Meguilat Ester: un libro ateo, feminista, laico y universal

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No resulta fácil entender cómo el Libro de Ester -que se lee tradicionalmente en Purim- entró en el canon religioso, siendo que es un texto tan subversivo, ateo, feminista, laico y universalista

La narración de Meguilat Ester cuenta las vicisitudes de la corte del rey Ajashverosh. En un comienzo, se relata el poder y también el bacanal estilo de vida del rey. En las primeras escenas se cuenta la negativa de la reina Vasti a presentarse (¿desnuda?) en una de las fiestas del rey, por lo que es destituida y se comienza a buscar una nueva reina, que resulta ser Ester, de origen judío. Después se cuenta cómo el primo de Ester, Mordejai, descubre y ayuda a desmontar una conspiración contra el rey, y a continuación cómo los mismos personajes descubren y desmontan una nueva conspiración del consejero del rey, Amán, esta vez contra los judíos. Para terminar en el relato se cuenta el castigo de muerte que recibe Amán y los honores que recibe Mordejai.

Este es un relato ateo: Dios en sus múltiples nombres no aparece mencionado en todo el Libro, incluso el mismo nombre de la festividad, «Purim», da cuenta que el destino del pueblo judío se decidió por suerte (el vocablo «Pur» significa suerte) y no por milagro divino.


Es un relato feminista: las dos protagonistas que mueven la historia son mujeres: Vashti y Ester, que con técnicas diferentes se las arreglan para hacer de las suyas en una sociedad machista y abusadora.

Es una narración laica: los protagonistas judíos de la historia no parecen vivir una vida de acuerdo a las mitzvot, respetar el Shabat, comer comida kasher o cualquier otra norma de culto religioso.

Es una historia universalista: los nombres de los protagonistas no son hebreos, la tierra de Israel no tiene un carácter sagrado y el pueblo de Israel no es considerado el pueblo elegido.

Estas características determinaron que, al parecer, Meguilat Ester fuera uno de los últimos libros en ser considerado parte del canon religioso que forma el TANAJ. Por ejemplo, no encontramos restos de este libro en los «rollos del Mar Muerto», encontrados en Qumrán.

Incluso durante el siglo I de la era común podemos apreciar una intensa discusión en el Talmud entre los sabios que creen que este texto no debe ser incluido en el canon bíblico y los sabios que piensan que -a pesar de todo- sí puede ser incluido. A opinión del rabino Shmuel Bar Yehuda, “el Libro de Ester no fue dictado por el Espíritu Santo”, ya que Dios no es mencionado, por lo que no debe ser incluido entre los libros sagrados.

También se dice que el Libro de Ester eleva al nivel de Dios a Ajashverosh, rey de Persia, y que la fiesta de Purim y la Meguilá no están especificadas en las enseñanzas de Moisés, e incluso las contradicen. Otro argumento para negarse a considerar a este libro como sagrado es que se cuenta que esta Meguilá en verdad era una carta que envió Mordejai a los sabios del Talmud para que éstos la incluyan entre los libros sagrados con el único sentido que las próximas generaciones lo recuerden a él y a Ester.

Frente a todos estos fuertes argumentos en contra, el principal argumento a favor parece muy débil: el mismo texto de la Meguilat Ester dice que éste debe ser recordado por las próximas generaciones.

También en la misma época, la naciente tradición cristiana se vio enfrentada a la misma disyuntiva. Es así que la traducción de «los setenta» (la Septuaginta) del hebreo al griego interpone una serie de agregados para incluir la presencia de Dios en el texto original.

A pesar de todas estas contradicciones, el Libro de Ester y la fiesta de Purim terminaron imponiéndose y son hasta hoy parte indiscutida de nuestra tradición. Y la razón para ello parece simple: el Libro de Ester cuenta una buena y entretenida historia, como si fuera alguna de las mejores temporadas de «Juegos de Tronos», y la fiesta de Purim es una buena y entretenida fiesta, como si de un carnaval brasilero se tratara. Y frente a esto ningún argumento teológico logra imponerse.

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