Taiwán ha sido el punto de conflicto perenne entre los Estados Unidos y la República Popular China. Así ha sido durante décadas. Si bien cada bando ha señalado constantemente los Tres Comunicados Conjuntos como base de la relación bilateral entre Estados Unidos y la República Popular China, la realidad siempre ha sido que cada bando ha tenido interpretaciones matizadas, si no diferentes, de estos documentos, particularmente en lo que se refiere a Taiwán.[1] Además, el comunicado de Shanghái se compone en gran parte de declaraciones unilaterales y declaraciones que destacan que las dos partes tenían opiniones diferentes sobre temas clave. Además, Estados Unidos también tenía a su favor la Ley de Relaciones con Taiwán y las Seis Garantías como marco de documentos relevantes. A pesar de los marcos de referencia incongruentes (o al menos las interpretaciones incongruentes de los mismos), ambas partes históricamente han advertido a la otra que no modifique el estatus quo sobre Taiwán. Inmediatamente después de lo que muchos ahora se refieren como la cuarta crisis del estrecho de Taiwán, tenemos que preguntarnos qué significa el estatus quo 50 años después del comunicado de Shanghái original.[2]
En general, se acepta que estatus quo es una frase latina que significa el estado actual o existente de las cosas, generalmente en lo que respecta a los temas políticos, sociales o militares. Sin entrar en un debate sobre la taxonomía de la frase, en el contexto de Taiwán y China continental, mucho ha cambiado a lo largo de las décadas y el estado actual de las cosas no refleja ningún sentido de cuál era el supuesto estatus quo en los años de 1972, 1979, o 1982, los años respectivos de cada comunicado. Hoy día, tanto Taiwán como China continental son totalmente diferentes a cómo eran para ese entonces. Si el estatus quo dentro de ambas entidades geográficas ha cambiado debido a políticas gubernamentales y políticas intencionales o a la evolución social y política es algo irrelevante y depende de la perspectiva histórica de cada uno. La realidad es que el estatus quo ya ha cambiado y continúa cambiando.
En la década de los años 1970, se pudiera argumentar que tanto Taiwán como la República Popular China representaban regímenes autoritarios represivos ensamblados en un solo partido. Avancemos rápidamente hasta el siglo 21 y Taiwán es verdaderamente un faro de democracia en Asia y en el mundo. Su gobierno evolucionó pacíficamente de la ley marcial a una democracia representativa multipartidista que ahora está dirigida por una mujer presidenta. Su asamblea nacional tiene uno de los porcentajes más altos de mujeres legisladoras en el mundo y ha promulgado la única protección LGBTQ consagrada por ley en cualquier parte de Asia. La libertad de expresión, de prensa y de religión son universalmente aceptadas y estas se dan en la sociedad taiwanesa. El ejemplo de Taiwán demuestra que la democracia es algo que no solo puede existir sino prosperar entre una población de etnia china. Este es definitivamente un cambio en el estatus quo en comparación a cuando el Kuomintang huyó a Formosa en el año de 1949.
El estatus quo de la República Popular China también ha cambiado. Este ya no es un país agrario atrasado que apenas puede alimentarse a sí mismo, ahora dirige la segunda mayor economía del mundo, posee un ejército con una tríada nuclear en crecimiento y da forma a los asuntos internacionales a pesar de su propia declaración dentro del Comunicado de Shanghái del año 1972 de que «China nunca será una superpotencia y se opone a la hegemonía y a las política de poder de cualquier tipo”. En yuxtaposición con los objetivos del llamado ‘sueño de China’ y el hecho de que ha desechado cualquier pretexto de las máximas de 24 caracteres de Deng Xiaoping de mantener un perfil bajo, la China de Xi Jinping no se parece en nada a la de sus antepasados ??comunistas.[3]
Estos cambios realizados en el estatus quo individual de la República Popular China y Taiwán son de hecho evidentes. En el caso de Taiwán, son el resultado de una evolución social y no de una revolución violenta, que terminó con décadas de leyes marciales en un traspaso pacífico de gobierno después de realizarse unas elecciones libres y justas. En la República Popular China, Deng Xiaoping colocó al Partido Comunista Chino (PCCh) en el camino de la liberalización económica, el capitalismo con peculiaridades chinas, sin renunciar ni un ápice a las riendas del poder político. El estatus quo de China, en particular a nivel nacional, cambió debido a decisiones políticas muy específicas e intencionales. Entonces, si bien ambos lugares cambiaron de manera notable por diferentes razones, Estados Unidos y la República Popular China aún pidieron que se mantenga el estatus quo en el estrecho de Taiwán. Sin embargo, mientras Estados Unidos ha fomentado asiduamente este concepto durante generaciones, los chinos tomaron medidas unilaterales para cambiar el estatus quo por diseño y a través del uso de la fuerza.
Quizás anticipando que el pueblo de Taiwán nunca deseará unificarse con la llamada madre patria dado que el estatus quo en cada lado respectivo del estrecho ha cambiado tanto, la República Popular China desarrolló un arsenal de herramientas para cooptar, encajonar, engatusar, coaccionar e incluso obligar a sus compatriotas taiwaneses a través de elementos de un poder nacional integral. A lo largo de los años, China ha desplegado miles de misiles dirigidos a sus hermanos en Taiwán, desató sanciones económicas contra los productos agrícolas taiwaneses y utilizó desinformación e información errónea para tratar de socavar a las instituciones taiwanesas y desestabilizar la isla. En lugar de incentivar un proceso que condujera a una eventual unificación, China buscó prevenir o castigar a Taiwán por que este eligió un camino que no se ajustaba al del PCCh. Particularmente anatema para Pekín fue que el pueblo de Taiwán le entregara el poder del Kuomintang (KMT) al Partido Progresista Democrático (DPP). Este acto demostrable de auto-determinación política asustó al PCCh políticamente monopolista para que utilizara cada vez más enfoques intimidatorios hacia Taiwán que culminaron en la negativa constante de renunciar al uso de la fuerza. Como para subrayar el punto, la legislatura complaciente de China incluso aprobó la Ley Anti-Secesión en el año 2005 consagrando esta espada de Damocles sobre las cabezas de los 23 millones de habitantes de Taiwán.
Desde el año 2020, la amenaza al uso potencial, si no inevitable, del Ejército popular de liberación contra Taiwán se ha vuelto mucho más aguda. Los aviones y barcos militares chinos ingresan rutinariamente a las aguas taiwanesas y a sus zonas de identificación de defensa aérea (ADIZ), así como también cruzan la línea media. Las cifras ya han superado cientos de incursiones. El día 13 de junio, 2022, las cancillerías y el ministerio de defensa nacional de China declararon que la República Popular China posee «soberanía, derechos inalienables soberanos y jurisdicción» sobre el estrecho de Taiwán, rechazando cualquier concepto anterior de aguas internacionales. Además, la exagerada reacción de China ante la segunda visita de una vocera de la Cámara de Representantes estadounidense a Taiwán el día 2 de agosto, 2022 demostró nuevamente el abandono chino al estatus quo anterior al disparar misiles hacia las aguas territoriales de Taiwán y contra la zona económica exclusiva (ZEE) de Japón. Estas acciones sin precedentes reflejan una vez más que la República Popular China está alterando el así llamado estatus quo.
Francamente hablando, desde una perspectiva militar, los chinos han pasado las últimas décadas cambiando el estatus quo porque este le sirvió a sus propósitos operativos de desmoralizar a la población taiwanesa, insensibilizar a Taiwán ante las intrusiones y actividades militares y acelerar el ritmo operativo de las fuerzas armadas de Taiwán a un nivel insostenible. Es bastante concebible que con esta última escalada militar, los chinos estuvieran esperando por un pretexto para volver a cambiar unilateralmente el estatus quo, lo que permitiría una libertad operativa aún mayor en el aire y mar que rodea a Taiwán. En retrospectiva, también se han empleado tácticas similares al estilo divide y conquistaras en los mares de China Meridional y Oriental para cambiar los hechos sobre el terreno en favor de la República Popular China.
Debemos preguntarnos a nosotros mismos qué significa realmente estatus quo y si deberíamos seguir refiriéndonos a este vago concepto. China ha cambiado la situación y el conjunto de circunstancias una y otra vez no solo respecto a Taiwán, sino también respecto a otros vecinos, tales como India, Vietnam y Filipinas. Se pudiera concluir que cambiar el estatus quo es en realidad una táctica china, así como también un estado final deseado. Por lo tanto, parece inútil continuar con la farsa de pedir mantener el estatus quo cuando este concepto no parece ser todavía aplicable a la situación al otro lado del estrecho de Taiwán. El malabarismo retórico no tiene ningún otro propósito que el de ofrecerle a los líderes del PCCh un justificativo para su creciente escalada de coerción y agresión en contra de las fuerzas de la democracia no solo en Taiwán, sino también en los Estados Unidos y en otros países de ideas afines. Ya es hora de reconocer que el estatus quo pereció, ¡viva el estatus quo!
*Heino Klinck es miembro de la junta de asesores de MEMRI. Este se desempeñó como subsecretario adjunto de Defensa estadounidense para Asia oriental, 2019-2021. Como oficial del área exterior del ejército Klinck se desempeñó de agregado militar en China entre los años 2004-2010.
[1] Para consultar los textos originales de los Tres comunicados y otros documentos relevantes, consulte Taiwandocuments.org.
[2] Muchos observadores se refieren a la reacción militar de China ante la visita de la vocera de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos a Taiwán el día 2 de agosto, 2022 como la cuarta crisis del estrecho de Taiwán. Las tres crisis anteriores ocurrieron entre los años de 1954-55, 1958 y 1995-96.
[3] El sueño de China se refiere a la visión del Secretario general Xi Jinping a una República Popular China próspera y poderosa. Los 24 caracteres de Deng Xiaoping han sido traducidos como el «Observar con calma, asegurar nuestra posición, hacer frente a los asuntos con paciencia, ocultar nuestras capacidades y esperar nuestro momento, ser buenos para mantener un perfil bajo y nunca reclamar ningún liderazgo».
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