

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  4. Lisboa es el sueño del paraíso que solo alcanzaremos en la vida eterna cuando estemos en el regazo del Eterno .Mientras aún somos peregrinos en esta tierra no dejemos de visitar esta ciudad de ensueño que es Lisboa .Nuestra felicitación por tan bello escrito que nos ha cautivado .Desde aquí enviamos un condolido pesame a la familia de muestro amigo Albert Benasuly que acaba de fallecer y que tanto amaba a Tánger y a Lisboa

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  5. La marea que parte de Lisboa es imparable y la nueva reconquista judeocristiana de nuestra asediada civilizacion marcha a pasos agigantados después de la JMJ. La cultura de la muerte ,el antisemitismo ,la ideología de género ,el fascismo pardo ,el socialcomunismo ,la eutanasia y el aborto deben ser combatidos con rigor y expulsados de nuestras instituciones ,ciudades y pueblos .

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